27 octubre, 2017
Gabriel Vommaro: “Es muy pronto para hablar de hegemonía”
El programa “Fuera de Servicio” de Radio Sur 88.3 conversó con Gabriel Vommaro, sociólogo, escritor, investigador, autor -entre otros libros- de «Mundo PRO» y el recién editado «La larga marcha de Cambiemos. La construcción silenciosa de un proyecto de poder».

El programa “Fuera de Servicio” de Radio Sur 88.3 conversó con Gabriel Vommaro, sociólogo, escritor, investigador, autor -entre otros libros- de Mundo PRO y el recién editado La larga marcha de Cambiemos. La construcción silenciosa de un proyecto de poder.
Vommaro se refirió a las caracterizaciones que realiza sobre el PRO y Cambiemos, imprescindibles para comprender la realidad actual. Además, habló sobre los aspectos de la realidad que el macrismo supo leer mejor que otros sectores. ¿Hay una nueva hegemonía M?
– ¿De qué hablás exactamente en tu nuevo libro?
– Intenta pensar cuál fue el proceso que llevó a Cambiemos al poder en términos específicos y no solamente las alianzas entre los diferentes partidos; cómo se conforma un proyecto político por el cual por primera vez el centroderecha en Argentina tiene una opción competitiva y llega al poder mediante elecciones. Es la historia desde el año 2001 de construcción de un proyecto electoral de poder vinculado con el centroderecha del país.
– ¿Qué entendió el PRO de la Argentina? ¿Lo hemos subestimado?
– El PRO siempre tuvo una especie de coalición dirigente que se mantuvo hasta ahora donde está Marcos Peña, Larreta, Caputo, Macri y algunos que entran y salen; estuvo Micchetti y ya no está, Pinedo entra y sale, y otros actores más. Su estrategia parte de un diagnóstico que se reveló acertado con el tiempo, y es que para ser un proyecto político que podríamos llamar amigable con los mercados -una sociedad más desregulada, menores protecciones sociales, laborales, etc.- ya no era posible confiar en los partidos mayoritarios.
El menemismo había sido un reformador imperfecto y el radicalismo con la Alianza había terminado en un fracaso. Había que construir una fuerza política propia y desde 2001 en adelante todas las decisiones que fueron tomando Macri y esa dirigencia tuvieron que ver con construir esa fuerza política, para lo que se fueron nutriendo de cuadros que venían del mundo de la empresa y de las ONGs.
Lo que entendieron es que había una oportunidad histórica en el país para que se construyera esta fuerza política que empezó localmente y que pudo haber terminado diferente, pero que casi al final del camino se encontró con un radicalismo debilitado que fue el socio ideal porque era un partido con mucha implantación nacional pero sin un proyecto político claro y terminó subiéndose al del PRO. Una coyuntura importante por la situación ideológico-política y de problemas del anterior gobierno para mantener sus aliados fue favorable para que esas micro decisiones que fueron tomando desde 2001 en adelante coajaran en un triunfo electoral como fue el de 2015.
– ¿Hay una nueva hegemonía macrista? ¿La izquierda y el progresismo están perdiendo una batalla ideológica?
– Hace unos meses después de las PASO, José Natanson escribió esta idea de la nueva hegemonía de PRO y armó un revuelo. Yo creo que es muy pronto para hablar de hegemonía porque hay apenas casi dos años de un gobierno nuevo que controla crecientemente algunos resortes del poder, sintonizó bien un clima de época y está intentando construir consensos en torno a la idea de un proyecto anti-populista pro-mercado. Pero llamar a eso “hegemonía” me parece muy pronto.
Sí podemos hablar de esa minoría intensa y consistente que tiene enfrente minorías disgregadas o con poca capacidad de convencimiento. No tenemos que apurarnos; la historia va más lento que nuestras ansiedades. Lo que es claro es que hay un clima cultural diferente.
En buena medida el gobierno actual entendió bastante rápidamente que el control del Estado y el acceso al poder político te da una capacidad de difusión de un mensaje, de construcción de señales culturales enorme. Esto lo aprovechó el kirchnerismo en otro sentido y que ahora ellos intentan aprovechar para deslegitimar el ciclo político anterior y para ir construyendo poco a poco los consensos respecto de que la salida modernizante que ellos llaman “cambio cultural” es el único camino posible para la Argentina y que todos los males del país tienen un único responsable que es el peronismo.
– ¿Algo así como normalizar esa anomalía?
– Sí, hay una idea muy clara de construir un «país normal», pero la verdad es que buena parte de los últimos gobiernos argentinos asumieron proponiendo un país normal. Kirchner asumió igual. El tema es cómo definimos qué es normal en cada caso y cómo se construye esa normalidad.
Kirchner hablaba de un país con instituciones democráticas mejores, una Corte Suprema de mejor calidad, menores niveles de corrupción y mayor integración social. La normalidad planteada ahora tiene más que ver con la austeridad, con un Estado más al servicio de las energías privadas que un Estado regulando el mundo privado y la idea de que en el mundo se hacen las cosas de un modo y que nosotros las hacíamos de un modo diferente; teníamos que reencauzarnos. Pero esta normalidad tiene un sentido de la historia más fuerte que el que proponía Kirchner que era más modesta, algo así como “arreglemos dos o tres cosas que hacen falta y avanzamos”.
– ¿Pensás que algo de esto también tiene que ver con la despolitización del discurso?
– El gran cambio que también intentó producir el macrismo en este último tiempo de gobierno tiene que ver con bajarle el tono al debate político y con conectar con un electorado no politizado. Lo hicieron desde 2005-2007. ¿Cómo hace la centroderecha para ampliar su electorado? Se vuelve muy pragmática, flexible en términos ideológicos y su objetivo es conectar con los electorados menos politizados. Sabiendo que los más politizados son primero muy gregarios y segundo los que están con vos, están con vos y los que no, son duramente opositores.
La estrategia fue siempre buscar mensajes, políticas públicas, que sintonicen con ese electorado más alejado de la política. El algoritmo en parte es eso, es meterse en la sociabilidad virtual de las personas, en las redes sociales como modo de vinculación interpersonal muy central y proponer una especie de mensaje o de conexión muy política pero construida en base a la no política.
– La pretensión de que las ideologías y las utopías ya no existen…
– Hay una tensión histórica muy clara en el siglo XX: el liberalismo perdió sus utopías muy pronto, las perdió en el siglo XIX, por eso hubo un conservadurismo liberal muy fuerte en todo el siglo XX. Las utopías estuvieron en general del lado de la izquierda o del centro para la izquierda. Eso no es nuevo; la derecha no razona en términos de utopía ni propone utopía. Es más realista, más de la idea de «hagamos las cosas como hay que hacerlas». Y ese «como hay que hacerlo» está construido más en base a discursos emocionales y empáticos que a una cuestión doctrinaria, ideológica o de discurso económico.
No hay discurso económico, es un gobierno que tiene un discurso económico bastante lavado; de hecho el planteo inicial fue un cambio cultural. No fue ni shock ni “cirugía mayor”. Todas la metáforas que se usaron en los inicios de los gobiernos de ajuste acá se usaron pero tamizadas bajo la idea de lucha contra las mafias y cambio cultural.
– ¿Por qué el macrismo gana en los sectores populares?
– Yo no exageraría; no es que no hay sectores populares que voten a este gobierno, pero tampoco tiene ahí un voto mayoritario; sigue habiendo una correlación entre voto y clase muy fuerte.
Sí te diría que el kirchnerismo en su último tiempo enajenó parte de su electorado popular y especialmente lo que uno puede llamar el de las clases medias trabajadoras. Ese electorado que tenía buenos ingresos pero malas condiciones de hábitat, por ejemplo. En algunos casos como en la provincia de Buenos Aires, la gestión de gobierno fue bastante regular en los últimos años. La obra pública cayó mucho, entonces uno puede decir que hay una promesa, una expectativa vinculada con el mejoramiento de la vida vía condiciones de modernización, mejores caminos, mejor transporte, que fueron áreas en las que falló el gobierno anterior.
No creo que haya ahí un convencimiento ideológico, una conversión al centro derecha. Como tampoco hubo una conversión al centro izquierda o al peronismo de izquierda cuando el 54% votó por Cristina Kirchner. No hay que sobreideologizar la lectura sobre cómo se mueven los electorados. Son a veces conexiones coyunturales que veremos cuánto duran en este caso. Sí es verdad que este gobierno tiene cosas para proponer y para ofrecerle también a las clases populares. No se priva de hablarle a esos sectores que son esquivos.
– ¿Cuál es el rol de las ONGs en la consolidación del macrismo en la sociedad civil y en su “despolitización”? ¿Qué papel tienen ahora que son gobierno y que muchos de sus funcionarios vienen de ese sector?
– Por un lado, en el ámbito de la política social hay un intento de este gobierno de llevar al nivel de política de Estado el triángulo entre filantropía empresaria y aportes privados, ONGs y ayuda social profesionalizada y Estado. Ese triángulo que antes existía por fuera del Estado, ahora a través de la Fundación Banco Provincia o del Ministerio de Desarrollo Social aparece como una política fomentada desde el Estado.
Los cuadros de las ONGs y las asociaciones que asumieron cargos ejecutivos -que son muchos- tienen ese horizonte de transformar el modo en que el Estado se vincula con la acción social y con las clases populares. Estos triángulos tienen un efecto muy claro de sacar a la política social de la lógica reivindicativa y llevarla a una lógica de servicios profesionales y modernos.
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