Batalla de Ideas

15 febrero, 2018

Unidad peronista o heterogeneidad anti-neoliberal

Por Nicolás Fava. El gobierno ha intentado por diferentes medios construir una oposición a su medida. Fotos con Randazzo, viajes con Massa, alianzas parlamentarias con Pichetto y pactos con gobernadores son momentos de ese recorrido. Excluir a Cristina del juego y sepultar al kirchnerismo el objetivo final.

Por Nicolás Fava. El gobierno ha intentado por diferentes medios construir una oposición a su medida. Fotos con Randazzo, viajes con Massa, alianzas parlamentarias con Pichetto y pactos con gobernadores son momentos de ese recorrido. Excluir a Cristina del juego y sepultar al kirchnerismo el objetivo final. Pero la erradicación del populismo, como les gusta decir en los foros internacionales, se topa con un límite, ya que Cambiemos se nutrió especialmente del anti-kirchnerismo.

Con el macrismo al gobierno, el Poder Judicial se «despabiló» avanzando rápidamente sobre el kirchnerismo, al punto que algunos advirtieron la inconveniencia de que esta tendencia se proyecte al extremo: Cristina presa inhabilitada para competir. Es que así como el kirchnerismo necesitó constituir al macrismo como su principal rival, Macri supo recoger el guante y Durán Barba entendió cómo capitalizar la polarización.

Esta necesidad de constituirse cada uno como remedio del otro es percibida de diferentes formas por los simpatizantes del gobierno. La identidad anti-kirchnerista desborda la identificación de esa población con el macrismo. Son macristas porque son antikirchneristas. Esto sin dudas responde a la gran tarea política realizada por los principales medios de comunicación haciendo «periodismo de guerra, mal periodismo», según el mismo Julio Blanck, columnista de Clarín y conductor de TN.

Algunos militan en la Unidad Básica, y otros en la mesa de Mirtha Legrand, suele decir Daddy Brieva cuando le consultan sobre su compromiso político. Uno de los últimos hits de su militancia mediática fue hacer pisar el palito a la señora de los almuerzos, donde aseveró que el macrismo maneja la justicia. Mirtha respondió que la justicia es independiente. Luego Daddy le preguntó por qué Cristina no está presa, y Mirtha dijo que es porque el gobierno no quiere. Inmediatamente la conductora se dio cuenta de su contradicción y cambió de tema.

El gobierno necesita un peronismo manso, más afín a la agenda neoliberal, para afirmar un bipartidismo conservador que «estabilice» el país conforme sus propias reglas de juego. Pero también necesitan de Cristina, porque es el agente patógeno del antibiótico que ellos venden.

A la disgregada oposición le resulta complicado hacerse la ilusión de 2019. Una parte del peronismo ha reaccionado dejando de lado viejas disputas, para actualizar sus ambiciones al nuevo panorama. Con más encuestas que convicciones han constatado que el piso de votos de Cristina es insuperable y garantiza acceso a ciertas cuotas de poder, pero resulta insuficiente para ir por todo. «Con Cristina no alcanza, sin ella no se puede», fue la definición de Alberto Fernández.

Quieren trascender a Cristina, pero no pueden. Ella representa mucho más que todos ellos juntos. Y aquí aparece un dilema de una sustancia teórica difícil de asimilar para los viejos operadores políticos, y sobre el que tiene mucho para decir Durán Barba, pero también Ernesto Laclau.

Beatriz Sarlo es una de las que pretende contribuir a la selección de la oposición. En un programa de TV, casualmente conducido por Julio Blanck, se refirió a una reunión de peronistas reciente. El acto contó con la presencia de Santa María, Filmus, Solá, (Alberto) Fernández,  Arroyo, Rossi, (el chino) Navarro, y ni una sola mujer. Según Sarlo: «La reunión tenía un cierto tipo de peronista, pero no era una reunión que una diría faltaban espectros ideológicos (…); la reorganización depende de que tenga los protagonistas menos problemáticos posibles. Yo deseo una reorganización del peronismo. «Julio Blanck le contestó, asintiendo: «En esta regeneración peronista, que es probable que del volumen que tenga dependerá la salud que tenga el sistema, ¿usted ve posible rearmar posiciones ideológicas tan diversas que hicieron eclosión en el proceso de caída del poder kirchnerista?»

En la pre-historia de Cambiemos el PRO coqueteó con varias fuerzas. El «círculo rojo» coincidía en recomendar al PRO una alianza con el peronismo. Los expertos en política nacional advertían la necesidad del peronismo. Así el PRO llegó a hacer una alianza con De Narváez en 2009, y ese intento de incorporación de «algo» de peronismo siguió hasta 2015, pasando por acuerdos con Sergio Massa en 2013, intercambio de elogios con Hugo Moyano, y la unión de ‘Momo’ Venegas a Cambiemos.

Si la incorporación de peronismo con pragmáticas alianzas resultó importante en el proceso de acumulación política, no era la clave a la hora de disputar la Presidencia, donde el principal valor consistía en la idea de romper con el pasado. La pulseada entre los que bregaban por más peronismo y los que entendían necesario reforzar «lo nuevo» la ganó Durán Barba.

En una conferencia, el director de Le Monde Diplomatique, José Natanson, hizo un interesante análisis sobre la forma en que llegó a consolidarse Cambiemos. El politólogo se propuso explicar de qué se trata la hegemonía. Respaldado en diferentes datos, afirmó que el éxito de Cambiemos se basó en el acompañamiento de una minoría social compuesta por 1) los antikirchneristas furibundos; 2) la gente mayor que comparte ciertos valores con el macrismo (en este punto menciona que si en 2015 votaban solamente los jóvenes hubiese ganado Scioli en primera vuelta); y 3) los sectores vinculados al negocio de la soja (para lo cual observa que el mapa de la soja se superpone perfectamente con el mapa de los mejores resultados de Cambiemos). Su conclusión apunta que la hegemonía no se logra quedando bien con todos, o mediante una suma aritmética, sino anclada en determinados sujetos sociales, que pueden no ser mayoritarios pero aun así lograr que sus intereses y valores se conviertan en políticas de Estado.

Hay muchos interesados en aportar a la tarea de construir la oposición, cada uno con su particular motivación. Pero no gana necesariamente el frente más amplio, sino el más representativo. Como decía Jauretche, cuando uno está confundido debe prestar atención a la prensa oligárquica y hacer lo contrario.

Quizás haya que escuchar a Julio Blanck para quien «la salud del sistema depende del volumen del armado opositor», y a quienes repentinamente reclaman unidad del peronismo, para contraponer un proyecto de oposición más nítidamente representativo de las grandes mayorías sociales afectadas por la política neoliberal, aunque quede afuera el peronismo conservador; al fin y al cabo, Macri casi no lo necesitó.

¿Entenderán esto los principales actores de la oposición, o sucumbirán a la táctica del rejunte? El fantasma del populismo no recorre la Patria Grande como años atrás, pero el espíritu de Laclau aún visita las mesas chicas. Tal vez alguien escuche un susurro espectral: «No unidad peronista, sí heterogeneidad anti-neoliberal».

@favanico

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