15 febrero, 2018
Sin nosotras no hay ciencia
Por Florencia Trentini. El pasado domingo 11 de febrero, se celebró el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Una fecha estipulada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015 con el objetivo de visibilizar a las mujeres en la ciencia y apuntar a lograr el acceso y la participación igualitaria y equitativa.

Por Florencia Trentini*. El pasado domingo 11 de febrero, se celebró el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Una fecha estipulada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015 con el objetivo de visibilizar a las mujeres en la ciencia y apuntar a lograr el acceso y la participación igualitaria y equitativa.
No es desconocida la afirmación que reza que los grandes científicos son hombres o que la ciencia es cosa de hombres. De hecho, desde la ciencia se ha ayudado a construir y validar la idea de la desigualdad entre hombres y mujeres desde explicaciones biologicistas. Donde, obviamente, nosotras seríamos una versión menos evolucionada, a partir de argumentos como el tamaño de nuestros cráneos, y otras teorías igual de insólitas.
Pero como todos y todas sabemos, el tamaño no importa y son el machismo y el patriarcado los que hacen -tanto en la ciencia y la tecnología, como en la sociedad en general- que nuestras posibilidades sean distintas a las de nuestros compañeros varones. Esto se ve profundizado en el sector científico y tecnológico, porque la supuesta neutralidad ayuda a seguir invisibilizando las fuertes diferencias que existen, y a negar que esa neutralidad es la mayoría de las veces la visión androcéntrica de la historia.
No curiosamente fuimos las mujeres las que desde la misma ciencia discutimos estos argumentos con estudios desde la biología y la antropología, por ejemplo. Asimismo, numerosos estudios históricos centrados en la cuestión de género han mostrado los obstáculos que debimos sortear y la invisibilización que sufrimos a lo largo de los años.
Así, actualmente existen sobradas muestras de lo que se conoce como “efecto Matilda”, que implica el no reconocimiento de los logros de mujeres científicas, atribuyendo su trabajo a sus colegas varones, lo que perpetúa el supuesto de que los grandes científicos de la historia fueron hombres.
El techo de cristal en la ciencia
La metáfora del “techo de cristal” es utilizada para explicar los obstáculos y limitaciones con las que nos encontramos las mujeres al momento de ascender laboralmente. Si bien no existen dispositivos establecidos y visibles que impongan estos límites, en la práctica cotidiana son varios los factores que permiten explicar los motivos de esta barrera “invisible” difícil de traspasar.
En el sector científico y tecnológico un ejemplo del “techo de cristal” puede verse claramente en el CONICET, donde las investigadoras asistentes (primer escalafón en la carrera de investigador/a científico/a del organismo) son el 60%, mientras que a nivel de investigadores/as superiores (rango más alto) encontramos que solo el 25% son mujeres. Asimismo, las autoridades de los principales organismos de política científica en Argentina son varones.
El techo de cristal funciona, por ejemplo, cuando al momento de evaluar promociones dentro del CONICET no se tiene en cuenta que las tareas de cuidado recaen de forma desigual entre varones y mujeres, y que por lo tanto nosotras no tenemos las mismas oportunidades que nuestros colegas al momento de desarrollar nuestra carrera profesional.
Además, estas fuertes desigualdades y asimetrías que sustentan el mundo científico, se ven exacerbadas por los particulares vínculos personales que se construyen entre “directores/as” y “dirigidos/as”, brindando lugar a relaciones laborales en las que situaciones cotidianas de violencia, como que tu director/a opine sobre cuando podes o no tener un hijo, se naturalicen y acepten.
Como explicó a Notas Victoria García, delegada de género de ATE CONICET, “las situaciones de violencia de género y maltrato laboral son muy frecuentes y están habilitadas, en parte, por un sistema en el que las relaciones laborales son discrecionales y están sujetas a mecanismos institucionales de regulación poco transparentes y precarios”.
En este sentido, desde ATE CONICET se viene abordando particularmente esta problemática. Victoria detalló que “desde el año pasado existe una herramienta institucional que es el Protocolo contra el maltrato laboral y la violencia de género en el CONICET. Sin embargo, desde la Junta Interna estamos discutiendo la necesidad de sistematizar este abordaje estrictamente gremial que hacemos de este tipo de situaciones en un dispositivo propio, remarcando que las situaciones de violencia de género y maltrato están fuertemente atadas a las condiciones de precariedad laboral”.
Nosotras nos organizamos
Si bien falta mucho camino por recorrer para revertir la concepción que sigue sosteniendo que la ciencia es un mundo de hombres. Nosotras, como trabajadoras del sistema científico y tecnológico, nos venimos organizando para visibilizar nuestras problemáticas y dejar en claro que es el sistema patriarcal en sus muchas formas el que limita nuestro desarrollo profesional.
En este marco, el año pasado, logramos confluir el 8M en una enorme columna de trabajadoras de Ciencia y Universidad. Encontrándonos en la heterogeneidad de ser becarias, investigadoras, personal de apoyo, administrativas, técnicas, docentes.
Así, el 11F y el 8M son fechas que nos permiten llevar adelante distintas iniciativas que muestren nuestra presencia en el sistema científico y tecnológico. Empezando por algo tan simple, pero históricamente tan difícil como la visibilización. Esto es lo buscan las campañas como #NosotrasSomosConicet, iniciada por las trabajadoras del Instituto Fundación Leloir o #SinNosotrasNoHayCiencia, que viene llevando adelante el Espacio de Trabajadoras de Ciencia y Universidad.
Paralelamente, en el marco de la permanencia pacífica contra los más de 250 despidos en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), las trabajadoras del organismo vienen activando espacios de asambleas de mujeres de ciencia y técnica para poner en común y discutir las problemáticas específicas.
En este espacio nuevamente surge la tarea de cuidados como un trabajo fuertemente invisibilizado que termina jugando en contra de nuestro desarrollo laboral y que además, ahora es motivo de despidos. Cuando el gobierno utiliza el ausentismo como una variable, lo que no dice es que el presentismo no puede sostenerse cuando las trabajadoras entran en licencia por maternidad, o cuando deben faltar más días de los permitidos ante enfermedades de sus hijos o de otros miembros de la familia que se encuentran a su cuidado.
Por todo esto, como sostiene Victoria García, “es necesario seguir instalando la perspectiva de género en las discusiones gremiales y políticas del sector”. Es necesario que todas nos organicemos en nuestros lugares de trabajo, que paremos y marchemos juntas el 8M, para mostrar claramente que la ciencia es -y fue siempre- cosa de mujeres.
@flortrentini
*Becaria posdoctoral CONICET
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