Batalla de Ideas

26 junio, 2017

Un puente de 15 años hacia Darío

Por Juan Manuel Erazo. Nahuel y Darío pertenecen a generaciones distintas, pero son parte de un mismo bloque histórico de organización popular que debe necesariamente tejer puentes. ¿Cuánto de uno vive en el otro?

Por Juan Manuel Erazo. 26 de Junio del 2002. Darío Santillán concentra en el barrio “La Fé” de Monte Chingolo junto a los compañeros de la toma. Asumió hace un tiempo la tarea de garantizar que la ocupación sea organizada y efectiva, comprende que de ello depende no sólo la posibilidad de más de 80 familias de sostener una vida un poco más digna, sino también un triunfo más del movimiento piquetero en ascenso. Tiene tan sólo 21 años.

10 de mayo del 2017. Nahuel sale del taller donde trabaja con jóvenes en situación de calle. Es militante popular y junto a su organización se considera parte de la juventud que comenzó a involucrarse en política bajo el gobierno kirchnerista. Sostiene a su vez un trabajo territorial en La Matanza donde se da apoyo escolar, se desarrolla un FINES 2, capacitación laboral, talleres de formación. Nahuel entiende que es importante sostener el trabajo en el barrio, de esto depende la moral del núcleo militante que ahí se reúne, su lugar en la organización y el involucramiento de los vecinos en política. Tiene tan sólo 21 años.

Darío organiza el viaje al puente. Todos irán juntos en tren hasta la Estación Avellaneda para encontrarse con otros compañeros del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) y demás organizaciones que convocan a la movilización. El puente Pueyrredón será el epicentro. Darío sabe que va a haber represión, por la disposición de la policía, el número de efectivos, el trato de los comisarios a cargo. No importa, se entiende que es necesario luchar por reconquistar los derechos perdidos, por la dignidad de los sin voz. Lo que mueve no es un “plan”, es el cambio social.

Nahuel salió del trabajo y fue directo a la marcha. Su columna concentra cerca del Obelisco. Por la cantidad de gente que hay, por el revuelo mediático, por la marcha atrás que debió dar el gobierno (y su cambio de discurso sobre el tema), Nahuel sabe que va a ser una jornada tranquila. Entiende que ponerle un freno al fallo que otorga el beneficio del “2×1” para represores de la última dictadura militar es necesario para frenar la avanzada ajustadora y represiva de la alianza Cambiemos. Le gustaría que toda esa gran masa de gente que se moviliza hacia la plaza genere una misma herramienta para oponerse a la avanzada conservadora, pero la realidad demuestra lo contrario.

Tanto Darío como Nahuel se enfrentan al neoliberalismo en su máxima expresión. Sin embargo entre los dos hay un desfasaje que no es solo el de los años: es la experiencia acumulada por la organización popular, son los errores cometidos, son los doce años de kirchnerismo, la Revolución Bolivariana, son tantas cosas que tienden y destruyen puentes generacionales. Darío ya no está, lo mató la represión, para que quede bien claro siempre, orquestada por Eduardo Duhalde, Carlos Soria, Eduardo Vanossi, Alfredo Atanasof, Juan José Álvarez, Felipe Solá y Aníbal Fernández. Nahuel recuerda a Darío, ¿cuánto de Darío vive en él?

Sobre el río que separa…

El llamado «Proceso de Reorganización Nacional» significó una derrota categórica de la organización popular. Enmarcada en un proceso continental e internacional de avance neoliberal, generó la idea de que cualquier alternativa al capitalismo global era inviable. Esta tendencia regresiva no fue revertida durante la “transición democrática”, y así llegaron los ‘90 donde las reglas del juego las impuso el establishment mediante un Partido Justicialista severamente subordinado.

La generación de Darío Santillán tuvo el enorme desafío de reconstruir la historia subalterna y entender el origen de tanta humillación para su clase. De obreros asalariados a trabajadores desocupados, ¿por qué? ¿Con qué herramientas escribir la historia? Un par de libros del Che, algunas letras de Hermetica y la bandera Argentina, no había más. Si claro, la sangre latina, que siempre tira.

Nahuel cuenta hoy con el libro medio escrito, cuenta con múltiples fuentes para sacar ideas, puede sostenerse sobre los hombros de una generación que lo precedió. Si algo demostraron las masivas movilizaciones de marzo de este año, es que la organización popular construida desde finales del menemismo hasta el presente no ha sido vencida y lejos está de eso. Aunar esto en una alternativa política emancipadora, es un desafío que se le suma a la generación de Nahuel, además de seguir construyendo la furia plebeya desde otros pisos mucho más concretos. Sin organización del pueblo no hay derrota del adversario.

Darío tuvo que lidiar con una crisis de representatividad de los partidos políticos tradicionales. Nahuel comenzó a militar en un proceso de normalización de los procesos institucionales y de reconfiguración (y en muchos casos, relegitimación) de la clase política. Esto no implica que Nahuel no tenga que lidiar con la “apolítica” del ideario neoliberal (como también tuvo que hacerlo Darío), por el contrario, esta incluso es la causa de varios de sus fracasos y un necesario frente de batalla. Sin transformación de las ideas no hay derrota del adversario.

Sin embargo, para los dos el Estado significa cosas distintas. Para Darío es un ente ausente en los barrios que sólo aparece para meterle bala a la pobreza. Para Nahuel significa (después del chavismo, Evo, Correa y de la experiencia kirchnerista) un terreno a conquistar y transformar, pero a su vez, una maquinaria que impone reglas desiguales de juego. Hacer de cada espacio conquistado un escenario de participación y protagonismo popular es su máximo desafío. Fue el punto débil del kirchnerismo, es la principal fortaleza del chavismo. Sin democracia participativa y protagónica no hay derrota del adversario.

… Es preciso tejer puentes

¿Por qué no cambiamos el mundo cuando más pensábamos que podíamos hacerlo? Quizá uno de los motivos (de los cientos que existen) fue haber dinamitado los puentes generacionales, ese hilo ético, espiritual, sanguíneo, intelectual y profundamente revolucionario que nos aúna. Nahuel y Darío pertenecen a generaciones distintas, pero son parte de un mismo bloque histórico de organización popular que debe necesariamente tejer puentes.

Este bloque intensificó vicios, como aquel que separa lo político de lo social (como lo hace el patrón), ya sea refugiándose en las bases en pos de un purismo idealizado, o pensando que hacer política es cuestión de jugar en un tablero de ajedrez perfectamente mecanizado sin sustento en el sentir de nuestro pueblo.

Pero este bloque construye con un mismo sujeto: la clase trabajadora excluida o incluida. Y hoy más que nunca, no puede impulsar ningún proyecto emancipador si no lo hace desde la base real del protagonismo popular. La política a la gente y la gente a la política. “Los piqueteros fueron los primeros que salieron a poner el cuerpo en la ruta. Hoy por hoy no nos encontramos ya solos, sino que hay un amplio marco de sectores que están en lucha peleando con nosotros y en otros lugares”, dijo Darío subido cortando rutas para abrir caminos, subido al puente para tejerlos.

Si Nahuel lo sacraliza le estará quitando sentido del momento histórico. Pero si Nahuel olvida a Darío, se irá olvidando lentamente del origen de su sangre. Se estará olvidando en algún sentido de sí mismo.

@JuanchiVasco

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