América Latina

19 junio, 2017

Trump y Cuba: el regreso de una política fracasada

El viernes pasado el presidente de EE.UU., Donald Trump, anunció una serie de medidas respecto a Cuba que si bien no suponen una marcha atrás total con el acercamiento que había propiciado Barack Obama, si implican un retroceso importante y el regreso a lógicas propias de una etapa que parecía superada.

El viernes pasado el presidente de EE.UU., Donald Trump, anunció una serie de medidas respecto a Cuba que si bien no suponen una marcha atrás total con el acercamiento que había propiciado Barack Obama, sí implican un retroceso importante y el regreso a lógicas propias de una etapa que parecía superada.

Los cambios de Trump

Con su habitual retórica el mandatario estadounidense habló el 16 de junio desde Miami donde firmó el “Memorando Presidencial de Seguridad Nacional sobre el Fortalecimiento de la Política de los Estados Unidos hacia Cuba”. En concreto esto implica una marcha atrás en la apertura diplomática y económica de parte de Washington hacia La Habana, iniciada por la Administración Obama y anunciada al mundo en diciembre de 2014.

No obstante, y a pesar de que Trump brindó un discurso fuertemente anticastrista, enfocado en contentar a la base social anticubana de la Florida, sus medidas no implican una anulación total de las reformas impulsadas por su antecesor.

Las nuevas disposiciones suponen la restricción a las transacciones financieras entre empresas estadounidenses y entidades estatales cubanas controladas por las Fuerzas Armadas de la isla. Estas abarcan desde el sector hotelero, distintas industrias y puertos, hasta tiendas minoristas, todas nucleadas bajo l Grupo de Administración Empresarial SA (Gaesa).

Por otra parte las y los ciudadanos estadounidenses que deseen viajar a Cuba bajo una de las 12 categorías autorizadas por ley tendrán que hacerlo acompañados en todo momento por un representante de una empresa patrocinadora de EE.UU. En los hechos esto elimina la posibilidad de los estadounidenses de viajar a título individual y entablar contactos con la población cubana de manera autónoma.

En esa misma sintonía, quienes viajen a la isla tampoco podrán gastar dinero en las empresas de Gaesa. Tal como reseñó OnCuba Magazine, actualmente existe una legislación que obliga a los estadounidenses a «guardar durante cinco años todos los recibos y documentos de transacciones relacionadas con su visita». Esto será auditado regularmente por el secretario del Tesoro federal, Steve Mnuchin.

Finalmente también derogó una directiva sancionada por Obama en 2016 que formalizaba los cambios de la política hacia la más grande de las antillas y exigía al Congreso el levantamiento del bloqueo. Como contrapartida ha dispuesto que Washington rechace cualquier reclamo por suspender esta sanción económica hasta tanto no haya una «transición política» en Cuba.

Ahora bien, cabe destacar que Trump no romperá las relaciones entre ambos países y mantendrá abierta la Embajada estadounidense en La Habana. Asimismo no restaurará la política de “pies secos/pies mojados” que permitía a los cubanos que pisen suelo estadounidense ser considerados automáticamente refugiados políticos a los que se les brindaba la ciudadanía.

Además Cuba seguirá excluida de la lista de países que patrocinan el terrorismo y no se suspenderá el envío de remesas por parte de los cubanos en EE.UU.

La respuesta de Cuba

El mismo día de los anuncios de Trump, el gobierno cubano emitió un comunicado a modo de respuesta difundido a través de los medios de comunicación del país.

Allí se denunció el discurso «cargado de una retórica hostil, que rememoró los tiempos de la confrontación abierta» de Washington hacia La Habana. Y se calificó la decisión como «un retroceso en las relaciones entre los dos países».

«Nuevamente el Gobierno de los Estados Unidos recurre a métodos coercitivos del pasado, al adoptar medidas de recrudecimiento del bloqueo, en vigor desde febrero de 1962», señalaron las autoridades cubanas. Estos anuncios contradicen así «el apoyo mayoritario de la opinión pública estadounidense, incluyendo el de la emigración cubana en ese país, al levantamiento total del bloqueo y a las relaciones normales entre Cuba y los Estados Unidos», añadieron.

Desde la perspectiva cubana estas resoluciones solo favorecen «los intereses políticos de una minoría extremista de origen cubano del Estado de Florida», que movida por «motivaciones mezquinas» no desiste de «su pretensión de castigar a Cuba y a su pueblo, por ejercer el derecho legítimo y soberano de ser libre y haber tomado las riendas de su propio destino».

Las nuevas medidas «de endurecimiento del bloqueo» están «destinadas a fracasar como se ha demostrado repetidamente en el pasado», aseguró el comunicado. «Los cambios que sean necesarios en Cuba, como los realizados desde 1959 y los que estamos acometiendo ahora como parte del proceso de actualización de nuestro modelo económico y social, los seguirá decidiendo soberanamente el pueblo cubano», agregó.

«Como hemos hecho desde el triunfo del 1ro. de enero de 1959, asumiremos cualquier riesgo y continuaremos firmes y seguros en la construcción de una nación soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible», concluyó.

Una política que va de derrota en derrota

Como señalábamos en este mismo portal hace poco más de un año cuando Barack Obama visitó Cuba, su llegada -así como todo el proceso que lo antecedió- significó «el reconocimiento de hecho de que la política implementada por EE.UU. hacia Cuba durante décadas, fracasó».

El plan de “debilitar la vida económica de Cuba. Negarle dinero y suministros para disminuir los salarios reales y monetarios a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno”, tal como sostenía un memorando del Departamento de Estado de 1960, no funcionó. Hasta el propio Obama lo reconoció al señalar que el bloqueo contra Cuba carecía de fundamentos y, más importante aun, desde la perspectiva norteamericana “no dio resultados”.

Por eso la decisión de Trump de volver hacia atrás da cuenta de la ceguera de determinados núcleos de poder en Washington que buscan repetir el mismo error. Y así opina también Ben Rhodes, ex-asesor del presidente Barack Obama y uno de los artífices del acercamiento con Cuba.

En una entrevista brindada a la revista The Atlantic opinó que “el presidente Trump está volviendo el reloj a una mentalidad de guerra fría trágicamente fallida”. “Si bien no se trata de una revocación total de la apertura de Obama, las acciones de Trump han puesto las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba de nuevo en la prisión del pasado”, enfatizó.

Rhodes consideró además que «desde la era Kennedy hasta la era Obama” Cuba se ha convertido para los países en desarrollo y en especial de América Latina en «un símbolo de soberanía y resistencia».

Finalmente analizó que los anuncios de Trump no promoverán una mayor democracia en Cuba y permitirán a La Habana reforzar “el conflicto ideológico con los Estados Unidos”, ganando apoyo internacional. Esto no es un paso adelante para la democracia, sino «el último suspiro ilógico de una política estadounidense con un historial de 50 años de fracaso”, concluyó.

Santiago Mayor  – @SantiMayor

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