22 agosto, 2017
Ella y nosotras: el poder de María Eugenia
Por Diana Broggi. Hablemos de María Eugenia Vidal y del poder que se concentra en su figura. De la irradiación perversa por la vía de la emotividad en la política. De lo difícil que resulta tabicar su legitimidad. Se trata de uno de los cuadros más consolidados, mejor producidos y con mayor efectividad política de la nueva derecha.

Por Diana Broggi. Hablemos de María Eugenia Vidal y del poder que se concentra en su figura. Hablemos de la irradiación perversa por la vía de la emotividad en la política, hablemos de lo difícil que resulta tabicar su legitimidad, e identificarla como la principal ejecutora de las políticas neoliberales en la provincia de Buenos Aires. Para ser más eficaces en la oposición es necesario ubicarla y dimensionarla realmente en el lugar de poder que tiene. Se trata de uno de los cuadros más consolidados, mejor producidos y con mayor efectividad política de la nueva derecha.
Los resultados de las elecciones legislativas el pasado 13 de agosto en la provincia de Buenos Aires, volvieron a evidenciar el poder de arrastre de la gobernadora en las urnas: aun proclamando a un candidato poco conocido como Esteban Bullrich, el alcance de la figura de Vidal pudo posicionarlo en una situación de empate con Cristina Fernández de Kirchner.
¿Podríamos pensar que a la gente no le importa lo que dijo Bullrich sobre los abortos y el Ni Una Menos? ¿Lo votaron, aunque que se haya mostrado orgulloso por meter pibes en la cárcel? Evidentemente el alcance de la indignación y el rechazo que generaron estas declaraciones como constructoras de sentido común, (no como deslices discursivos) no fue tal y el peso estuvo dado en el blindaje que la legitimidad de Vidal pudo darle a una figura tan polémica como la de Esteban Bullrich.
Sin embargo, así como las declaraciones de Esteban no fueron deslices, tampoco son ajenas a María Eugenia, quien detrás del “te voy a cuidar, te voy a defender, y vamos a dar las peleas que nadie quiso dar” para los/as bonaerenses, ejecuta concretamente todas las políticas que se desprenden de los dichos de su candidato. Es la vuelta atrás con el protocolo de aborto no punible en la provincia y hacerle caso al Opus Dei; es el vaciamiento de programas para prevenir y erradicar la violencia de género y que no haya Ni Una Menos; es punitivismo y mano dura; es estigmatización y criminalización de los/as pibes; es más policía y más gatillo fácil.
Todo esto es “Mariú”, cuya imagen positiva nunca bajó del 65%, una mujer cuyo perfil combina el ser madre y ser eficaz en la política, una mujer que ejerce un poder con matices diferentes ya que al posicionarse desde cierto lugar de simpleza posibilita la identificación masiva y una empatía mayor con hombres y mujeres. A ella “se le cree” por ser “honrada y valiente”.
Ahora bien, todas estas características valoradas no dejan de ser la forma con la cual la cultura hegemónica y patriarcal nos moldea a las mujeres para esta época: podemos participar en política, podemos ser la cabeza de campañas electorales y encabezar listas, podemos ser gobernadora o presidenta, pero aun como condición de éxito o aceptación siempre seremos madres, cuidadoras, y dadoras indiscutibles de amor.
Desde ya que estas fórmulas no se aplican de manera unidireccional a todas las mujeres con visibilidad política, pero sí es interesante analizar cómo en el marco de la campaña electoral Vidal salió a interpelar a una Cristina que intentaba construir un perfil más “ciudadano/a” y simple.
Su misión fue “desenmascararla”, y esto muestra que la aparente versatilidad de Vidal, vuelta enojada y ya no tan comprensiva, apuntó a correr a una rival que ha sabido también modificar su imagen y regularla en el marco de una estrategia de campaña. María Eugenia necesitaba discutir con una Cristina soberbia y opositora. Como esto no le fue posible construyó una escena de rivalidad. Fundada en quién “cuida realmente a los/as bonaerenses” se posicionó aumentando su lugar en el ranking mediático, luego expresado en votos.
Poder sin mujeres
Si bien la gobernadora hace referencia frecuentemente a su lugar como mujer en la política, no parece hacerlo desde el lugar de promover a otras pares. En su discurso Vidal no invita a otras mujeres a participar políticamente ni mucho menos a ocupar lugares de poder.
Hay una nueva construcción desde la excepcionalidad de su lugar, basada en el apoyo de grandes hombres como “Mauricio” u “Horacio“, y en el esfuerzo tremendo que hace para sostenerse allí: abundan las referencias constantes a los altos costos familiares y afectivos que paga por estar donde está. Lo excepcional se ubica en este rol multifacético, efectivo pero muy caro, que sólo ella elije pagar (no cualquier mujer) “porque es buena, honrada y lo hará por todos/as nosotros/as”.
Esta forma de hacer política sin abrir el juego a otras pares parece tener su correlato en la misma gestión provincial, con la renuncia de Zulma Ortiz (ex ministra de Salud bonaerense) se fue la única mujer a cargo de un ministerio en la provincia de Buenos Aires.
Actualmente todos los ministerios provinciales se encuentran dirigidos por hombres. Siguiendo con esta tendencia, en la actualidad en la Cámara de Senadores de la provincia el bloque de Cambiemos posee 16 bancas, de las cuales solo cinco son ocupadas por mujeres. Y en lo referido a cargos de gestión provinciales, de nueve secretarias solo una está a cargo de una mujer: María Fernanda Inza, en Legal y Técnica.
A años luz del feminismo, la figura de María Eugenia Vidal interpela un nosotras que exige la ruptura de las linealidades en política. Ser mujer en espacios de poder da cuenta de espacios ganados y necesarios, pero claramente no es garantía de avance para las mujeres, y menos si esos lugares se consolidan por la fuerza de estereotipos culturales mejorados, adecuados e impuestos en un clima de época.
Bien sabemos que tanto como el capitalismo, el patriarcado todo puede absorber y fagocitar: ella puede decir Ni Una Menos, puede mostrar la femineidad desde la fragilidad o la fortaleza. Puede ser tan versátil como hemos visto y cada vez más representar para nosotras uno de los modelos más crueles, en la materialidad del proyecto político que diseña y ejecuta paso a paso intentando construir hegemonía.
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