Cultura

5 septiembre, 2017

Los Espíritus: la banda que cerró la grieta

El sexteto de La Paternal fusiona de manera inteligente y conmovedora la herencia musical de Soda Stereo y Los Redondos. En riffs bluseros que recuerdan a Pappo y distorsiones trabajadas con un aire de búsqueda existencial, traen Agua Ardiente, su tercer disco para darle una trompada al adormecido rock local.

El sexteto de La Paternal fusiona de manera inteligente y conmovedora la herencia musical de Soda Stereo y Los Redondos. En riffs bluseros que recuerdan a Pappo y distorsiones trabajadas con un aire de búsqueda existencial, traen Agua Ardiente, su tercer disco para darle una trompada al adormecido rock local.

Los argentinos somos fanáticos de la rivalidad. Estás de un lado o del otro. Ese odio que nos hace discutir a los gritos en las sobremesas familiares, pelearnos a trompadas y dejar de ver amigos para siempre. En el rock nacional pasa lo mismo. Desde la turba fanática que escupía a Luca Prodan y pedía por Pappo en la cancha de Estudiantes de Buenos Aires, en 1982, cuando a Sumo le tocó telonear a Riff, hasta los cantitos que le deseaban la muerte a Gustavo Cerati en los recitales de Los Redondos. El llamado rock chabón de los ‘90 fagocitó esta cultura del aguante que solo trajo prejuicios.

Frente a este campo minado, el rock argentino decayó notablemente: renunció al talento y se vendió a las tendencias del mercado. Calamaro siguió haciendo temas en los que florero rima con sombrero, y a facturar que se acaba el mundo.

Por suerte, las nuevas generaciones apuestan a otra cosa.

Al menos en el caso de Los Espíritus. La banda liderada por Maxi Prietto y Santiago Moraes llegó para unir esos universos, para mostrarnos que no están tan distantes de lo que creíamos.

En ellos podemos encontrar lo mejor del rock clásico de Los Redondos con las melodías románticas de Cerati y los riffs de Soda. También ecos de Sumo y algo de Riff en cada melodía blusera.

Pero la banda no se queda ahí. Algo personal se entiende en letras y acordes. Así de fuertes somos/ Vamos caminando hacia el sur/ hasta encontrar lo que olvidamos entre el oro, dice Prietto con una voz aguda contaminada de ecos y distorsiones que anuncian un viaje ritual iniciático.

Esa ayahuasca que Los Espíritus convidan generosamente desde el comienzo y que se derrama cuando explota el riff pegadizo de «Jugo», el segundo track de la lista. A esta altura el rito está en plena ejecución. Con sonidos difíciles de identificar, personalísimos y poco frecuentes en el rock local, la búsqueda se vuelve disfrute en historias que parecen abrirnos las puertas de una percepción que estaba dormida.

«Perdida en el Fuego», el tercer tema, aúlla desde un desierto blusero al que le arrancaron el corazón. Un rock más country espera en «La Rueda que Mueve al Mundo» que increíblemente no desentona en «Esa Luz y La Mirada», temas siguientes que sirven para perderse en el disfrute del blues ciudadano y realista. Sigue «Las Armas las Carga El Diablo» con guitarras a lo Hendrix y una letra irónica: Las armas las carga el diablo/ y las descarga algún oficial.

El romanticismo arremete en este viaje sin dar tregua. «Luna Llena», el track más nostálgico que promete una espera con dejos de poesía lorquiana: Si cambian los colores del cielo/mis ojos seguros/ también cambiarán. «El Viento», último tema del disco, es una invitación a seguir bailando, a vivir ese viaje que proponen Los Espíritus; esos chamanes milenarios que vinieron a cerrar las grietas del odio a puro rock.

Mariano Cervini – @marianocervini

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