15 agosto, 2017
A no desesperar
Por Juan Manuel Erazo. Los reñidos resultados de las PASO, sumado a un trabajo discursivo y mediático muy fino, dejaron a Cambiemos como el ganador de la contienda, a pesar de que dos tercios de los argentinos no acompañaron al oficialismo, de retener el escrutinio y de haber temblado durante días con la idea de una derrota contundente.

Por Juan Manuel Erazo. Los reñidos resultados de las PASO, sumado a un trabajo discursivo y mediático muy fino, dejaron a Cambiemos como el ganador de la contienda. A pesar de que dos tercios de los argentinos no acompañaron al oficialismo, a pesar de retener el escrutinio en pos de seguir manteniendo una diferencia favorable dando lugar a una situación como mínimo polémica, a pesar de haber temblado durante días con la idea de una derrota contundente, Cambiemos fue el ganador.
La posibilidad de que esto suceda siempre estuvo latente, lo sabemos. La potencialidad que ofrece este triunfo para el oficialismo no es sólo una mayor legitimidad para avanzar en su plan de ajuste. Incluso esto iba a suceder de todos modos. Ya contaban con el mínimo consenso vía relato de la “pesada herencia” y “Argenzuela”. No era descartable un escenario de derrota oficialista donde se acelerase la caída del salario real y la flexibilización, quizá de manera más torpe, crítica y dolorosa.
El mayor triunfo es desorientar las aspiraciones de gran parte del campo popular de traducir en potencialidad electoral el desgaste generado en las calles y en ciertos campos de la opinión pública. Quitando las organizaciones nucleadas en el Frente de Izquierda, que nunca van a dejar de hablar del “ascenso de la izquierda” (sea la coyuntura que sea), ninguna fuerza del campo popular puede sentir hoy que su estrategia es única, acertada e incuestionable. Todo lo contrario, es un escenario que impulsa la incertidumbre y cierta desolación.
Mayor aun será el triunfo de Cambiemos si instala dentro de la militancia popular la idea de que todo está perdido, que el pueblo se equivoca. Y el fondo del tacho será directamente creer que hay que parecerse más al enemigo, que ganar las calles en su momento no sirvió, que el marketing de acá, el duranbarbismo de allá. Lo peor que puede hacer la militancia popular es desesperar.
Recalculando sin cambiar el destino
Cambiemos avanzó en Santa Cruz (cuna del kirchnerismo), Neuquén (ganándole al histórico y tristemente célebre Movimiento Popular Neuquino) y San Luis (donde los Rodríguez Saa perdieron por primera vez en 32 años). Estas victorias (manija mediática mediante) generan la idea de una victoria aplastante, una minoría que se transforma en mayorías, un país que quiere el “cambio”.
En un mar de interpretaciones, Cambiemos logra imponer la suya. Con cámaras a favor, redes fantasmas, y la mar en coche, pero también triunfando ideológicamente con una fuerza nacional unificada (como lo fue el kirchnerismo en su mejor momento), con caja del Estado, que logra la dispersión de sus opositores y una paulatina consolidación política. Hablamos de una derecha que a diferencia de las restantes en el continente, logra consolidar un proyecto neoliberal con el apoyo de las urnas.
Esta derecha no ganó en el 2015, viene ganando desde el 2007. Los resultados de la Ciudad de Buenos Aires no se explican sólo con la concentración de la riqueza que esta ostenta, hablamos de un fenómeno mucho más complejo, con triunfos en barrios populares históricos. Hablamos de nunca haber perdido (a pesar de los tambaleos) en el laboratorio central de esta estrategia política que parecería todavía dar sus frutos con un triunfo de Carrio con un 49% de los votos y una amplia diferencia sobre el segundo.
Estamos ante la continuación de las victorias a nivel nacional que viene obteniendo el macrismo desde el 2015. Ahora bien ¿estos resultados son desfavorables a los intereses populares? Sí, claramente ¿Cambia radicalmente la situación? No, y eso es lo más desesperante, más aun si consideramos que el campo nacional/popular ponía a prueba en estas elecciones diferentes hipótesis de cómo enfrentar al macrismo y salir victorioso.
Una de estas hipótesis tiene nombre y apellido: Cristina Fernández de Kirchner. Quedó demostrado que es la figura del campo popular que más aglutina en términos electorales parada desde una vereda marcadamente opositora y anidando esperanzas en gran parte de los sectores populares (la mayor parte del voto conurbanence lo demuestra). Pero la no “derrota aplastante” que algunos vaticinaban (que incluso aspiraba con dejar a Bullrich en tercer lugar) da de baja algunas exageraciones y sobreestimaciones que pueden permitirse como marketing de campaña pero desorientan a la hora de estipularlas como estrategia política.
Sin dudas un triunfo de Cristina luego del escrutinio definitivo, adornado con la mística que caracteriza a gran parte de la militancia kirchnerista, será beneficioso para aquellos que pretendan ver al macrismo desacelerar su avanzada. Pero será necesario hacer balances sensatos y preguntarse ¿Basta con un triunfo de Cristina? ¿Qué es del fenómeno del kirchnerismo, o del peronismo en general, fuera de la provincia y la ciudad de Buenos Aires? Sin dudas debates transversales para todo aquel que aspire a derrotar al macrismo electoralmente.
Evidentemente no es sencillo trasladar a las urnas el empatanamiento en el que se ha logrado meter muchas veces al gobierno con las manifestaciones callejeras y expresiones públicas masivas. Igual de evidente es suponer que la solución no radica en congelar la calle en pos de la especulación electoral. La calle supone hoy en día un lugar seguro, por lo pronto recuperado por la militancia popular. Obviamente no será el deseable (ya que no se sale a festejar) ni el único.
Es momento de paciencia y reflexión siempre con la guardia en alto. Dijo Sun Tzu en El arte de la guerra: “Un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después.” ¿Qué implica ganar primero? Generar las condiciones para el triunfo, es decir, no abandonar el desgaste que le genera al gobierno la irrupción pública del descontento, avanzando en la conquista de un buen sentido incluso en aquellos temas incómodos para el imaginario progresista, buscar la tan ansiada unidad de aquello que resiste en este país, militar cada barrio, cada escuela, cada fábrica. En definitiva, redoblar esfuerzos.
Quizá sea hora de mirar más al “Patito Feo” del progresismo americano, la Revolución Bolivariana. Ante un escenario marcadamente adverso, con una guerra híbrida generada por la principal potencia imperialista del mundo que combina ofensivas mediáticas, económicas, diplomáticas y paramilitares, el chavismo se hace hoy con un triunfo electoral que lo pone a la ofensiva, llamando incluso a adelantar las elecciones regionales ante los debates internos de la MUD que se encuentra desorientada. Justamente, se trata de generar las condiciones antes de dar la batalla. Y claro, mantener siempre la convicción de que se vive para vencer, aunque las balas piquen cerca.
@JuanchiVasco
Foto: Infobae
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