26 septiembre, 2017
El Kurdistán iraquí votó por su independencia
El 25 de septiembre, el Gobierno Regional del Kurdistán iraquí realizó un movimiento temeroso al llevar a cabo un referéndum para decidir si seguirá siendo parte de Irak o si el mundo verá el nacimiento del primer Estado kurdo independiente. Mientras la región aún lucha por dejar atrás el último ciclo de violencia e inestabilidad, una nueva llama podría encender el polvorín.

Con el grupo Estado Islámico en completa retirada y al borde del colapso en Irak y la vecina Siria, pareciera que la estabilización del país habría hallado la luz al final del túnel. Sin embargo, un nuevo escenario de incertidumbre pone en cuestión la integridad del territorio: el Gobierno Regional del Kurdistán iraquí (GRK), celebró este lunes 25 un referéndum -anunciado a principios de junio de este año- para decidir por su independencia. En sus resultados iniciales, las urnas arrojaron más de un 93% a favor, con más de un 72% de participación del padrón electoral.
Pero primero, algunas precisiones para saber desde dónde hablamos. El territorio señalado como el Kurdistán histórico se encuentra actualmente dividido entre cuatro países: Turquía, Irán, Siria e Irak. Conformado por entre 30 y 40 millones de personas, el pueblo kurdo es la comunidad étnica o nacional más grande sin un Estado que identifique como propio.
Un aspecto distintivo es que las comunidades kurdas comprenden una gran diversidad de dialectos, estructuras sociales y confesiones. Además, las distintas maneras en la que “la cuestión kurda” se ha desarrollado en los cuatro países mencionados han dado lugar a distintas estrategias y propuestas políticas. Por esto, el movimiento kurdo está lejos de ser homogéneo, presentando a un amplísimo abanico de corrientes diferenciadas (y a menudo enfrentadas) por ideologías, agendas particulares y alianzas regionales.
El referéndum actual compete únicamente a la Región del Kurdistán Iraquí -de por sí estratégica por su posición central en las rutas comerciales regionales y su riqueza petrolera- pero posee un significado simbólico enorme para la región.
Rivalidad de origen
Las relaciones entre el GRK, con sede en Erbil, y el gobierno nacional central en Bagdad, jamás pudieron armonizarse. Disputas por la explotación y comercialización de las reservas petrolíferas, la definición de partidas presupuestarias y fondos de inversión y las relaciones exteriores han sido algunos de las principales líneas de fractura entre ambos centros de poder. Además, el GRK cuenta con sus propios aparatos de seguridad e inteligencia, en competencia con las fuerzas nacionales.
La reciente guerra contra el ISIS trajo episodios de cooperación, pero también condujo a nuevas disputas a medida que los kurdos aprovecharon el vacío dejado por la crisis del Estado iraquí para reafirmar su posición sobre áreas en disputa.
Otro gran interrogante será la repercusión que esto traerá en otras comunidades étnicas que habitan la zona en cuestión, en especial las comunidades árabe y turcomana, en un escenario donde las líneas partidarias cada vez están más dibujadas sobre lazos de pertenencia y solidaridad comunitarios.
La cuestión del liderazgo
El GRK ha sido gobernado desde su establecimiento por el Partido Democrático del Kurdistán (PDK), que gira principalmente en torno al liderazgo del poderoso clan Barzani. Su conservador presidente, Masud Barzani, representa la estructura social tradicional de clanes y ha ejercido su autoridad con dosis de verticalismo y pragmatismo.
Pese a que el Kurdistán iraquí ha gozado de mayores niveles de estabilidad y desarrollo que el resto del país, los últimos años han mostrado un severo retroceso en los niveles de bienestar y oportunidades, originado por la caída sostenida de los precios del petróleo.
Diferencias ideológicas y disputas de poder han enfrentado recurrentemente al PDK con otras fuerzas y facciones kurdas. Pese a que han favorecido finalmente el referéndum, cuestionaron las formas y motivaciones con las que el PDK condujo el proceso. Lo ven principalmente como una maniobra para monopolizar la causa nacional y así saldar una fuerte crisis de liderazgo, propiciada por altos niveles de corrupción y concentración de poder.
La mesa de apuestas
La mayoría de los actores regionales no han esperado al resultado para sentar su posición. El gobierno central en Bagdad ha condenado el referéndum desde su anuncio y ha amenazado con tomar represalias en caso de entrar en efecto. Esta posición ha sido acompañada por sus vecinos, Turquía, Irán y Siria. Aunque estos países han colaborado en el pasado con el GRK, temen que el referéndum envalentone a las comunidades kurdas que habitan dentro de sus territorios a seguir un camino similar
El gobierno turco anunció que cerraría la frontera de su país, imponiendo en los hechos un severo bloqueo sobre las exportaciones kurdas. Al mismo tiempo, unidades militares turcas e iraquíes han comenzado a movilizarse. En paralelo, Irán ha detenido los vuelos comerciales hacia el Kurdistán iraquí.
Desde los EE.UU. se han enviado señales de inquietud. Si bien Washington ha forjado una estrecha cooperación diplomática y militar con fuerzas kurdas en Irak y Siria, se teme que las consecuencias inesperadas y la escalada de tensión echen por la borda el esfuerzo puesto en dirigir la lucha contra el ISIS; además se busca evitar que una nueva crisis embista al gobierno iraquí.
Por otro lado, el gobierno israelí ha mostrado un oportuno interés en la posibilidad de que exista Estado kurdo enemistado con sus vecinos árabes. El gobierno de Benjamín Netanyahu concibe que pudiera encontrarse con un aliado natural cuya sola existencia se interponga en la agenda de rivales regionales.
Lo cierto es que en la historia postcolonial de Irak, los experimentos por crear un Estado federal multinacional fueron de corta vida, y en su momento el nacionalismo árabe tuvo pocas herramientas (o intenciones) para contemplar a otras comunidades dentro de su proyecto. Los ciclos de insurrecciones e intentos de asimilación han marcado la manera en la que la comunidad kurda percibe a la autoridad del gobierno central iraquí históricamente.
En ese sentido esta nueva fase de una vieja crisis latente es un síntoma del dilema que ha atravesado a Irak, acentuada por aquel traumático cambio que supuso la invasión norteamericana en 2003. En los últimos años, la etnia o la confesión han representado un espacio de contención e identificación más significativos y presentes para los individuos que un Estado-Nación nacido en crisis constante.
Julián Aguirre – @julianlomje
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