19 diciembre, 2017
Los fuegos de diciembre
Una fotógrafa que recibió siete balazos de goma haciendo su trabajo. Un cronista que lo vivió desde adentro de una columna militante que fue perseguida varias cuadras lejos del Congreso. Dos miradas de una jornada que tuvo al pueblo en la calle luchando contra el ajuste de un gobierno decidido a reprimir.

Una fotógrafa que recibió siete balazos de goma haciendo su trabajo. Un cronista que lo vivió desde adentro de una columna militante que fue perseguida varias cuadras lejos del Congreso. Dos miradas de una jornada que tuvo al pueblo en la calle luchando contra el ajuste de un gobierno decidido a reprimir.
1. La fotógrafa
Con varios compañeros nos acercamos hasta las vallas en Plaza Congreso, tanto desde el lado de Yrigoyen como desde el lado de Rivadavia. A eso de las 13.30 un grupo comenzó a moverlas con el objetivo de tirarlas y lo logró. Si bien había una línea de policías muy atrás que se quedó quieta, la gente avanzó a cantarles, muy tranquilos. Hasta hubo momentos en que distintos jubilados se acercaron a reclamarles.
Éramos muchos fotógrafos y mucha gente de prensa, estaba lleno. La situación siguió así por bastante tiempo hasta que a eso de las dos de la tarde, cuando comenzó la sesión, se empezaron a tirar piedras.

La policía lo primero que hizo fue tirar pintura para marcar personas. Después de un rato apareció el camión hidrante. Despejaron pero no demasiado y la policía seguía en su línea, no avanzaba.
De pronto tiraron gases, balas y ahí se dio un retroceso de los manifestantes. La gran mayoría de los trabajadores de prensa estábamos como en un embudo y tuvimos que salir hacia Rodríguez Peña. Intentamos escapar por ahí y nos tiraron más gases. Colegas de otros medios fueron emboscados y les lanzaron gas pimienta.
2. El cronista
Llegué con la intención de transmitir en vivo por facebook, aunque sea un rato sabiendo que la señal escasea. Aún cuando recién eran las 12 y las columnas estaban llegando a la plaza fue imposible. No había señal.
Fui hasta las vallas -del lado de Rivadavia y también de Yirigoyen- y me llamó la atención la poca policía a la vista. Apenas un cordón del ancho de la calle y nada más. Hasta pensé, ingenuo, que podía no llegar a pasar nada ese día.
Luego de dar un par de vueltas decidí ubicarme en la columna con mis compañeros de militancia. De golpe se escucharon un par de tiros desde adelante y llegaron las ordenes de repliegue: «Nadie corra, retrocedemos caminando». Saqué la remera de repuesto que tenía en el bolsillo de la bermuda (por si me marcaban) e improvisé un pañuelo. Aunque estábamos a varios metros, el gas lacrimógeno se empezaba a sentir.

Un compañero me acercó medio limón por las dudas y lo guardé en el bolsillo. Volvimos a avanzar y a retroceder varias veces, siempre sobre Yrigoyen.
3. La fotógrafa
Nos volvimos a meter por Montevideo y varias columnas ya se estaban desconcentrando. Estábamos más o menos a mitad de la plaza y había una lucha entre balazos de goma y lluvias de piedras. Hay un video donde se logra ver que la policía tiene que retroceder. Eso era sorprendente, no paraban las piedras y cada vez las personas avanzaban más.
En paralelo se estaba generando otro punto de conflicto sobre Yrigoyen donde la policía estaba más adelante. Ahí hubo muchísimas balas de goma y avanzaron con los camiones hidrantes.

Sin embargo en un momento se llegó hasta las vallas nuevamente y las intentaron tirar. Los camiones hidrantes pusieron primera y empezaron a atropellar a todo el que estuviera en frente.
Varios fotógrafos que estábamos sobre las rejas de la plaza quedamos en el medio, entre la policía y los manifestantes. Ahí la policía comenzó a tirar mucho gas lacrimógeno. Se generó una gran nube donde muchos terminamos ahogados. En ese momento no podía respirar, no podía ver, me chocaba con cosas. Tuve que chupar un limón entero y salimos.
4. El cronista
Si bien nuestra columna no estaba adelante de todo, apenas había una organización más entre nosotros y la policía. De pronto se empezaron a escuchar muchos tiros, cayeron gases y avanzaron los camiones hidrantes. Fue muy difícil retroceder, las organizaciones que estaban atrás no se movían y las que venían de las vallas querían salir a toda costa porque los iban a pasar por encima.
A pesar de todo pudimos retroceder más o menos ordenadamente hasta el comienzo de Avenida de Mayo. Después de un rato volvimos. Ya sabíamos que había quórum y había que quedarse para evitar que aprobaran la ley. Esa era la dinámica, avanzar y retroceder.
No sabíamos lo que se venía. Decidida la policía avanzó con todo, los gases empezaron a caer a mansalva y el repliegue fue inmediato pero mucho más ordenado que la primera vez.

Nos fuimos por Yrigoyen y un compañero que se notaba que tenía mucha experiencia daba indicaciones para calmar a quienes se encontraban más nerviosos. Sin embargo, cuando estábamos claramente en retirada un gas cayó directamente adentro de nuestra columna. Hubo algunas corridas y ahí me di cuenta: «No quieren que volvamos más a la plaza».
Mientras llegábamos a 9 de julio el medio limón que tenía en el bolsillo sirvió para algo: se lo di a un compañero de seguridad que se había comido todo el gas.
Llegando a la avenida más ancha del mundo un grupo de pibes quiso entrar a un local comercial. El mismo compañero que antes había tranquilizado a varios pegó un grito: «¡¿Qué hacen manga de pelotudos?! ¡Rajen de ahí!». Los muchachos inmediatamente obedecieron.
5. La fotógrafa
Un nuevo foco de conflicto se dio sobre Rivadavia, a la altura del Gaumont. Mientras tanto las piedras nunca pararon de tirarse. Aunque cayeran gases y dispararan balas, siempre se volvía a avanzar.

Entonces apareció la policía motorizada tirando. Muy provocadores, revoleando sus itakas y golpeando a lo que hubiera en su camino. Las organizaciones replegaron y la policía se mandó por las calles laterales. Comenzaron la cacería, tirando y levantando detenidos.
De pronto se empezó a juntar gente en Salta y Avenida de Mayo. La policía volvió a avanzar, las personas corrieron y los fotógrafos nos quedamos. Porque nuestra labor es registrar lo que está pasando y no teníamos ningún motivo para irnos de ahí.
Éramos un grupo como de seis o siete. Vinieron y nos disparan. Nos corrimos un poco y nos dispararon de nuevo a cinco metros de distancia. Ahí me dieron siete balazos y a otra compañera también. Me fui como pude hasta 9 de julio, me limpié la sangre y caminé hasta el local de mi organización en las inmediaciones de Congreso.
6. El cronista
En 9 de julio seguían reprimiendo, hasta ahí nos persiguieron. Tuvimos que irnos hasta Constitución. Al llegar me entero que una compañera fotógrafa había sido baleada y estaba en nuestro local. Con otros dos compañeros decidimos ir hacia allá: un médico, un abogado y yo, un periodista. Claramente era el menos útil de los tres.

Nos tomamos el subte sabiendo que estábamos volviendo hacia donde nos querían cagar a palos. Caminamos no sin temor las callecitas que unían la estación Diagonal Norte en el Obelisco y el Pasaje Rivarola. De pronto, al doblar una esquina se escucha a todo volumen «Se viene el estallido» de la Bersuit. No más de seis personas hacen pogo en la calle, no pasa un auto, no hay policías. De lejos se siguen escuchando disparos.
Llegamos, la compañera fotógrafa está bien. El médico hace su trabajo y dice que por suerte no tiene nada grave. Nos vamos acompañándola hasta un punto seguro donde la pasan a buscar en auto (no la vamos a dejar caminar con un vendaje en medio de esa cacería). Le digo que si puede, si tiene ganas, me mande un audio relatándome lo que vivió ese día. «Obvio», me contesta y agrega: «Aguante la comunicación popular». No puedo más que sonreir y agradecerle.
Mientras me subo al colectivo me llegan los mensajes de que arrancan los cacerolazos que van a durar toda una noche y llenarán de nuevo la Plaza del Congreso un 19 de diciembre. Pero esa es otra historia.
Santiago Mayor – @SantiMayor y Bárbara Leiva
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