17 julio, 2017
George Romero: lo bello y lo sublime del terror
Hace unos días falleció el cineasta que inventó el mundo de los zombies y sus reglas. Romero logró tocar una fibra íntima de un público que se sintió encantado por la combinación de persecuciones, sangre y bajo presupuesto que escondía una dura crítica al sistema.

En su libro Lo Bello y lo Sublime el filósofo Emmanuel Kant asegura que cuando consideramos bello a una cosa o persona, lo hacemos no tanto por las características propias de lo que percibimos sino por la sensibilidad que cada uno de nosotros tenemos como seres humanos para quedar impresionados. Por eso es que a muchos les parece horrible algo que para otros es digno de ser admirado. Algo similar ocurre con las películas de terror de George A. Romero.
Considerado el padre del cine gore, el mítico director neoyorquino fallecido este 16 de julio, es el responsable de crear en la pantalla grande un mundo apocalíptico donde la sangre chorrea hasta las butacas del espectador que huye asqueado o ama con locura aquel delirio. Es que las medias tintas nunca se llevaron bien con Romero, creador de una belleza sublime y horrorosa: el zombie.
Nacido en el Bronx, de padre cubano y madre lituana, supo comprender las dificultades de vivir en los márgenes de una ciudad infinita. Su padre era aficionado al Super 8 y le contagió como un virus insaciable el amor por el cine. El mismo que Romero traspasó a las mordidas de sus muertos vivos.
Influenciado por la bizarra genialidad de Orson Welles y la brillantez técnica del británico Michael Powell, encaró su primer largometraje en 1968: La Noche de los Muertos Vivientes. A partir de ahí, nada iba a ser igual en el cine de terror.
Más allá del revuelo y estupor que haya causado en aquella época, lo que consiguió Romero en esa película, casi sin buscarlo, o haciéndolo de una manera torpe pero confiada, fue la creación de un arquetipo llamado zombie. Los caminantes que hoy vemos en series como The Walking Dead (2010), películas como Guerra Mundial Z (2013), o videojuegos como Resident Evil o The Last of Us, derivan de las primeras mordidas de aquellos humanoides que se arrastraban por la pantalla en busca de carne fresca.
Romero logró tocar una fibra íntima de un público que se sintió encantado por la combinación de persecuciones, sangre y bajo presupuesto. No solo inventó un mundo, sino que fijó sus reglas.
Eli Roth, director de una joya contemporánea del gore llamada Hostel (2005), dijo en una conferencia de prensa en 2005 que Romero había creado a los zombies y también sus reglas: dispararles en la cabeza para que mueran, y convertirte en uno de ellos si te muerden. Esas pautas lo elevaron al trono del mito, un Olimpo Pop Postmoderno Terrorífico, que abarca desde Stephen King y Rob Zombie, pasando por los cómics de Robert Kirkman hasta los coágulos espesos y vísceras derramadas de Sam Raimi en Evil Dead (1981).
Pero no solo es sangre lo de Romero. Detrás de los muertos hay una profunda mirada crítica a la sociedad estadounidense. Una metáfora del mal aplicada al sistema. Esta mirada supo ser comprendida por algunos críticos, quienes alabaron el uso de un subgénero de terror marginal como el gore para apuntar los dardos a la Casa Blanca, la Familia Americana, y los estereotipos de perfección imperialista. Esa doble lectura de crítica social y terror absoluto y a veces absurdo, conjuga un universo particular y único.
Usaba unos anteojos de marco negro enormes, los más grandes que se hayan visto jamás y detrás escondía una mirada cordial, pero incisiva. Season of The Witch (1973), The Dark Half (1993) y Bruiser (2000), sin contar la saga de los muertos vivientes que reinició en 2005, son algunos ejemplos.
Su familia dice que murió víctima de un cáncer de pulmón en su casa de Los Ángeles, rodeado de su esposa Suzzane Desrocher y su hija Tina, mientras escuchaba la banda sonora de The Quiet Man (1952), la película de John Ford, como si un genio recibiera a otro en el paso a la inmortalidad.
Una vez le preguntaron a Jean Cocteau que salvaría del Louvre si estuviera prendiéndose fuego y contestó: las llamas. Así arde el cine de Romero, con esa pasión que hoy lo devuelve a la tierra y lo hace volver en cada película que hizo, igual que sus queridos zombies.
Mariano Cervini – @marianocervini
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