21 mayo, 2017
Una historia de dos asambleas, Venezuela de cara a la Constituyente
Por Julián Aguirre, desde Caracas. Las representaciones que comúnmente se hacen de la escena política venezolana abundan en imágenes de violencia generalizada e inestabilidad institucional. Pero es imposible reducir la realidad de un país a una única imagen. El proceso político más general está compuesto por diferentes experiencias que transcurren en simultáneo, con diferentes colores y acentos.

Por Julián Aguirre, desde Caracas. Las representaciones que comúnmente se hacen de la escena política venezolana abundan en imágenes de violencia generalizada e inestabilidad institucional. Pero es imposible captar o reducir la realidad de un país a una única imagen. El proceso político más general está compuesto por diferentes experiencias que transcurren en simultáneo, con diferentes colores y acentos.
La iniciativa proclamada por el presidente Nicolás Maduro para llamar a elegir y dar forma a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) que reforme la Carta Magna ha sacudido un escenario nacional marcado por el empate entre dos fuerzas diametralmente opuestas. También contiene el potencial de despertar un aspecto fundacional de la política establecida por y durante el chavismo: la participación directa en la discusión y toma de decisiones, una práctica asumida y apropiada por extensos sectores de la población.
La Madre de todas las asambleas
¿Reformar la Constitución? ¿Refundar el Estado? ¿Qué sentido tiene en tiempos de escasez y guerra económica, de polarización social, empate entre poderes del Estado y violencia destituyente? ¿Cómo puede bajar a tierra algo tan abstracto e imponente de cara al pueblo como depositario de ese “poder constituyente”?
Lejos de la polarizada Caracas, en el corazón de los llanos se encuentra el municipio de San Fernando, capital del Estado de Apure. La región no escapa a la incierta situación que vive el país, pero sin duda aquí los tiempos son otros. La violencia aún se muestra distante, excepcional. La polarización no ha calado tan hondo en los vínculos sociales.
Lejos de las grandes marchas y las cerradas antesalas de las internas partidarias, de las discusiones legales y técnicas sobre la metodología que deberá guiar la ANC, dos pequeños eventos en una misma localidad dan muestra de este fenómeno.
#EscuchandoSeEntiendeLaGente
“¡Aquí están los docentes, por la Constituyente!”, corea una multitud reunida durante la mañana en el gimnasio de unos de los colegios utilizado para albergar la convocatoria hecha al sector educativo.
Sobre el escenario esperan figuras del ambiente educativo y político local. Las intervenciones siguen en línea con el discurso oficial. Pero es difícil oírlas entre el bullicio conforme las conversaciones en el público ganan terreno. Incluso en su momento más crítico en años, el chavismo no pierde cierta festividad que reta a la rigidez de los actos oficiales.
La atención sí la obtiene el último orador: Orlando Zambrano, militante de la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora (CRBZ) y diputado en la Asamblea Nacional por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Su discurso adopta pronto otro tono. “Autocrítica” y “Apertura” resuenan fuertes mientras reclama revisar la propia actitud asumida por el chavismo si se pretende reconstruir una mayoría puesta en cuestión por la derrota electoral en las legislativas de 2015.
Embiste contra la corrupción, a la cual propone caracterizar como crimen contra la patria, “caiga quien caiga”. Y sobre todo señala la necesidad de otorgar un carácter realmente protagónico al proceso constituyente, para que sea algo que suceda más allá de la voluntad de un partido.
Alguna fibra sensible debe haber tocado porque la aceptación se deja oír. No recae en el triunfalismo corriente, antes bien recalca la necesidad de entender que lo que está jugándose con la propuesta gubernamental es la continuidad del proceso en su totalidad y la posibilidad real de dar por tierra con la misma República Bolivariana.
El “Lapo”, como se lo conoce, rompe con los esquemas comunes de la clase política. El humor general es festivo, el optimismo propio de encontrarse reunido y ver la fuerza propia. Aunque ese mismo ambiente puede no ser representativo del panorama general. Aún más en un escenario donde es incierto quién retiene las grandes mayorías, si es que alguien lo hace.
Con los pies en el barro de la historia
Diferente al despliegue visual de la mañana, un puñado de gente se amontona en ronda bajo la sombra que provee un árbol. Se encuentran en el patio de tierra del local donde se realizan las reuniones del Consejo Comunal del barrio. Son un par de docenas. Aquí no hay pancartas, ni remeras u otras identificaciones partidarias. A esta gente la vincula el poblar una de las barriadas más pobres de San Fernando, donde la cooperación es una herramienta central para transitar los desafíos cotidianos.
Uno de los vecinos y referentes locales explaya la importancia de la Constituyente y el contexto general que la motiva. Es difícil empujar al protagonismo pero se logra. De a poco algunos participantes pasan al frente.
Las intervenciones son algo caóticas, nada que provenga de refinados manuales de oratoria. Pero es la manera en la que entienden la política para hacerla suya. Alguien alza en su mano la Constitución y explica la oportunidad que representa el redefinir su contenido para afianzar y hacer perdurar derechos y políticas de gobierno.
Otro vecino demanda la necesidad de construir mejores mecanismos para el control de precios y distribución de alimentos al alcance de la población a través de los órganos comunales para combatir la especulación. Una mujer toca temas más inmediatos y urticantes: no consigue medicinas para su madre.
No es raro que discusiones de alto vuelo devengan en listas de reclamos inmediatos. Señal de la expectativa que aún persiste en el Estado como proveedor para reparar y elevar las condiciones de vida. No faltan dos viejos que recuerdan que con Chávez la política consistía de menos palabras y más acciones.
Con la Constitución (no) se come
El encuentro se convierte en tumulto cuando un muchacho toma la palabra para reclamar que en su cuadra la entrega de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) lleva dos meses de retraso. La discusión es desbordada por un elemento fundamental: la comida y la facilitación de su acceso en una situación de inflación, especulación comercial y desabastecimiento.
«Lapo» lo reconoce como opositor, pero prefiere no interferir y dejarlo hablar; este es un desafío si quiere ser consecuente con la apertura que predica. Saber escuchar y comprender que esto también forma los medios por los cuales una parte importante de la población aborda la política. Y sobre todo comunicar los fines y el rol mismo de la constituyente.
La confrontación no pasa más allá de las palabras pero da muestra de los desafíos impuestos día a día sobre la organización popular y la forma de canalizar la participación. Difícil involucrar y empoderar a la población en determinadas situaciones cuando esta se encuentra retraída sobre aspectos tan fundamentales de su subsistencia. El reto entonces se resume en cómo canalizar y conectar los reclamos presentes para que nutran la agenda nacional. Cómo alimentar el entusiasmo en un momento donde el escepticismo está in crescendo.
Como experiencia de gobierno que ha constituido su propio orden, el chavismo debe transitar constantemente sobre una tensión entre dos dimensiones: su experiencia en las “altas” esferas de la política, como administración del Estado que ha construido; y la experiencia más difusa, caótica del chavismo como movimiento e identidad popular, asentada en la socialización de la política en el día a día. Del diálogo, de la contradicción que reconozcan y aborden ambos componentes es que se definirá el dinamismo con el que se afronten los desafíos y limitaciones propias y externas.
@julianlomje
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