14 julio, 2017
Despedicidio
Por Juan Manuel Erazo. Hubo más de 250 mil despidos desde que Mauricio Macri asumió la presidencia, la mayor parte de ellos del sector privado. Estado ausente, Justicia cómplice, empresarios insensibles, una serie de factores que se articulan detrás de cada trabajador o trabajadora que pierde su fuente laboral.

Por Juan Manuel Erazo. El ordenador central en el sistema capitalista es la tensión constante entre capital y trabajo. Esta lucha a veces armoniosa, pero mayormente violenta. Es la fuerza motora de leyes, derechos, políticas públicas, gobiernos, reordenamientos de fuerzas de represivas, organizaciones políticas y una innumerable cantidad de factores. El capitalismo global en la actualidad se caracteriza por una fuerte concentración del capital y un incremento abismal del mismo. Cuando esto sucede, el trabajo se reduce y desmejora.
Argentina (y América Latina en general) comienza desde mediados del 2013 a sufrir las consecuencias de esta tendencia del capitalismo global. Ya no hay margen de repartir para arriba (vía consenso de los commodities) y para abajo (vía políticas públicas de inclusión y sostenimiento del consumo interno), realidad que produce un recrudecimiento de las tensiones de clases y sectores en disputa. El kirchnerismo apenas logró sortear esta situación con políticas económicas contracíclicas y algunas concesiones al establishment (endurecimiento en el trato a los conflictos gremiales o acuerdos con organismos internacionales, por citar algunos casos).
A partir del 2016 este proceso sufrió un cambio significativo con el triunfo electoral de Cambiemos, obviamente a favor del capital. “Abrirse al mundo” no es más que abrirse a la concentración del capital y a su consecuencia. La postal de la represión a los y las trabajadoras despedidas de PepsiCo, como la represión a las docentes en Congreso, es parte de una tendencia global que exige mayor disciplinamiento de la clase trabajadora en pos de garantizar una contracción efectiva del capital. Cambiemos responde a esta nueva moda sin mediar tapujos. Solo puede oponerse la resistencia de la clase que vive del trabajo.
¿Qué hay detrás de un despido?
Argentina registró más de 22 mil despidos y suspensiones durante el primer trimestre de 2017, según estadísticas del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Si sumamos los del año pasado, hablamos de más de 250 mil despidos desde que Mauricio Macri asumió la presidencia, la mayor parte de ellos son del sector privado.
Detrás de un despido hay un Estado ausente y defensor de los intereses de la patronal. El gobierno de Cambiemos, catalogado muchas veces como una gestión de CEO’s (solo basta con ver el historial de su gabinete), ya en mayo del 2016 vetó la Ley Antidespidos, mostrando cuál sería su postura al respecto. La labor de Jorge Triaca al frente del Ministerio de Trabajo responde a esta misma lógica. El (intencionadamente) torpe desenvolvimiento de su ministerio en el conflicto de PepsiCo fue fundamental en su trágico desenlace.
Detrás de un despido hay un poder judicial parcial. El reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia que descarga sobre el trabajador los gastos del litigio en caso de que lo pierda, podría ser catalogado como terrorismo judicial. El mensaje es claro: si sos despedido, cuidado con hacer juicio, porque te puede ir mal. El accionar del fiscal Larramendi y de la jueza Rodríguez Mentasty (con fuertes vínculos comprobados con Cambiemos) para que el conflicto de PepsiCo devenga en una penalización de los trabajadores y de la Comisión Interna fue groseramente notoria.
Detrás de un despido hay empresarios insensibles. La empresa PepsiCo obtuvo un margen de ganancias más que considerable en lo que va del año. Los trabajadores de la empresa han dado testimonio sobre la importación de productos desde Chile para poder sostener los niveles de oferta ante un nivel de demanda que no había caído. Sin embargo, inventó un relato de crisis para justificar los despidos sin tener que rendir muchas cuentas. La caída del consumo interno es real, pero esto no lleva necesariamente a la reducción de planta.
Para tener un ejemplo, el Frigorífico SUPGBA de Berazategui sufrió una fuerte caída en las ventas (dado al aumento de la carne y la sustitución de consumo por parte de los sectores populares) y acarrea un alto nivel de deudas dado al incosteable aumento de tarifas, centralmente de luz. Sin embargo esta empresa recuperada y cooperativa de trabajo no despidió a nadie porque la percepción del trabajo es totalmente distinta: el trabajo es dignidad, no un costo. Como contracara, la empresa Edesur, que les prometió costear la mitad de sus abultadas facturas, nunca lo hizo hasta el día de la fecha. Porque para ellos el trabajo sí es un costo, así como los servicios públicos son solo un negocio, una fuente de ganancia.
Detrás de un despido hay, a veces, un sindicato inactivo, o muchas veces cómplice. Rodolfo Daer, titular del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación, justificó el cierre de la planta de PepsiCo por la “baja del consumo”, es decir, utilizó el argumento de la patronal. Su sindicato se hizo presente para arreglar con la patronal la entrega, no se hizo presente para poner el cuerpo a los palos. La CGT dio una conferencia de prensa en la que anunció la elaboración de un “documento crítico” y una movilización para el 22 de agosto, es decir, para dentro de un mes. Se intervinieron 5 sindicatos, se contabilizan decenas de despidos por día, el poder adquisitivo del salario cae, la legislación laboral se flexibiliza. Un “documento crítico”.
Detrás de un despido hay una fuerza represiva que espera. “El Estado tiene la necesidad de volver a la ley”, dijo la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, pero no a la ley laboral, sino a la ley del más fuerte. El ministro de Seguridad bonaerense, Cristian Ritondo, reivindicó el desalojo de los trabajadores y se lamentó por los heridos, por los policías claro. La gobernadora María Eugenia Vidal siguió en todo momento el operativo y aseguró que el gran problema fue la incitación de dirigentes de izquierda. Qué desigual es la confrontación entre un desocupado que solo le queda sus manos, y un policía con casco, escudo, bastón y balas.
Detrás de un despido hay un claro objetivo de negociar salarios a la baja, de continuar la senda flexibilizadora (poniendo a Brasil como norte), de disciplinar a la clase trabajadora, de subordinar a la organización gremial, de mostrarse ante los organismos internacionales financieros. En definitiva, un plan armado y sistemático de ajuste, de miseria planificada, de beneficio para unos pocos. Ya están las fuerzas de seguridad dispuestas, los argumentos políticos armados, los multimedios pagos, las herramientas legales preparadas.
Hay despedicidio, porque detrás de un despido hay una familia que come menos o que no come. Hay una almacenera del barrio que vende menos y quizá tenga que cerrar el negocio. Hay un pintor que iba a hacer una changa y se le cayó. Hay un nene o una nena que quizá no vaya algunos días a la escuela. Detrás de un despido hay, en verdad, una franja de nuestra sociedad que pasa al terreno de la exclusión, de lo que esta fuera del capital-trabajo, de lo que ya no es ciudadano, lo que no vale nada.
@JuanchiVasco
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