17 julio, 2017
Marcelo Tinelli: el Cuco no vive debajo de la cama (I)
Marcelo Tinelli rompe récords en la televisión argentina luego de 28 años al aire. Primera parte del análisis de este fenómeno cultural, intentando ir más allá de la actitud celebratoria de portales y secciones de espectáculos y el espanto y degradación de las miradas intelectuales y progresistas.

Cuando se relevan los (pocos) estudios, reflexiones y análisis que existen sobre la televisión de Marcelo Tinelli por fuera de la actitud celebratoria de los portales y las secciones de espectáculos, lo primero que se halla es una negación en un contexto de espanto. Es esperable, ¿qué persona que aprecie su nivel de buena instrucción puede animarse a sacar alguna virtud del producto de un empresario de los medios de comunicación, dirigente del fútbol nacional (otra empresa monstruosa), pero por sobre todas las cosas, misógino, machista y patriarcal que sometía a las bailarinas de su programa a cortarse las polleras y mostrar sus cuerpos semi desnudos frente a las cámaras?
Fue en octubre de 2014 frente al reconocimiento legitimatorio de Marcelo Tinelli como Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires que la distancia entre las posturas fue evidente. Mientras la defensa aseguraba que Tinelli es lo que elige la gente hace 25 años y “la gente sabe”, del otro lado estallaron aneurismas porque un programa que vende escándalos guionados y mujeres desnudas sólo puede ser burdo, barato, alimentar la ignorancia y por ende, estupidizar a los públicos. Esto último es, sobre todo, interesante, porque generalmente estúpido se vuelve el otro, jamás es uno mismo, cuando por ejemplo, elige consumir por un tiempo esos productos para poder estar escribiendo algo como esto.
Nuestro panorama entonces queda planteado como un empresario que ofrece un producto de baja calidad a grandes masas de televidentes que terminan convirtiéndose en imbéciles. Cualquier similitud con el voto calificado no es coincidencia, porque resulta que esos telespectadores pertenecen a los sectores populares y trabajadores. Una vez más y van muchas, la subestimación del gusto popular es estético, pero también es perverso: no saben, eligen mal, los envilecen.
Partir desde la degradación no permite hacer análisis con mayor amplitud de términos. Tomemos como ejemplo la apertura del programa en este 2017, el Superbowl argento.
Más de ochocientos bailarines y bailarinas en distintos puntos de la ciudad de Buenos Aires para su transmisión en vivo, contando a la comparsa del carnaval de Corrientes. Se pudo ver en vivo un fragmento de Séptimo día, el show del Cirque du Soleil, o a Flavio Mendoza, con su espectáculo Mahatma del Teatro Broadway. Cantaron Valeria Lynch, Ulises Bueno (ganador de un premio Gardel por su último álbum y hermano del “Potro”), Oriana Sabatini y el “Pepo”. Lo propio hicieron sobre el puente de la mujer en Puerto Madero Germán Tripel y Florencia Otero, con personas sobrevolando el agua de los diques en patinetas. Hubo variedad de cámaras aéreas y drones. En el piso, bailó Hernán Piquín (recordemos que años anteriores estuvieron bailarines de la talla de Eleonora Cassano y Maximiliano Guerra, y que hubo una edición entera de baile sobre patín en el hielo). Para cerrar y con bis, Luis Fonsi y su por ahora imbatible, «Despacito».
Una convivencia entre los shows artísticos con las entradas más caras, personajes mediáticos, cantantes populares y el Teatro Colón. Marcelo Tinelli y sus productores lo juntan, lo empaquetan y lo ponen en el prime time de la noche. Esto, que puede parecer bizarro, como el mismo Tinelli reconoció en entrevista con Infobae, no tiene que tapar algo: muchas de las personas que lo están mirando no pueden pagar el costo de una entrada al Teatro Colón o Cirque du Soleil, para Luis Fonsi o Flavio Mendoza.
No podemos decir definitoriamente que este es el aspecto democrático de la televisión, pero sí que es el gesto que desjerarquiza: pone al mismo nivel a un cantante de cumbia que a un bailarín clásico, valora el gusto popular y lo empareja con lo que elige la cultura progresista.
En parte es creíble que este gesto es la herencia de haber nacido como programa a comienzos del menemismo. O le podemos echar la culpa al mercado que todo achata. La mala noticia con esto último es que no hay noticia: las formas del entretenimiento masivo no están por fuera del mercado y quien quiera dirigirse a un público relativamente amplio deberá negociar su entrada con el mercado, jugar con sus reglas, y con el tiempo se comportará mayor o menor autonomía. Lo demás intenta ser vanguardia, y las vanguardias, muy originales y apreciables, han fallado en masificar sus contenidos disruptivos al nivel de la “conciencia”.
Esto no es diabólico, es lo que está ocurriendo. Y para arribar a un contexto donde los medios de comunicación son afirmados como tan decisivos en nuestra formación y en cómo interpretamos la vida y lo social, han fallado muchas otras instancias como el sistema educativo, el sistema político y la enseñanza para un consumo crítico de diarios y revistas, programas radiales y televisivos, el cine e internet. Sin embargo, seguimos pensando que todo eso que todavía hoy falla, es lo que nos va a salvar del cuco.
Algunos números
Marcelo Tinelli lleva en la televisión argentina entre Videomatch y Showmatch 28 años, contando el sabático que se tomó en el 2013. El cambio de nombre fue obligado debido a que en 2005 abandonó Telefé, quien posee los derechos sobre la nomenclatura, arribando transicionalmente a Canal 9 por unos meses para aterrizar en Canal 13 en 2006, donde todavía hoy reside.
Su programa ha tenido picos de casi 42 puntos de rating, lo que significan más de cuatro millones de televidentes (un punto de rating equivale a aproximadamente 100 mil personas). Y esto es así sin contabilizar todo el país, ya que Ibope Media Argentina releva el rating de los televisores de las grandes ciudades como Buenos Aires y Córdoba.
Si bien la televisión abierta viene con un rating a la baja por la modificación en los consumos (Netflix, YouTube, plataformas online, etc.), el pasado viernes 14 de julio, por ejemplo, Showmatch midió casi 21 puntos.
Este programa posee el segundo de publicidad más caro de la televisión nacional: $42 mil. Es decir, una publicidad de 30 segundos en el programa de Marcelo Tinelli cuesta $1.260.000.
Ana Clara Azcurra Mariani* – @serserendipia
* Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA) y Doctoranda en Ciencias Sociales (UBA)
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.