19 octubre, 2017
El macrismo: una filosofía miserable
Por Lucas Villasenin. ¿Cuál es la concepción del mundo de quienes llegaron al gobierno en 2015? ¿Qué cambio en los valores y en la moral proponen? Algunas de estas respuestas están en «La evolución de la Argentina» de Alejandro Roztichner.

Por Lucas Villasenin. ¿Cuál es la concepción del mundo de quienes llegaron al gobierno en 2015? ¿Qué cambio en los valores y en la moral proponen? Algunas de estas respuestas están en La evolución de la Argentina de Alejandro Roztichner.
El libro publicado hace un año por el filósofo Alejandro Rozitchner es un material sumamente relevante para comprender cómo funciona la concepción del mundo macrista. El asesor del presidente nos permite conocer las coordenadas del pensamiento desde el cual se busca construir una nueva hegemonía política en el país.
¿Por qué una filosofía?
El macrismo necesita su filosofía para gobernar y cambiar la Argentina. De eso es consciente Roztichner que plantea una relativa sistematización de algunos elementos constituyentes de la concepción del mundo que les es propia. Se trata de una concepción en la que la sensibilidad predomina sobre el discurso; y por ello mismo es que se le plantea la necesidad de traducir en ideas esa misma concepción.
Rozitchner reivindica como filosofía a una visión del mundo ajena a cualquier ideología que tergiversa la realidad. Pero este rechazo a las ideologías no implica «que el PRO carezca de filosofía, es que esta es probablemente más sobria, más directa, más moderna».
¿Qué cambio necesitamos?
Para el intelectual orgánico del gobierno en Argentina las instituciones estuvieron amenazadas durante los últimos años por privilegiados que han usufructuado de la cosa pública. Estamos en un país en el que fuimos estafados y usados por «gobiernos populares».
La salida a los problemas argentinos llegan con «gente nueva» y una «nueva cultura política» que pretende explicar en su libro. Esa nueva cultura está centrada en los valores que el PRO reivindica: cercanía, positividad y futuro.
De acuerdo a sus ideas, hay que cambiar los sueños por los deseos realizables. Hay que abandonar la política como confrontación para dar lugar a la política como «desarrollo» y «creación» ligado a la «gestión». Los argentinos tenemos que desprendernos de una moral que reivindique derechos al ser «una visión patológica e ignorante de las realidades naturales y sociales» para tomar una moral centrada en «la acción». Hay que desterrar la melancolía del pasado para entusiasmarnos con el futuro.
La solución siquiera pasa centralmente por el crecimiento económico o por cuestiones cuantitativas. Según el asesor presidencial la crisis es una «producción nacional». Incluso cínicamente sostiene que «algo se satisface en nosotros con la crisis». Para dar logar el cambio necesitamos una maduración y transformación que abandone «la crítica» que tiene una base escéptica y nuestra «satisfacción» por el «fracaso». A cambio, se debe promover el «camino de distención, relajación, confianza y afectividad».
Tenemos que dejar atrás el «pobrismo» del «progresismo» que asumiría que la carencia es sinónimo de honradez y de «reivindicar a la pobreza como cultura popular», para dejar paso a una «moral activa» que cree riqueza.
Tenemos que dejar de ser «cancheros» que nos las creemos todas o depresivos. Contrariamente, debemos entusiasmarnos por el momento que se está viviendo.
Para evolucionar la Argentina necesitaría «buenas personas» y eso «no es vivir decepcionado frente a un mundo cruel, es disfrutar de la existencia y contagiar ese disfrute cierto como una orientación permanente».
En la Argentina se deberían abandonar «los caprichos infantiles» de luchar por derechos junto con la inercia conservadora que impide el cambio. Este proceso Roztichner lo asume como conflictivo y paulatino. El cambio tiene también que ser desidealizado, pues el cambio es una «revolución de la sensatez». En este cambio no se puede descargar las culpas sobre el poder económico pues no hay nada que encarne algo semejante.
Un cambio que no es tan nuevo
Según él: «Los grandes edificios intelectuales del pasado no son la única manera de pensar. Más bien parecería que en cierto sentido ellos son hoy una manera de no pensar, de repetir lugares comunes incuestionados y poco valiosos a la hora de armar una consciencia actual del estado de cosas».
Lo que debería sumir el filosofo macrista es que sus «nuevas ideas» no son tan nuevas como pretende. Su concepción cuenta con un rechazo a la modernidad en términos filosóficos. Su rechazo a los grandes relatos y al pensamiento crítico, así como la centralidad de la gestión que rechaza a la ideología o reniega de la funcionalidad de los sujetos sociales, fueron algunos de los pilares del posmodernismo en las últimas décadas del siglo pasado. El autor que reivindica originalidad por momentos no pareciera hacer más que una adaptación local de las ideas que ya François Lyotard expresara en La condición posmoderna hace 38 años.
Debilidades macristas
En un momento en el cual el macrismo pretende demostrar una gran fortaleza es también momento de comprender cuáles son sus desafíos para lograr imponer una nueva hegemonía. De esa manera el libro de Rozitchner nos permite identificar algunas de las potenciales debilidades del cambio cultural que propone. Destacamos dos:
- En La evolución de la Argentina hay un sistemático rechazo a crear un «movimiento trascendental» y a la reivindicación de la historia. Para él, «la historia es tiempo muerto, está llena de personas muertas» y «no hay libertad en el pasado». El macrismo no busca reconstruir un relato histórico-nacional, y eso lo diferencia de cualquier proyecto de las élites económicas en otros momentos de la historia. Construir una nueva hegemonía sin semejante tarea se plantea como uno de sus desafíos más audaces.
- Para su filosofía no hay «pueblo» pues el mismo termino encarna elementos fascistoides. Para el macrismo se trata de darle poder a los «individuos sumados». Tampoco hay necesidad de reivindicar derechos innatos a los seres humanos sino trabajar para lograr que sus beneficios existan. Seguramente estos elementos se vinculen a la imposibilidad o falta de voluntad de reconstruir una mirada histórica de la Argentina. En pocos lugares del mundo las palabras de pueblo (presente en el mismo preámbulo de la Constitución) o derechos (siendo las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo las principales referentes de derechos humanos internacionalmente) tienen el peso con el cuentan en Argentina.
Quienes promueven esta filosofía son conscientes que su revolución va en contra de mucho del sentido común vigente en el país. La reivindicación de derechos, el rechazo a la desigualdad y a la concentración económica, el ejercicio de una democracia activa, la vigencia de las pasiones populares que se expresan en multitudes movilizadas son parte de lo que esta visión del mundo pretender desterrar del horizonte histórico de los argentinos y las argentina.
Esta filosofía desde una perspectiva histórica es lisa y llanamente miserable. Implica la destrucción de lo más valioso de los derechos sociales conquistados en el siglo XX y de nuestra identidad nacional. El próximo domingo 22 de octubre aún estamos en condiciones de darle un duro golpe a esa visión del mundo que pretender ser hegemónica.
@villaseninl
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