29 septiembre, 2017
#JuntasAbortamos: una experiencia socorrista en primera persona
Mientras se presiona por la despenalización y legalización del aborto en todos su causales, las Socorristas en Red -feministas que abortamos-, informan y acompañan a las mujeres y personas gestantes a interrumpir sus embarazos, para que lo hagan de forma segura y cuidada con el medicamento misoprostol.

En el marco del 28 de septiembre, “Día de Lucha por la Despenalización y Legalización del Aborto”, se concentrará a las 15hs en Plaza de Mayo y a las 17hs se dará lugar a la Marcha Federal hacia el Congreso. La convocatoria está integrada por movimientos de mujeres, feministas y de la disidencia organizada en 21 países y al menos por siete redes regionales para dar a conocer el grave problema de salud pública, derechos humanos, justicia social y equidad de género que entraña el aborto clandestino e inseguro.
Mientras se presiona por la despenalización y legalización del aborto en todos su causales, las Socorristas en Red -feministas que abortamos-, informan y acompañan a las mujeres y personas gestantes a interrumpir sus embarazos, para que lo hagan de forma segura y cuidada con el medicamento misoprostol. Dicha red surge de manera oficial en el año 2013 y actualmente comprende alrededor de cincuenta colectivas en todo el país.
Las socorristas dan la lucha no sólo desde la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, o en la práctica misma, haciendo posible que cotidianamente mujeres y personas gestantes lleven a cabo su decisión sobre sus propios cuerpos; sino que también disputan los sentidos sociales arrojando año a año estadísticas que rompen con los mitos en torno al aborto, a qué cuerpos lo practican y a la mujer como sinónimo de madre. Dando como resultado que las mujeres abortan independientemente de su situación socio-económica, religiosa, educativa, sexo-afectiva, o si tienen o no hijos/as.
Parte de esta batalla cultural, son los relatos que escriben las propias socorristas sobre su militancia y los escritos por parte de las diferentes mujeres que recurren y transitan su aborto acompañadas por la red. En esta oportunidad, compartimos el relato de una compañera* de la colectiva feminista Mala Junta, sobre su experiencia en la lucha socorrista.
Mi primera experiencia como socorrista
Era mi primera consejería y nos tocaba encontrarnos cara a cara con la mujer que tenía turno ese día. Nuestros encuentros a veces son grupales, otras veces individuales dependiendo de la situación. Yo estaba muy nerviosa, tenía miedo a equivocarme, a dar información errónea. Todavía no había llegado la mujer y yo no paraba de repasar con mi compañera todo lo que me iba a tocar decir.
Cinco minutos antes de las seis de la tarde, hora que habíamos pautado el encuentro, suena el timbre del espacio en donde funciona nuestra consejería. Era Camila, una mujer alta, de pelo largo y negro. Llegó con una sonrisa enorme preguntando por Violeta. Nos presentamos y le comentamos que nuestra compañera Violeta se encarga de atender el teléfono público y de coordinar los turnos, y que la consejería de ese día la dábamos mi compañera y yo.
Mientras preparábamos el mate, hablamos de un montón de cosas. Nos contó que desde que se enteró de su embarazo se la pasó angustiada y que antes de contactarse con nosotras, había pasado por otros centros de salud en donde no la habían tratado bien. Nos explicó que son pocas las personas que saben de su situación, que muchas no iban a entenderlo, que estaban en contra del aborto y que la iban a juzgar. Pero también nos dijo que ella supo su decisión desde el primer momento en el que se enteró de su embarazo, y que su pareja y una pareja amiga la estaban apoyando.
Habló de las dudas y de los miedos que la acompañaron incluso antes de llamarnos: “No sabía quiénes me iban a atender, ni qué me iban a decir”. Pero nos dijo que ni bien le atendimos el teléfono, todas esas sensaciones desaparecieron por el alivio de sentirse acompañada. Me acuerdo, casi textual, sus palabras: “Violeta es re copada, y cuando la escuché me tranquilicé, sentí que me entendía, que me iba a ayudar, es un amor”.
Me acuerdo porque en ese momento pensé en mi aborto y en lo distinto que significa transitarlo acompañada. En lo distinto que es que te digan que no importa la razón por la que lo estés haciendo, que las mujeres abortamos todos los días, que estás en todo tu derecho a decidir sobre tu cuerpo. Que te expliquen que no te vas a morir, que es un método seguro, que lo podés hacer en tu casa y que no tenés porqué sentirte culpable.
Esa instancia que se generó antes de pasar a explicarle cómo hacerse un aborto con misoprostol, hizo que se me calmaran todos los nervios. Y me di cuenta de algo que ya me habían enseñado las compañeras que me formaron en socorrismo, pero que recién en ese momento lo pude ver, lo pude comprender. Es que nuestro rol no se basa sólo en informar los métodos seguros y efectivos para realizarse un aborto con pastillas. Nuestra militancia va mucho más allá.
El socorrismo es una práctica feminista, se trata de escuchar, de comprender, de entender sin juzgar. De estar con el teléfono al lado en el momento que están usando el medicamento, receptivas a cada uno de sus mensajes. En esos encuentros, en las rondas con mates y charlas de por medio, estamos politizando el aborto -ellas quizá sin saberlo-; estamos cuestionando al Estado, a las instituciones, al rol que nos asignan como mujeres en la sociedad. Estamos desafiando al sistema heteropatriarcal.
En la consejería todo marchó bien. Cami antes de irse nos abrazó fuerte y volvió a agradecernos por el encuentro. A las horas nos volvimos a comunicar por el teléfono de “batalla”, que son los teléfonos de guardia que tenemos cada socorrista para comunicarnos en el momento del aborto y en el post aborto. Nos mandamos algunos mensajes que quiero citarlos textualmente por lo que transmiten por sí solos: “Qué alegría conocerlas, no tengo palabras. Me dan paz, tranquilidad, me entienden, qué más puedo pedir en la vida, nos cruzamos por algo de eso estoy segura” y más tarde otro que decía: “Estaba hablando con una amiga y le contaba lo contenta que estoy, brindamos por eso”.
Esa noche yo también brindé por eso, y por todas las que estamos ahí, poniendo el cuerpo todos los días para tejer redes de sororidad que amortigüen tanta injusticia patriarcal. Brindé por seguir acompañando deseos, construyendo autonomías y libertades. Brindé por el feminismo que tanto calor nos da. Brindé porque en esta lucha estamos juntas y hermanadas, hoy más que nunca.
* Por razones de seguridad en un contexto donde el aborto sigue siendo ilegal, este artículo no lleva firma
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