4 septiembre, 2017
EE.UU. vs Corea del Norte: la retórica de una guerra que nadie quiere hacer
Este domingo el gobierno norcoreano anunció la exitosa prueba de una bomba de hidrógeno como respuesta a las amenazas del presidente estadounidense Donald Trump de atacar el país. Nuevamente la retórica belicista volvió al centro de la escena en un conflicto en el cual, la salida de la guerra es la menos conveniente para cualquiera de las partes.

Este domingo el gobierno norcoreano anunció la exitosa prueba de una bomba de hidrógeno como respuesta a las amenazas del presidente estadounidense Donald Trump de atacar el país. Nuevamente la retórica belicista volvió al centro de la escena en un conflicto en el cual, la salida de la guerra es la menos conveniente para cualquiera de las partes.
A principios de agosto Trump había declarado que si Corea del Norte insistía con su programa nuclear, la respuesta de EE.UU. sería «un fuego y una furia que el mundo nunca ha visto».
Como suele suceder, la respuesta no tardó en llegar y este 3 de septiembre Pyonyang comunicó que realizó su sexta prueba nuclear en el polígono de Punggye-ri que se encuentra en la provincia de Hamgyong del Norte, en el límite con China. Allí se realizaron las pruebas nucleares anteriores en 2006, 2009, 2013 y dos en 2016.
Al conocer la noticia Trump se reunió en la Casa Blanca con varios miembros de la cúpula militar estadounidense. El secretario de Defensa de EE.UU., James Mattis, sostuvo luego del encuentro: «Tenemos muchas opciones militares, y el presidente quiere conocer cada una de ellas. Hemos dejado claro que tenemos la posibilidad de defendernos y a nuestros aliados de cualquier ataque». «No buscamos la destrucción completa de ningún país, y en particular de Corea del Norte, pero tenemos muchas opciones de hacerlo», añadió.
Por su parte Kim Young-woo, jefe del Comité de Defensa de Corea del Sur, informó que el ejército de su país realizó maniobras militares con misiles balísticos de manera preventiva. Además comentó que, según sus registros, la prueba de este domingo fue de 100 kilotones, un equivalente cinco veces más potente que la bomba nuclear lanzada por EE.UU. sobre la ciudad japonesa de Nagasaki en 1945. Esto supone que Corea del Norte ha incrementado en casi diez veces la potencia lograda en su último ensayo de estas características.
En paralelo se realizó en territorio chino la primera jornada de la cumbre del BRICS, organismo de integración que reúne a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Allí el presidente ruso, Vladimir Putin, y su anfitrión, Xi Jinping, tuvieron una reunión donde abordaron el tema norcoreano. Dmitri Peskov, portavoz de Moscú, comentó a la prensa que ambos mandatarios coincidieron en la importancia de «evitar el caos» y que todas las partes involucradas «manifiesten discreción».
También remarcaron que «únicamente son posibles las soluciones políticas y diplomáticas». Consultado sobre si su país apoyaría nuevas sanciones a Corea del Norte, Peskov respondio que «hasta el momento las sanciones no han dado resultados positivos».
Los beneficios de la tensión permanente
No obstante, a pesar de que estas escaladas de maniobras militares, ensayos nucleares y retórica guerrerista se dan recurrentemente, es altamente improbable que acaben en un conflicto bélico real.
Como señalamos en este portal, esta dinámica -que se viene sucedienco de manera constante desde comienzos del siglo XXI- resulta beneficiosa para dos actores: el gobierno de Corea del Norte y el de EE.UU.
El régimen coreano ha apostado desde la caída de la Unión Soviética a la doctrina songun (“primero lo militar”). Como explicó el periodista Max Fisher en The New York Times, “ante la imposibilidad de alcanzar la paz sin arriesgarse a una reunificación como la de Alemania, que dejaría a los norcoreanos bajo el control de Corea del Sur”, Pyonyang se propuso asegurarse que una guerra “fuese demasiado costosa como para siquiera intentarlo”. Es decir que “trasladó la responsabilidad del manejo de las tensiones a los enemigos”.
Esto le permite reforzar el control político y social interno. Recordemos que bajo esta premisa el gobierno norcoreano superó una hambruna en los años ‘90 que, según datos oficiales, mató 250 mil personas y alcanzó los dos millones de muertos (10% de la población) de acuerdo a información extraoficial.
Pero también resulta beneficioso para la administración Trump que poniendo el foco en los conflictos internacionales evita hablar de sus múltiples problemas internos que van desde las manifestacions neonazis hasta la imposibilidad de reactivar la economía tal como prometía el presidente en su campaña: “Hacer a América grande otra vez” (“Make America great again”).
Las ventajas de que nada cambie
Como demuestran las declaraciones hechas por Rusia y China, pero incluso por el propio Trump este domingo luego de reunirse con su Estado Mayor, la posibilidad de una guerra es muy lejana. «EE.UU. está considerando, entre otras opciones, detener todo el comercio con cualquier país que haga negocios con Corea del Norte», dijo el presidente estadounidense planteando una opción alternativa.
Es que si se tienen en cuenta las potenciales consecuencias de un conflicto bélico a ningún país le sirve. En primer lugar a Corea del Norte ya que terminaría sucumbiendo por la imposibilidad de afrontar a potencias económicas y militares como EE.UU., Corea del Sur y Japón.
Pero tampoco los vecinos de Pyonyang buscan el conflicto ya que, una vez desatada la guerra, los norcoreanos no dudarán en utilizar su arsenal que en minutos puede caer sobre Seúl o Tokio. Esto supone también un freno para Washington que sería responsable de que sus aliados sufran un ataque potencialmente nuclear.
También hay que considerar la enorme masa de refugiados que provocaría una guerra y cómo la caída del régimen norcoreano produciría un importante desequilibrio social y económico en la península. Ni Corea del Sur ni China están en condiciones asumir los problemas que implicaría hacerse cargo de una población de 20 millones de habitantes.
Para China, además, supondría perder un Estado «tapón» que pone freno a la posibilidad de que las bases estadounidenses se ubiquen en su propia frontera.
Finalmente, una disolución del gobierno comunista al norte de la península habilitaría la posibilidad de que todo su arsenal bélico -incluidas las bombas nucleares- caigan en manos de traficantes de armas. Tal como sucedió en su momento con el armamento de varios países ex soviéticos.
Santiago Mayor – @SantiMayor
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