24 mayo, 2017
Doble o nada: la toma del no poder
Una obra sobre un alto ejecutivo de un diario que debe decidir entre sus dos más próximos subordinados para reemplazarlo. De un lado está Renato Beteta, despreciable para sus empleados y con fama de cagador. Del otro, Micaela Fernández Flores, inteligente y eficaz. El ámbito empresarial atravesado por el patriarcado.

Antes que nada -y antes de hablar en sí misma de esta obra- Doble o nada debería ser aplaudida por el sólo hecho de que devuelve a Miguel Ángel Solá a la cartelera teatral porteña siempre un poco a medias -y compartido con España- debido a su exitosa carrera profesional en aquel país.
Dicho esto, fui dispuesto a ver una obra donde la lucha por ascender en el ámbito empresarial dominaría la escena (y en parte es así) pero que sin embargo -al menos en la sensación que me abarcó- descarna esos privilegios de poder con que el sistema inunda todos los espacios sociales, y se mete -como agua de los ríos desbordados- en medio de todo tipo de relaciones, trayendo a primer plano la significación que tiene el patriarcado -eso que llamamos diferencias de género, cuota de representatividad, u otras maneras todas eufemísticas- sobre cada una de ellas. Esta es una obra especialmente para que vean quienes no entiendan, comprendan o crean en estos privilegios.
Doble o nada cuenta que un alto ejecutivo de un diario afectado por una enfermedad que supuestamente es incurable, debe decidir entre sus dos más próximos subordinados para reemplazarlo. De un lado está Renato Beteta (a quien nunca veremos pero que imaginé como una especie de Petiso Orejudo o algo así) despreciable para sus empleados y con fama de cagador. Del otro, Micaela Fernández Flores -discípula de Antonio, el ejecutivo interpretado por Solá- inteligente y eficaz, algo así como su persona de confianza que con 30 años menos está enamorada de él desde hace 15, cuando era su alumna de periodismo. Esto lo dirán mucho después pero se intuye -incluso- más allá de lo teatral.
Basada en Testosterona (de la mexicana Sabina Berman) que pasó sin pena ni gloria en la anterior versión dirigida por Daniel Veronese con las actuaciones de Osmar Nuñez y Viviana Saccone, Doble o nada nos ofrece -ahora dirigida por Quique Quintanilla que inteligentemente deja actuar sin perder de vista que son los actores los que están arriba del escenario- un panorama de lo que sucede cotidianamente en el ámbito empresarial, en el hogar, la cola de un banco o cualquier lugar donde es el hombre quien debe entender sus privilegios a la hora de relacionarse con una mujer sea su empleada, su esposa, su colega, o una desconocida. Ese poder que radica en la autoridad entendida impunemente desde siempre, por macho, por jefe, por marido, por dueño.
En Doble o nada estalla dramáticamente la lucha por la toma de ese poder, aunque a mi entender para Micaela -“Miqui” como la llama Antonio constantemente y en otro símbolo del paternalismo que ve como una niña a la más eficaz y solvente de sus colaboradoras- ese no es el poder que ella pretende. De ahí que pensé en que la real fuerza de Micaela es no pretender el poder, no ese al menos. Hasta el extremo de no tener -pretender- nada si pudiera elegir con su corazón.
Paula Cancio -que en la vida real está en pareja con Solá y tienen una hija en común- llena el escenario con esa torbellino de presencia que ya mostró en Hoy: el diario de Adán y Eva o en la exitosa telenovela La Leona. Menuda, con un pelazo que incluye a cada frase, ocupa de igual a igual ese ring side teatral que propone Solá con la generosidad que da una carrera extensa y llena de personajes, y algo como de maestro y amante enamorado (me banco recibir más de una crítica por el atrevimiento de esta frase) con la que le extiende la mano en casa escena. Al menos en la función que estuve fue muy gráfico en el saludo final donde se quedó casi a un costado como los bailarines de ballet hacen con las prima ballerina. No hablo de “caballerosidad” -entiéndase- sino de compartires.
Doble o nada nos inmiscuye en las decisiones de Antonio pero nos alienta en las razones de Micaela. En él primará la eficacia, la seguridad de decidir sobre el mejor (o la mejor, ya veremos). En ella hay algo más que querer un puesto de trabajar. El respeto e integridad la conmueven. Pero no todo es lo que parece. Para eso está la fantasía el teatro. El corazón quiere lo que el corazón quiere, dice el saber popular. A veces ese corazón quiere más de lo que dice.
Gustavo Pecoraro – @gustavopecoraro
Ficha técnico artística
Autoría: Sabina Berman
Diseño de vestuario: Pepe Uría
Diseño de escenografía: Jaime Nin Uría
Diseño de luces: Matias Canony, Manuel González Gil
Redes Sociales: Damian Armocida, Andra Papini
Música original: Martin Bianchedi
Prensa: SMW
Producción: Manuel González Gil, Jaime Nin Uría
Dirección: Paula Cancio, Quique Quintanilla, Miguel Angel Solá
Teatro La Comedia
Rodriguez Peña 1062 (mapa)
Capital Federal – Buenos Aires – Argentina
Teléfonos: 4815-5665 / 4812-4228
Web: http://www.lacomedia.com.ar
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