Batalla de Ideas

14 septiembre, 2017

CFK: a la caza del voto opositor con nueva estrategia

Por Federico Dalponte. Como si se hubiera convencido de que no alcanza con el resultado de agosto, la ex presidenta definió algo más que los ejes de su campaña. Ensayó un modo más robusto para pararse frente al macrismo. El autoritarismo, las formas, el tono y un poco de autocrítica.

Por Federico Dalponte. Para bien o para mal, Cristina Fernández de Kirchner sigue siendo ella. Este jueves dio el puntapié inicial en la campaña que desembocará en la contienda de octubre. En una entrevista. En vivo. En un medio poco amigo de su gestión.

La tercera banca de senadores por la provincia de Buenos Aires todavía está en juego. Se la disputarán Jorge Taiana y Gladys González. Pero de fondo, claro, todos querrán ver si la ex presidenta es capaz de torcerle el brazo al gobierno.

Las principales encuestadoras dicen que no. Hablan de tres, cuatro y hasta cinco puntos de ventaja a favor del oficialismo. Es posible que Cristina lo perciba.

La entrevista que le concedió a Infobae será, seguramente, apenas la primera de una serie. La polarización entre ella y Esteban Bullrich es un hecho. La mayor participación electoral significará más votos para Cambiemos, está claro. Unidad Ciudadana seguirá dependiendo de ese universo confuso y heterogéneo de votantes opositores.

Por eso esta mayor visibilidad mediática. Por eso su llamado a unificar esfuerzos. No para armar un nuevo frente, no para que algunos declinen sus candidaturas. Sino para captar el voto útil.

Lo mismo que sucedió en esa provincia en las últimas dos elecciones de medio término. El voto útil catapultó en 2009 a Francisco De Narváez, el candidato que prometía un plan de seguridad que nunca publicó. Cuatro años más tarde, el agraciado fue Sergio Massa. El tigrense superó los cuarenta puntos de fervor antikirchnerista.

Pero claro, el voto pasional adverso al gobierno todavía es débil. Habrá que ver si los votantes se unifican detrás de la única candidata capaz de imponerse en las urnas. Algo así expresó días atrás Alcira Argumedo: “Si yo viviera en la provincia de Buenos Aires, la votaría”.

Argumedo es reflexiva. No piensa en su partido, en la táctica interna, en las posibles contradicciones. Votaría a Cristina Kirchner porque su victoria es “lo que puede poner un freno a esta soberbia desbordante del macrismo”.

Y parte de ello se vio también este jueves. El periodista tocó todos los temas sensibles de la gestión pasada: la relación con la prensa, la corrupción, el acuerdo con Irán, la inflación. Y a cada paso, Cristina volvía, recurrente, a las advertencias sobre un posible plan de ajuste, precarización laboral y autoritarismo si es que media una victoria oficialista en octubre.

Casi como si hubiera recalibrado la mira. Como si se hubiera convencido de que no alcanza con el resultado de agosto.

Entre ciertos atisbos de recuperación económica y la evidencia de que el bolsillo no influyó de manera decisiva en los votantes, la candidata de Unidad Ciudadana ahora resume todo en sola una idea fuerza: el macrismo carece de sensibilidad humana y ello determina su plan político, lo condiciona, lo conforma.

Y en ese decir, incluyó como características distintivas de la época a la represión violenta de la protesta, a la persecución policial contra quienes insultan al presidente, al avasallamiento institucional contra jueces, abogados y sindicalistas y la escasa propensión oficial al diálogo. Todo como partes entrelazadas.

Enfrente, claro, bajó su propio tono. No sólo intentó esta vez ser más amable con su interlocutor –lo que no había logrado hace meses con Roberto Navarro–, sino que hasta ensayó una autocrítica respecto a lo que era evidente para muchos: el tono discursivo en su epílogo gubernamental tenía la capacidad particular de irritar al oyente. A eso se sumaron referencias a los bolsos de López, el altercado por la banda presidencial y hasta cierta advertencias sobre la crisis venezolana.

Perdón, me equivoqué. No lo dijo una sola vez. Para afianzar la idea de que el actual gobierno es implacable y despiadado en términos políticos, sociales y hasta en materia de derechos humanos no alcanza con mostrar evidencias. Cristina Kirchner necesita, para llegar a ciertos votantes otrora afines, rearmar su propia imagen. Constituirse como una defensora de los postergados, de los heridos por el macrismo, de los que claman por mayor sensibilidad social y menos policía.

Para los que esperan la autoflagelación cristinista nada será suficiente. Para sus seguidores incondicionales todo será perdonado. Pero los que definen la elección son los del medio. Difícil que la ex mandataria le hable a un colectivo distinto durante las próximas semanas.

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