Cultura

13 septiembre, 2017

La política en la obra de Santiago Mitre (II)

En esta segunda parte del análisis, una mirada sobre La Patota (2015) y La Cordillera (2017), dos películas en las que Santiago Mitre sigue indagando en el vasto universo de la política, desde distintos enfoques y con diversos resultados.

En esta segunda parte del análisis, una mirada sobre La Patota (2015) y La Cordillera (2017), dos películas en las que Santiago Mitre sigue indagando en el vasto universo de la política, desde distintos enfoques y con diversos resultados.

En 2015 Santiago Mitre volvió a los cines de la mano de La Patota. El film cuenta la historia de Paulina (Dolores Fonzi) una joven e idealista abogada, hija de Fernando (Oscar Martinez), una ex militante desencantado del PRT y ahora juez progre.

Paulina decide ir a trabajar, por un proyecto impulsado por Desarrollo Social, a uno de los sectores más vulnerados de Misiones. Luego de dos semanas de trabajo Paulina es atacada y violada por una “patota”. Dos posturas se ponen en cuestión aquí: por un lado Fernando quiere convencer a la hija de hacer la denuncia por razones obvias; por otro, Paulina plantea que esos pibes son producto de una sociedad violenta que los ha marginado, y por ende, la solución no es la denuncia, ni culpar a quienes es más fácil de hacerlo, sino a los verdaderos responsables de ese círculo que tiene como resultado la violación.

Una polémica enorme abrió La Patota con un tema tan delicado. A primera vista se podría acusar de nefasto al film por mostrar a una mujer “empoderada” que decide no hacer la denuncia después de una violación, y encima justificarla, o porque pareciera reducir ese tipo de accionar a los sectores más vulnerados, como si el patriarcado sólo existiera en las villas.

Pero lo cierto es que el film no establece relaciones marcadas entre protagonistas y antagonistas que hacen avanzar la historia o ponerle palos en la rueda. Al contrario de, por ejemplo, la reciente película de Alex de la Iglesia El Bar, donde el antagonista que busca evitar que la protagonista logre su objetivo accionando como un desquiciado que quiere asesinar a todo ser humano que se le cruze por delante, es un linyera. El “malo” y además psicópata, es un tipo que vive en la calle. Esto sí marca una postura ideológica clara, reproductora del sentido común que culpabiliza de manera irresponsable y superficial al más fácil de señalar con el dedo. Pero en La Patota solo nos muestran dos posturas, decide tirarle la pelota al espectador, lo interpela a través de la pregunta “¿y vos qué harías?” sin dejar que este mire para el costado.

En medio de un contexto donde prima la ausencia de posicionamientos propios, producido por el lavaje de cerebro que causan los medios del espectáculo-político, donde se baja todo masticado y digerido, el film de Mitre aparece como un medio que, contraponiéndose a los hegemónicos, obliga al espectador a realizar el ejercicio de discernir, ese al que tan poco acostumbrado está. A través de sus recursos  formales Mitre logra accionar en términos concretos y deja la superficialidad de su película anterior en el pasado.

La Cordillera

Este año llegó La Cordillera. Luego de lo que se podía presuponer como la “madurez” del director, vuelve al cine con un film producido por Warner y protagonizado por Ricardo Darín. El sueño del pibe.

Nuevamente se mete en un mundo político. Si decíamos que con El Estudiante trabajaba en las inferiores, con La Cordillera llegó a la liga de las estrellas. Darín interpreta  al presidente Argentino (solo le faltaba eso). Un presidente que pareciera ser una mixtura de algunos de los que realmente ocuparon el sillón de Rivadavia.

Hernán Blanco asume siendo un total desconocido, un intendente de algún lugar de La Pampa que llega con un perfil de tipo común (algo de Kirchner que llegó siendo un desconocido), pero que no es más que la cara de todo un proyecto, una especie de títere que es manejado por sus asesores y en especial por su jefe de Gabinete, interpretado por Gerardo Romano (bastante del Macri al que Marcos Peña les responde las preguntas de los conferencistas). Pero salvo en esas cositas (donde tal vez uno busca a la fuerza la coincidencia), a grandes rasgos no puede identificarse con ningún presidente, o más bien, recoge algo de dos tan diferentes para no jugarse por darle palos a ninguno.

Lo interesante de La Cordillera es que el acontecimiento más importante y por donde transcurre el film, es en la cumbre que reúne los diferentes presidentes del Mercosur para tratar una Alianza Petrolera del Sur. El hecho de centrarse en la cumbre y no en un recorrido por la historia del presidente le juega a favor. Sin embargo la solidez que pudo haber conseguido por medio de esa elección se disuelve a través de la poca conexión entre las partes del relato y la ruptura del verosímil. Falta coherencia interna en el relato.

Nunca nos sentiríamos traicionados por que en una película de ciencia ficción haya naves voladoras, pero sí pasaría si durante todo el film se nos plantea una historia hiperrealista y en aparecieran en los últimos minutos. Y es esta falta de coherencia la que se hace presente en la película: después de mostrarnos durante hora y media a un Hernán Blanco que no toma decisiones propias, que es manejado por su jefe de Gabinete, de pronto, cuando aparece un empresario yankee y le ofrece dos palos para que vote a favor de que dejen entrar a dos países más al bloque, el presidente Argentino redobla la apuesta y le pide cinco. Así, sin más nada. Sin consultarlo con aquellos que le manejan la vida, actuando a sus espaldas.

El presidente que se achica con sus asesores se agranda con un magnate del imperio. Lo loco de esto es que pasa media hora antes de que finalice el film. No se plantea aquí una conclusión. La conclusión se plantea en la cumbre, tratando de generar un suspenso sin sentido, ya que todos sabemos lo que va a votar Blanco.

En principio podemos concluir que Mitre a través de La Patota logra lo que pareciera ser su objetivo. Una película que además de la propuesta para con el espectador trabaja un tipo de narrativa circular que permite ver el hecho que funciona como punto de partida del conflicto desde el punto de vista tanto de Paulina como de los pibes que amedrentan contra ella, generando así una coherencia entre el contenido y lo sintáctico/narrativo. Entre el qué y el cómo.

Mientras que El Estudiante, y fundamentalmente La Cordillera (que pareciera repetir la fórmula del primer filme pero invirtiendo la relación entre el bien y el mal con respecto al protagonista), funcionan como relatos que pretenden involucrarnos en mundos políticos, pero que se terminan estancando en la mera acción de mostrar y no ahondar en más que eso.

Se podría pensar que una de las razones para que luego de hacer una película como La Patota, Mitre vuelva a los cines con otra que pareciera ser más espejitos de colores que otra cosa, se deba a la intervención de la Warner. Una productora que solo quiere repetir la fórmula del éxito de El Estudiante pero con paisajes más bonitos, con Darín y con mucha más plata de por medio.

Pero todas las deducciones que uno pueda llegar a sacar no son más que mera especulación. Lo que es seguro es que Mitre con tan solo tres largos encima muestra versatilidad, mucho potencial y un material que permite generar diversas opiniones, que a fin de cuenta, enriquecen nuestro cine.

Facundo Rodríguez

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