1 febrero, 2018
Enrique Martínez: «Quieren que el INTI pierda toda función social y de desarrollo»
Enrique Martínez, coordinador del Instituto para la Producción Popular y ex director del INTI, dialogó con Las Mañanas de Radio Sur sobre el rol estratégico que cumple el organismo del cual despidieron a 250 trabajadores en la última semana, su historia y los desafíos de pensar al conocimiento como parte integral del desarrollo productivo.

Enrique Martínez, coordinador del Instituto para la Producción Popular y ex director del INTI, dialogó con Las Mañanas de Radio Sur sobre el rol estratégico que cumple el organismo del cual despidieron a 250 trabajadores en la última semana, su historia y los desafíos de pensar al conocimiento como parte integral del desarrollo productivo.
– ¿Qué papel juega el Instituto Nacional para la Tecnología Industrial (INTI) en el desarrollo económico argentino?
– El INTI forma parte de un entramado de organizaciones que intentaron aputnalar el desarrollo científico y tecnológico de la Argentina fundadas hace 60 años. El INTI, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el CONICET tienen un mismo origen que es el pensamiento desarrollista, muy poco tiempo antes de la asunción de Arturo Frondizi, cuando en el mundo tenía vigencia el concepto del desarrollo en cada país, porque se temía que hubiera una tercera guerra mundial fruto de la Guerra Fría.
El objetivo era servir de referencia de control de calidad a una cantidad de bienes que se exportan e importan, o servicios que se intercambian por el mundo. Ese es un aspecto muy importante. El otro era complementar el conocimiento técnico de aquel que lo necesitara, en especial los más pequeños y los que apuntan al desarrollo de comunidades en un país muy extenso.
A lo largo del tiempo eso se fue modificando, porque también se fue consolidando una estructura productiva concentrada. Donde primero el Estado tuvo mucha importancia y luego se transfirió esa importancia a las empresas multinacionales. La hegemonía de las multinacionales en la industria de este país no es un secreto para nadie y eso condiciona el trabajo de una organización como el INTI, porque le piden que sirva como referencia administrativa pero se oponen, desalientan sistemáticamente los desarrollos que puedan ser apropiados por nacionales y que puedan competir con los desarrollos que ellos hacen fuera del país. Las multinacionales no hacen ningún tipo de investigación en este país.
Con el paso del tiempo comenzó a librarse una batalla ideológica muy importante entre los que respetaban el origen del INTI que es valioso e intentaban adaptarlo a cada momento histórico y quienes frenaban al INTI. Durante la gestión de Domingo Cavallo en el gobierno de Carlos Menem hubo un primer momento en el que redujeron el personal del INTI en un 40%. En los primeros nueve años de la gestión kirchnerista ese personal se duplicó, instalando centros en cada una de las provincias argentinas y en algunos casos con más de un centro por provincia.
Ahora aparece una vez más el reflujo de poner el INTI a disposición de las grandes corporaciones y las grandes empresas, desatendiendo toda función social y de desarrollo. Para eso no solo se elimina personal lo que es muy grave, sino que se eliminan funciones. Las 250 personas son la punta del iceberg de funciones que seguramente van a quedar desacomodadas, con gente ociosa o cambiando de funciones y van a volver a intentar que se vayan del INTI cuando eran absolutamente esenciales. Como todas las funciones que se realizan en cualquier rincón de la Argentina. Hay centros en lugares inconcebibles para el neoliberalismo.
– ¿Cuál fue el costo de la década del ’90?
– Esa pregunta la puedo responder con mi experiencia personal. Yo asumí a fines del 2002, cuando se consolidaba el proyecto Cavallo. El neoliberalismo pretendió y ahora vuelve a pretender que el INTI realice solo servicios que se cobran. Por lo tanto, segmenta a los interlocutores. El que puede pagar y el que no. Cuando yo tomé la gestión se cobraban entre centros los servicios, porque la conducción pretendía que se facturara todo.
Por supuesto las organizaciones más pequeñas o los problemas regionales pasaban de largo porque se hacía la consulta y nadie respondía. Esa fue la situación luego del desguace en la época de Cavallo. Con el agravante de que eso se instaló en la cultura de una parte de los trabajadores del INTI. La idea de que los centros realicen trabajo remunerado y si hay excedente se distribuya entre los trabajadores de ese centro y no beneficiando a la totalidad del INTI es una idea que segmenta, que provoca competencia y deteriora sensiblemente la calidad institucional como quedó demostrado en la recuperación de los años siguientes. También hubo conflicto entre quienes defendían la visión original y quienes estaban mucho más cómodos facturando y recibiendo beneficios.
– ¿Cuáles son en concreto las tareas, de acuerdo a una función más ligada a la visión original del INTI?
– Durante la década pasada llegaron a hacerse trabajos de modificación del arsénico en agua en el Impenetrable chaqueño que eran inimaginables durante la gestión de ellas, porque ¿quién pagó? Obviamente el INTI se hizo cargo de esa responsabilidad. O se realizaron asambleas con criollos y comunidades originarias en Salta para discutir cómo se podían armonizar los intereses y tener un modelo productivo para la región.
Y no es solamente nostalgia. Hay ejemplos que se extienden hasta hoy. Toda la región del noroeste argentino tiene la posibilidad de corregir situaciones de falta de agua para los cultivos y el consumo humano porque el INTI Salta se ha especializado en ello. ¿Quiénes van a volver a quedar afuera en esta gestión? Todos aquellos que tengan una necesidad concreta de incorporar conocimiento para generar una propuesta de desarrollo local o comunitario y no tengan recursos para solventarlo.
– ¿Cuáles son los desafíos de un instituto como el INTI desde una perspectiva popular?
– En el momento actual el desafío del INTI, como del INTA y el resto del sistema científico es más agudo que cuando nació. La concentración y extranjerización productiva ha hecho que haya cadenas de valor totalmente desintegradas. Donde se ensambla un bien final pero sobre la base de insumos importados, por decisión de la terminal que no tiene ningún interés en integrarlo nacionalmente.
Argentinizar una estructura productiva es algo muy fácil de decir pero muy difícil de concretar. Allí hace falta sumarle al capital, que tal vez aparece con vocación nacional, el conocimiento. Y un organismo como el INTI es esencial para integrar ese conocimiento. Esto llega hasta las cosas más básicas. Permítanme dar un ejemplo muy categórico en la industria alimenticia: Argentina exporta soja en grano, aceite de soja y harina de soja. Sin embargo importa proteínas de soja de Estados Unidas que son las que se usan para las hamburguesas de calidad para darles ligamento. No hay una competencia nacional porque no se incentiva en ningún momento esa integración de la cadena de valor.
Toda la industria argentina tiene el problema de que en algún momento se integró verticalmente. Nosotros hacíamos heladeras donde el compresor se exportaba a toda Sudamérica y hoy ningún compresor de heladeras ensamblado en el país se hace acá, se importan. Este rol depende de una decisión política muy dura que hay que tomar.
– Pensando geopolíticamente, ¿la Argentina está abandonando el rol de disputa por el conocimiento?
– En teoría económica, los liberales siempre dijeron que hay tres factores de producción: capital, tierra y trabajo. En el propio seno del liberalismo, Estados Unidos, surgió la discusión de incorporar al cuarto factor para la producción, el conocimiento. Llevó décadas que la academia ortodoxa aceptara al conocimiento en su función de producción, pero hoy en día cualquier economista moderno del mundo central lo reconoce.
Los neoliberales en la Argentina tienden a ignorar esa conformación cuatripartita y piensan que buscando el capital, el capital después compra el conocimiento en cualquier lado y por tanto no hace falta producirlo. Son gente que ha crecido en una pieza haciendo ecuaciones financieras y especulando con el dinero, creyendo que el dinero es el dueño del mundo, lo que hace que ignoren que la tierra quizás puede ser comprada, pero no el conocimiento y, en la Argentina, tampoco el trabajo sin ningún límite.
– Siguiendo en esta línea de pensamiento, los movimientos populares, sociales, sindicales, ¿cómo trabajan este factor del conocimiento?
– No hemos sido capaces de incorporar todo esto a nivel popular. En muchos casos aquellos que han sido capaces de incorporar esto del conocimiento han sido cooptados por las multinacionales, como sucede en muchos desarrollos agropecuarios. El caso del INTA, por ejemplo, es muy distinto al del INTI. Las multinacionales pueden prescindir del INTI, pero no del INTA porque las experiencias territoriales son fundamentales para el desarrollo agropecuario. Todo el desarrollo de semillas que hizo EE.UU. tiene que ser validado en la Argentina, para lo que se necesita técnicos. A muchos de ellos el INTA los capacita, los forma y luego las multinacionales los compran y se lo llevan a sus empresas.
Hay una distinta evolución que hace que lamentablemente no tengamos un modelo que hoy esté batallando por ese cuarto conocimiento como factor de desarrollo argentino. Eso está lamentablemente en la cabeza de mucha gente pero no es una línea política con poder hegemónico.
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