América Latina

24 julio, 2017

Una caravana y un mensaje del pueblo venezolano

Por Emilio Torres, desde Caracas. En su primera acción pública, las Brigadas de Defensa Popular Hugo Chávez y la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora encabezaron una caravana conectando las localidades venezolanas de Santa Bárbara y Socopó.

Por Emilio Torres, desde Caracas. El sábado 22 de julio tuvo un carácter especial en los alrededores del estado venezolano de Barinas. En su primera acción pública, las Brigadas de Defensa Popular (BDP) Hugo Chávez y la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora encabezaron una caravana que recorrió la ruta que conecta las localidades de Santa Bárbara y Socopó.

A bordo de motos, camionetas y camiones, la columna recorrió la carretera hasta llegar al centro de la ciudad y enfilar hacia el puente, llevando consigo banderas y haciendo oír sus consignas por medio de altoparlantes  montados en un camión desde donde también se pasaba música a todo volumen.

Si bien permanecieron en el lugar por menos de una hora bajo la lluvia torrencial, y no protagonizaron ningún acto de agresión, llevaban un mensaje claro: estaban listos para ofrecer un plan de contingencia ante cualquier desborde de violencia, en caso de que grupos armados quisieran hacerse con el control del territorio como ocurrió en ocasiones anteriores.

La elección del recorrido no fue casual. Socopó fue objeto de una ofensiva que se prolongó durante abril y mayo cuando grupos de encapuchados armados irrumpieron en la localidad. Presentó un verdadero escenario una guerra a escala local sin precedentes; un conflicto que, de haberse extendido por la región, hubiera tenido consecuencias impredecibles.

Un tiro al corazón

Es parte del azote al que ha sido sometida la región de los llanos venezolanos. Corazón campesino y bastión histórico del chavismo, las tierras donde nació el Comandante Chávez han estado en la mira de la estrategia opositora. Ubicadas en un punto caliente de la frontera con Colombia, estos territorios han visto durante toda su historia el pasar de guerrillas, grupos paramilitares, bandidos y traficantes.

Con la desmovilización gradual del conflicto militar en la vecina Colombia, muchos grupos paramilitares vinculados al narcotráfico han quedado a disponibilidad para trasladar sus negocios en el vecino país. A menudo sirven también como grupo de choque para intereses vinculados al latifundio y personajes de la política local. Esto trae consigo nuevos retos en materia de seguridad y desafíos para las organizaciones sociales de raíz campesina. Con la intensificación del conflicto político nacional, estas cuestiones no hacen más que sumar nuevas complejidades al escenario local.

La guerrita

Socopó fue el escenario donde grupos armados de la oposición ensayaron su guerra a pequeña escala a mediados de abril y mayo de este año, en coincidencia con la escalada de violencia que se extendió por diversas ciudades del país.

El 19 y 20 de abril se produjo la primera irrupción de bandas de hombres armados que se propusieron interrumpir las comunicaciones y aislar la localidad para intentar coparla, atacar instituciones y cortar servicios. Con la localidad en estado de conmoción y la gente refugiada dentro de sus hogares, procedieron a amedrentar y acosar a toda persona señalada como chavista.

A mediados de mayo, a la par de la intensificación de la violencia callejera a nivel nacional, los hechos se repitieron con mayor intensidad y se prolongaron por varios días. Instituciones como Mercal y PDVSA fueron blanco predilecto, así como las sedes locales de la policía y de la Guardia Nacional. El desborde de las fuerzas de seguridad acabó siendo compensado por la acción de organizaciones sociales que tras la conmoción inicial se pusieron manos a la obra para organizar a los pobladores y así restaurar la normalidad.

Fue ese espíritu el que impulsó la formación de las BDP, que afirman poner en práctica el principio de “corresponsabilidad” de la población civil en aquellas tareas que hacen a la defensa y seguridad de su territorio. Montados en motos, camionetas y camiones, lo que distinguió a sus militantes es que portaban fusiles tallados en madera como parte de su toma simbólica. Un mensaje claro, dirigido a disuadir futuros estallidos de violencia. No se registraron actos de agresión de ningún tipo contra habitantes ni contra propiedades.

Constituyen en sí una expresión del desarrollo del llamado poder popular, donde es la población autoorganizada la que asume con su iniciativa la ejecución y dirección de funciones que tradicionalmente se delegan a las autoridades estatales.

Si el acto simbólico tenía como propósito hacer llegar un mensaje, este fue recibido. En las redes sociales y algunos medios informativos vinculados a la oposición venezolana se hicieron eco del hecho con escándalo. María Corina Machado, dirigente del partido Vente Venezuela,  describió a la columna como un grupo de “paramilitares” que habían tomado la localidad con armas largas.

No deja de ser paradójico que esto provenga de individuos que no obstante han caracterizado como “expresiones legítimas” las protestas donde sus miembros a menudo no solo exhiben, sino que utilizan armas de fuego reales. Una prueba de que la narración de los hechos, como el espacio público y el mismo sentido de legalidad y legitimidad, constituyen también un territorio en disputa.

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