19 septiembre, 2017
Corrientes: una niña murió por comer una mandarina con agrotóxicos
Rocío, de 12 años, falleció tras ingerir una mandarina que encontró camino a su casa. Estaba impregnada de Furadán, un agrotóxico parcialmente prohibido en la Argentina. El abogado de la familia, Francisco Pisarello, denunció que los organismos de control «no cumplen con su función» y que los empresarios tienen que entender «que no se pude producir a costa de la salud».

Rocío, de 12 años, falleció el pasado 9 de septiembre tras ingerir una mandarina que encontró camino a su casa. Estaba impregnada de Furadán, un agrotóxico parcialmente prohibido en la Argentina. El abogado de la familia, Francisco Pisarello, denunció que los organismos de control «no cumplen con su función» y que los empresarios tienen que entender «que no se pude producir a costa de la salud».
«Rocío comió una mandarina y murió. La encontró en el trayecto desde su casa a una capilla ubicada a 1500 metros», contó a «Con el pie izquierdo» (Radio Sur 88.3), Francisco Pisarello.
«Pasó por el portón de ingreso de un establecimiento cítrico, se encontró con la mandarina, la agarró, la peló, convidó la mitad a su sobrinito Damián de 10 años y ella ingirió la otra mitad. Casi instantáneamente comenzó a sentirse mareada, quedó casi paralizada y no pudo regresar a su casa», detalló. Y prosiguió el relato: «Damián regresó a pedir ayuda mareado, con fuertes dolores estomacales, agarrado a un palo que hizo de bastón. Fue socorrido por su madre que le preguntó qué había pasado y, en idioma guaraní -porque es gente humilde-, le dijo que habían simplemente comido una mandarina y que Rocío había quedado allá».
La madre se quedó ayudando a Damián y los hermanos de Rocío (una de 22 y uno de 16) fueron a socorrer a la niña. Como pudieron la llevaron a su hogar. La ambulancia no llegaba así que llamaron un remís que los llevó hasta el hospital, a siete kilómetros de Mburucuyá, el paraje rural en que se encontraban. Cuando llegaron, les hicieron primeros auxilios y por la gravedad los trasladaron a un hospital de mayor complejidad. «En el traslado muere Rocío», contó Pisarello.
«Los chicos no ingresaron al establecimiento. Encontraron la mandarina afuera, frente al portón de ingreso», explicó el abogado, contra las versiones que circulaban en algunos medios.
Según lograron reconstruir en la causa, el viernes 8, personal que realizaba otras tareas, «sorpresivamente recibió la orden del capataz para que se pongan a cosechar mandarina desde las 11 de la mañana hasta la noche». Esa fruta fue trasladada al galpón en cuestión. «Entendemos que era periódico el traslado de ese establecimiento citrícola a uno de arándanos que está a 1200 metros para matar a los pájaros».
«¿Qué iban a hacer periódicamente las mandarinas a ese lugar? ¿en qué condiciones iban?», se preguntó Pisarello. La única explicación posible es esa. Que hayan usado la fruta contaminada para evitar que se arruine la plantación de arándanos, ya que nada tendría que hacer un galpón de empaque de frutas cítricas o embalaje para su comercialización allí.
«Hemos comprobado que la mandarina que habría ingerido Rocío tenía un plaguicida neurotóxico letal, el Furadán», aseguró el abogado. Se trata de carbofurano, un insecticida sistémico que es absorbido por las raíces de las plantas y distribuido por todos sus órganos que se suele utilizar contra las aves. Es de los más peligrosos para los seres humanos. En la Argentina se encuentra prohibido para la producción de peras y manzanas.
Aunque todavía no está acusado en la causa, todos los testigos apuntan a Luis Ángel Brest como el empresario responsable, contó Pisarello.
«Otro detalle es que el martes la jueza y el fiscal hicieron una inspección ocular en el establecimiento citrícola y en el galpón donde quedaron depositados el tractor y otras herramientas de trabajo. Secuestraron una jeringa que se encontraba arriba de una mesa, recipientes de veneno y un canasto de mandarinas, entre otras cosas», agregó.
«Independientemente de mi tarea profesional, siempre fui un luchador por los derechos humanos. Estoy en esto porque no quiero que haya nunca más otra Rocío», remarcó el abogado y señaló que el empresariado argentino y puntualmente correntino, tiene que entender «que hay que producir respetando la salud y la vida de cada uno de los correntinos» y los «organismos de control deben necesariamente cumplir con su función».
Al mismo tiempo, convocó a los organismos de derechos humanos a colaborar en la lucha «contra este flagelo y esta producción que no respeta las normas».
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