22 junio, 2017
Cristina en la tierra de las tensiones
Por Juan Manuel Erazo. Cristina es la figura del campo nacional y popular que mayor capacidad tiene de aglutinar descontento y frenar la ofensiva neoliberal y la derecha la odia más que nunca, pero ¿Arsenal fue una anécdota que quedará rápidamente en el olvido? ¿O es parte de un giro más profundo y persistente?

Por Juan Manuel Erazo. Lo de Cristina en Arsenal fue puro duranbarbismo. No, en verdad es que se codeó con la intelectualidad de izquierda de Europa representada en Syriza y Podemos, e intervino su método discursivo en un sentido más progresista e inclusivo. No, es increíble que no nos demos cuenta que le habla al votante promedio del conurbano bonaerense. No, es una expresión plena del populismo laclauviano. Es el renacer del peronismo. No, es la tumba del pejotismo. No, en verdad es estratégico. No, en verdad es solo táctico electoral.
Quizá demasiadas conjeturas sobre lo que piensa Cristina. Está claro que la derecha la odia más que nunca. Al menos cinco titulares de La Nación en menos de una semana juntaron con regocijo los términos “muerte”, “política” y “Cristina”. Siguen cayendo los “carpetazos” contra ella en Comodoro Py que son más literatura que formalidad judicial. Está claro que es la única dirigente política que se mueve en el terreno de las pasiones masivas y que es la figura del campo nacional y popular que mayor capacidad tiene de aglutinar a gran parte de “lo descontento” (organizado o no) con el macrismo, lo que la convierte en la principal hipótesis (electoral y cercana) de frenar el avance neoliberal.
También está claro que no se puede saber a ciencia exacta qué piensa Cristina. Al cierre de esta nota y a horas de cerrar las listas para las elecciones legislativas, sólo podemos especular que por el grado de expectativa que generó “debería” presentarse. Suponemos, debería, quizá ¿Saber qué piensa Cristina? Complejo ¿Saber por qué Cristina hace las cosas? Incierto. Pareciera que sólo un hermético grupo de dirigentes sabe “qué piensa Cristina realmente”, y todos dicen cosas distintas.
Cristina siempre se mueve. Complejo saber qué piensa, complejo predecir su próximo movimiento. Sólo queda hacer política con lo que hace Cristina, lo que implica un serio ejercicio de meticulosidad (que no es lo mismo que especulación). Sólo queda hacer política con lo que se cree que piensa, un ejercicio audaz y limitado que a la vez implica no ser una presa futura de la interpretación forzada.
Cristina en la arena de las interpretaciones
“En el Estadio Julio Grondona (todo vuelve, al fin y al cabo), Cristina Kirchner formalizó ayer su ruptura definitiva con el peronismo. Después de todo, nada le impedía proclamar desde el partido de Perón la estrategia electoral que explicó ante un estadio colmado de militantes. Hizo algo más que romper con el peronismo. Su propósito es diezmarlo, reducirlo a cenizas, condenarlo a la nada”. Nunca en la historia se leyó a Joaquín Morales Solá tan preocupado por el peronismo como en la nota de La Nación que analizó el acto en el estadio de Arsenal.
La dan por muerta (por lo pronto, políticamente), y con ella al peronismo (en términos de Morales Solá, un despreciable populismo estatizante). El mensaje va teledirigido por supuesto. En primer lugar, Cristina está condenada a la derrota y al aislamiento o, como sostiene Fernando Laborda en otra nota del periódico mitrista: “Con su discurso antirrepublicano y afín al chavismo, y rodeada de algunos de los ex funcionarios y dirigentes más repulsivos de la política nacional, Cristina parece menos preocupada por volver a liderar el justicialismo que por formar una suerte de frente de izquierda popular”.
Así que (y aquí vamos al segundo mensaje), no habría nada mejor para el justicialismo que romper con Cristina y abrazar “el cambio”. Un llamado desesperado que supura miedo, el miedo de que Cristina mida, y que Cristina gane. Pero para el establishment hay algunas noticias preocupantes y otras ambiguas. Primero la preocupante: Cristina es evidentemente muy hábil, lo suficiente como para haber reducido el espacio político de sus principales adversarios en la interna del peronismo (en su modo más amplio).
La noticia ambigua es que Cristina no rompió con el Partido Justicialista, fue con el Partido Justicialista por fuera, que es otra cosa. Actores del peronismo conservador juegan hoy dentro de Unidad Ciudadana, obvio bajo la conducción de Cristina, pero con capacidad de juego y decisión. Esto que es el sueño de un discípulo de Laclau, puede que sea la principal limitación de quienes ven en este nuevo frente la potencialidad de una herramienta para la resistencia y la transformación. Quizá no sea el dato más importante, pero negarlo es erróneo.
Cristina, hábilmente, explota su mejor cualidad: desplegar una increíble capacidad discursiva ante un objetivo inmediato: en este caso, convencer nuevos votantes. En Arsenal, en lugar de hablarle a los convencidos, amplió el juego y decidió hablarle al votante indefinido de la Provincia de Buenos Aires. Solo había banderas argentinas. Cristina y la “ciudadanía”, sin mediaciones.
Preguntas, desafíos y hasta paradojas surgen de esta innovadora imagen de plataforma ciudadana que apunta a la generación de nuevas mayorías ¿Es sustentable después de este acto? ¿Arsenal fue una anécdota que quedará rápidamente en el olvido? ¿O es parte de un giro más profundo y persistente?
Cristina en la arena de la lucha de clases
¿Quién responde pues a los interrogantes anteriormente planteados? ¿El peronismo? ¿El kirchnerismo? ¿El «cristinismo»? ¿Cristina? Quizá sea el devenir mismo de la resistencia y la dinámica de la lucha de clases. ¿Cristina y lucha de clases en un mismo párrafo? Sí, por qué no. La historia reciente nos demuestra que no puede supeditarse un proyecto estratégico a la longevidad o al pensamiento aislado e individual de un solo sujeto, al margen que ese sujeto sea uno de los mejores cuadros políticos del continente.
Que la idea de «frente ciudadano» o «nuevas mayorías» desencadene en un proyecto de resistencia al neoliberalismo que supere las (muchas y gruesas) limitaciones del proyecto anterior no depende de Cristina. Depende de la capacidad de la dirigencia media, la maduración de la militancia popular, de erradicar la obsecuencia acrítica, de generar la autocrítica constructiva, de crear ese proyecto político emancipador. Sino solo queda echarle la culpa al PJ, o a Cristina, o a las izquierdas retardatarias ¿Eso se da por dentro del kirchnerismo? ¿Eso se da por fuera? Difícil saberlo. Pero hay seguridad de que se da con el proyecto construido y con la voluntad de defenderlo sin concesiones.
Sin las movilizaciones de marzo no existiría la idea de generar plataformas ciudadanas, de apelar a la nueva mayoría resistente. Si Cristina hoy aglutinara a la inmensa, fragmentada y heterogénea resistencia, estaríamos analizando otras cosas. Hubo una vez que fue así, pero por algo no alcanzó. Por lo pronto las grandes ideas todavía se esconden en el horizonte.
@JuanchiVasco
Foto: Gustavo Pantano
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