19 junio, 2017
Réquiem para los feriados puente
Por Nicolás Trivi. Más de uno revisó las noticias la última semana, a ver si se concretaba la vuelta atrás del decreto de Macri que daba por terminados los feriados puente, y si daba para aprovechar para irse un par de días de vacaciones. Muchos otros midieron si daba para pedir el día, dar un faltazo de facto en la oficina. Pero no. Seguimos sin feriados puente.

Por Nicolás Trivi. Más de uno revisó las noticias la última semana, a ver si se concretaba la vuelta atrás del decreto de Macri que daba por terminados los feriados puente, y si daba para aprovechar para irse un par de días de vacaciones. Muchos otros midieron si daba para pedir el día, dar un faltazo de facto en la oficina. Pero no. Seguimos sin feriados puente.
¿Qué es lo que están juego con esta decisión? El acceso al tiempo libre, ese objeto inconfesable de la lucha de clases. Cambió el gobierno y “se acabaron los subversivos, ahora a trabajar”, como rezaba la Bersuit. Nos sermonean los buitres que viven del trabajo ajeno, de la especulación, de la timba financiera. Ahora la industria publicitaria les dice los “meritócratas” o “atletas de las 3 pm”, captando como nadie el clima de época.
¿Se acuerdan de la publicidad del prócer que arengaba a sus soldados antes de la batalla con que podían legarle a la posteridad un nuevo feriado? “Defendamos la libertad de estar de entrecasa, ¡y luchemos por un nuevo feriado! Que si encima cae jueves, ¡se hará puente!”, vociferaba el líder.
https://www.youtube.com/watch?v=IzFuxWMsw_k
El comercial es de hace unos años, cuando gobernaba el kirchnerismo, que decidió que el turismo fuera considerado una política de Estado. Se hicieron planes estratégicos, se creó un ministerio específico, se promulgó una ley para regular el sector por primera vez en 50 años. La idea era que el turismo fuera un sector que le diera dinámica al mercado interno, que atrajera visitantes extranjeros, entren divisas y que las economías regionales tuvieran cómo diversificarse. Era también una de las formas que adoptó la inclusión a través del consumo que se dio en estos años y un indudable mecanismo de legitimación de las virtudes del “modelo”.
La idea de fondo para esta política era que cualquier lugar, si logra “descubrir” o inventar de cero algún tipo de atractivo, puede convertirse en un destino turístico que atraiga a algún interesado. Ya no va a ser un lugar multitudinario como la Bristol, donde vayamos todos al mismo tiempo a hacer más o menos lo mismo en los 15 días de vacaciones, sino algo pequeño para que venga algo de gente -algunos mochileros, un contingente de jubilados, gringos culturosos- y se queden un par de días.
¿Y esto qué tiene que ver con los feriados y con el San Martín que incitaba a la vagancia? Tiene que ver con que el calendario ampliado de feriados, junto a la reestatización de Aerolíneas, fue una manera de apuntalar esas políticas. Ahí se conjugó una política económica bien concreta con una reivindicación de ciertas figuras y hechos de la historia. Los nuevos feriados del 24 de marzo y el 20 de noviembre, por ejemplo, o el feriado extraordinario por el bicentenario de la Batalla de Tucumán, son parte de una relectura de nuestro pasado, y al mismo tiempo una invitación a que salgamos a consumir.
La conquista de las vacaciones
Así se llama un libro muy recomendable de la historiadora marplatense Elisa Pastoriza. En su investigación, centrada en la historia de la Feliz, esta autora cuenta cómo el derecho a vacacionar, a gozar de los lugares más bellos del país, fue el resultado de una larga lucha de una sociedad en vías de democratización como lo fue la argentina durante buena parte del siglo XX. Una disputa por el tiempo (para hacer lo que se nos cante) y el espacio (por no quedarnos en casa solamente, sino por poder acceder a los atractivos hasta entonces vedados para las clases populares).
Se trató de un largo proceso que arrancó con el turismo sindical en los años treinta y tuvo en el peronismo clásico su máxima expresión. Durante el kirchnerismo tuvo una nueva etapa importante, sobre todo si la contrastamos con los años de recesión que precedieron a la crisis del 2001 y 2002. En términos de políticas públicas, se buscó un revival del turismo social del peronismo, que fue más retórico que otra cosa. No obstante, los mecanismos de planificación usados en estos últimos años, la búsqueda de congeniar la participación privada con la estatal, y la idea del turismo como motor del desarrollo económico, tienen más que ver con lo que se hizo durante los 18 años de proscripción, que con lo que podamos encontrar en los planes quinquenales del General.
Lo cierto es que en estos últimos años el turismo nacional vivió una expansión formidable, con sucesivos récords de visitas para los fines de semana largos; con nuevos destinos desperdigados por todo el territorio nacional; con atractivos posicionados a nivel mundial, algunos convertidos en patrimonio de la Humanidad; y con un breve período en el que se logró que entren más divisas con los turistas extranjeros que las que se van con las havaianas y el iPhone que nos traemos cuando vamos al exterior.
También es cierto que en muchos lugares que se han volcado al turismo, los feriados se esperan con ansias, porque generan una diferencia en el bolsillo de muchos comerciantes. Tampoco quiere decir que el turismo haya cumplido con esa promesa de ser una “industria sin chimeneas” que trae aparejado el desarrollo económico sin generar conflictos. Por el contrario, en muchos pueblos del interior la expansión del negocio turístico vino de la mano de la especulación inmobiliaria, la presión sobre recursos vitales como el agua, la contaminación y el desmonte de la vegetación nativa. Y en destinos tradicionales y masivos, dio lugar a fenómenos como la privatización de las playas, que van en contra de la democratización del espacio público.
Hoy, este gobierno de patrones de estancia nos trata de vagos por tener más tiempo libre. Se trata de un ataque simultáneo a nuestro acceso al ocio, a nuestros símbolos patrios y a nuestros ejemplos de lucha por la liberación nacional y la justicia social. Es otro golpe a las economías locales que viven del turismo. Todas decisiones de política económica que van de la mano con la salida del cepo cambiario y la política de “cielos abiertos” que va a liquidar Aerolíneas Argentinas, para terminar de configurar un escenario de liberalización del mercado que atenta contra un acceso democrático a la posibilidad de viajar y conocer otros lugares.
Los feriados puente, conviene recordarlo, son parte del tiempo de ocio que nos corresponde como trabajadores, una porción más del tiempo social expropiado por los propietarios de los medios de producción. Queremos más tiempo libre porque nos lo ganamos trabajando. Después podemos discutir en qué vale la pena gastar ese tiempo libre, si en cultivarnos como personas sabias y leídas, en algún trabajo creativo o artístico, o en ir a la cancha, o en reventar la clave de Netflix que nos pasaron. Y podemos discutir también si agolpándonos en una playa con miles de personas y gastando nuestro sueldo en chucherías no estamos contribuyendo a lo que Sebreli (cuando era joven, rebelde y frankfurtiano) llamaba “el ocio represivo”, la continuación de nuestra alienación en momentos de descanso, a través del consumismo.
Pero no renunciemos a organizarnos por nuestro derecho al ocio. Después de todo, quién no estaría dispuesto a hacer la revolución para poder hacer un poco de fiaca a mitad de semana.
@soyeltrivi
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