31 enero, 2018
Festival de repudio a la domiciliaria de Etchecolatz en el Bosque Peralta Ramos
Este lunes se realizó en Mar del Plata un «Encuentro Cultural» organizado por el agrupamiento Vecinos sin Genocidas, al cumplirse un mes de la prisión domiciliaria de Miguel Etchecolatz en esa ciudad.

El Bosque Peralta Ramos queda al sur de la ciudad de Mar del Plata. Sus calles giran y se enredan. El Bosque es difícil si no estás acostumbrado. Por eso cuando me ofrecieron ir, dudé, pero un compañero que tiene auto, y que ya había ido varias veces, se ofreció a llevarme. No había excusa.
En el camino al Bosque, y al festival que se realiza en una de sus plazas, me contó de la vez que se perdió allí. Era chico, tendría unos doce años, e iba a la casa de un compañero del colegio. Después de bajarse del colectivo tenía que meterse al bosque y en la primera calle tenía que ir hacia la derecha. Fue a la izquierda. Como comenzaba a anochecer se asustó. Estaba totalmente perdido. En un momento creyó encontrar la casa. Atravesó los árboles y se metió en el terreno. Salió corriendo cuando sintió el primer disparo. Corrió desesperado. Ya era completamente de noche. Una señora lo encontró llorando y perdido. Después de las explicaciones lo acompañó hasta la casa de su amigo. Me dice que aún recuerda ese terror. Pienso lo horrible que debe ser estar perdido en ese lugar. Pienso como sería perderme ahora que está Etchecolatz.
En el auto vamos siguiendo el GPS. “Es por acá derecho” me dice. A pesar de que el festival en contra del represor tiene gran convocatoria, y varios artistas, no vemos ni escuchamos nada. Levanto la cabeza y veo la calle cortada. Nos detenemos.
Los dos miramos con esa cara que ponen los desorientados. Ahí vemos que las cuatro esquinas que nos rodean están repletas de policías. En una hay una combi con cinco uniformados preparados con casco, escudo y bastón. En otra hay una 4 x 4 con dos tipos que nos miran mal. En la otra tres charlan y fuman mientras nos vigilan. En la última hay un auto violeta, y recostados sobre el capot dos hombres cruzados de brazos. No tienen uniforme. Son milicos.
“Que mal lugar para que dos zurdos se pierdan”, me dice. Sonrió nervioso. Recuerdo que él es abogado. Eso me calma un poco. Un auto nos cruza desde la izquierda. “¿Buscan el festival? Es acá a la vuelta”, grita la que está en el asiento del acompañante. Las seguimos y encontramos la plaza que desborda de gente. En el medio un escenario, y detrás, una bandera que dice “La única casa para un genocida es la cárcel”.
Desde que la noticia de la prisión domiciliaria a Miguel Etchecolatz comenzó a circular se fueron organizando distintas medidas de repudio. Entre las últimas, una gran movilización por el centro de la ciudad y un “siluetazo” (colocación de siluetas humanas por el Bosque) que culminó en la casa del genocida.
A pesar de ello no hubo respuesta de la Justicia. Por eso los vecinos y vecinas del Bosque Peralta Ramos conformaron “Vecinos Sin Genocidas”. Desde dicho agrupamiento impulsaron este festival.
El “Encuentro Cultural” -eligieron la palabra ‘encuentro’ con precisión- incluyó murgas, músicos, acróbatas, actores y números de circo. Además, para sostener los gastos que implicaba el evento, vendieron gaseosas y sándwiches. Todo en un clima de paz y sonrisas. Fuimos más de trecientas personas las que participamos: chicos, chicas, jóvenes y adultos. Desde que entramos al Bosque, por primera vez, no tengo miedo.
Miguel Etchecolatz tiene probadas por la justicia 342 privaciones de la libertad, 91 aplicaciones de tormentos reiterados, 18 homicidios calificados, seis sustracciones y retenciones de menores, y dos desapariciones forzadas de personas. Tiene seis condenas por delitos de lesa humanidad. Cuatro de ellas son prisiones perpetuas. Hace un mes está cumpliendo prisión domiciliaría en Mar del Plata. Desde “Vecinos Sin Genocidas” sostienen que es una libertad encubierta.
En uno de los momentos más emotivos del festival se leyó la carta de Mariana Dopazo: “Por eso, a mí que no me lo vengan a contar. Nadie puede venderme el discurso de la reconciliación, ni el cuento del viejito enfermo que merece irse a su casa. Quienes conocemos su mirada, sabemos de qué se trata”. Mariana es la ex hija de Etchecolatz.
Desde el escenario la presentadora anuncia que realizarán una propuesta. La idea es renombrar esa plaza como “Plaza de los lápices”. Durante el encuentro, también, se recolectan firmas para revocar la domiciliaria. Los vecinos y vecinas decidieron no olvidar la denuncia, pero tampoco la alegría. Entendieron que la mejor forma de combatir la impunidad, de arremeter contra el horror, es aplaudiendo y cantando, abrazados, todos juntos.
Fernando Pérez Zalazar, desde Mar del Plata – @FerPeZeta
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