Batalla de Ideas

30 mayo, 2017

Polarizar o fragmentar: cálculos para unas elecciones cruciales

Por Federico Dalponte. La provincia de Buenos Aires reparte 35 diputados, una suma decisiva para el oficialismo. Entre la multiplicidad de listas y la unidad forzada, cada escenario modifica la ecuación y lleva a Cambiemos a redefinir sus planes.

Por Federico Dalponte. ¿Es lo mismo un escenario con tres listas competitivas que uno polarizado entre dos? ¿Y si ninguna opción supera los 25 puntos? ¿Y si la diferencia entre el primero y el segundo supera la veintena?

Nada es igual, cada contexto es único. Pero la historia es edificante. En 2009 la percepción social se centró en aquella disputa mano a mano entre Francisco De Narváez y Néstor Kirchner.

Habían pasado las dos de la mañana y el ex presidente admitía lo evidente: había perdido la elección. Aunque en términos cuantitativos nada era tan grave. El denarvaísmo había obtenido 13 bancas y el kirchnerismo 12. Sin contar las dos cosechadas por Nuevo Encuentro, que se presentó con lista propia.

De lo que se trata, en todo caso, es de visualizar el escenario político en su totalidad. En 2013, por ejemplo, el Frente para la Victoria no sólo salió segundo en el podio, sino que los opositores se llevaron -en total- dos tercios de las bancas en juego.

Hoy Cambiemos está en una situación compleja. Sabe que no podrá controlar el Senado en el bienio 2017-2019, pero procura alcanzar un mayor equilibrio en Diputados. Y para eso es central la provincia de Buenos Aires. En el imaginario social, «ganar» las elecciones legislativas implica, en buena medida, ganar en territorio bonaerense.

El cuerpo más importante de la boleta impresa será, naturalmente, el de los senadores. Allí el ganador se lleva dos bancas y el segundo la restante. Y no hay tutía. Pero ello -quién gane, por cuánto, contra quién- puede modificar por completo el escenario en la Cámara Baja.

Suponiendo por ejemplo que se repite el escenario de 2015 en la categoría para gobernador, el oficialismo se llevaría unas 15 bancas. Pero el resto se lo dividirían entre el kirchnerismo y el Frente Renovador.

A mayor equilibrio entre estas tres listas, menor incidencia de Cambiemos. Dicho de otro modo: la polarización es el gran negocio del gobierno. No importa contra quién. Pero si el oficialismo logra cerca del 40% de los votos, le da igual que el segundo pise el 33%. Con esos guarismos se llevaría más de la mitad de las bancas en juego. Y el resto importa poco.

Claro que también podría pasar que las opciones peronistas se multipliquen: el cristinismo, el randazzismo y el massismo. Cada uno con su lista. Y allí tal vez haya más dispersión de votos para todos. Si Cambiemos ronda el 30%, y las alternativas peronistas superan el piso del 5%, el reparto sería más equilibrado, con una nota relevante: el gobierno ganaría; pero sin polarización los opositores se alzarían con una veintena de los 35 escaños en disputa.

Y precisamente por ello, los análisis merecen precaución. Vale decir que las elecciones primarias sirven como ordenador y promueven los escenarios de polarización. Si en agosto Cambiemos termina primero, sus chances de polarizar contra su adversario más próximo se maximizan. Y si llega al 40%, será todo ganancia.

Pero además, hay que reconocer que la fragmentación opositora no siempre es infructuosa. Esto, claro, en elecciones legislativas con distribución proporcional de bancas. Por ejemplo: si varias listas -cuatro o más- superan el piso y entran al reparto, es probable que el oficialismo tenga dificultades para hacerse de una mayoría abultada.

Todo, claro, inmerso en la pura especulación. Las elecciones de medio término siempre tienen esa particularidad: nadie sabe muy bien qué significa ganar.

Para el oficialismo es todo más fácil, pues sólo cuenta con sus propias bancas. Pero para los opositores no. Terminar segundo puede ser menos frustrante si se mide en función de quién salió tercero, cuarto, etcétera, y de cuántas bancas obtuvo el gobierno.

A diferencia de las elecciones ejecutivas, no siempre gana el primero ni pierden siempre los segundos.

@fdalponte

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