19 mayo, 2017
El ruido y la furia
Chris Cornell, pionero del grunge, poeta, compositor y vocalista de Soundgarden y Audioslave fue encontrado muerto este miércoles. Con melodías duras, guitarras enérgicas y letras nostálgicas, marcó a una generación de fanáticos que hoy lo lloran. Se trató de un suicidio por ahorcamiento. Tenía 52 años y era considerado una de las voces más potentes de la historia del rock.

Chris Cornell, uno de los pioneros del grunge, poeta, compositor y vocalista de Soundgarden y Audioslave fue encontrado muerto en la madrugada del miércoles 17 de mayo en la habitación de su hotel de Detroit, luego de un concierto que la banda había dado en el Fox Theatre de esa ciudad. Con melodías duras, guitarras enérgicas y letras nostálgicas, marcó a toda una generación de fanáticos que hoy lo lloran. Las últimas pericias determinaron que se trató de un suicidio por ahorcamiento. Tenía 52 años y era considerado una de las voces más potentes de la historia del rock.
En Las Palmeras Salvajes, uno de sus mejores libros, el escritor norteamericano William Faulkner dice a través de uno de sus personajes: “Si tuviera que elegir entre la experiencia de la nada y el dolor, elegiría el dolor”. El grunge no solo elegía el dolor, sino que se alimentaba de él. Surgido en Seattle, la ciudad más grande del estado de Washington, a fines de los ochenta, fue más un movimiento que un género musical propiamente dicho. El ‘Sonido de Seattle’, una mezcla de punk con metal y dejos de rock clásico, agrupó a bandas tan disímiles como Alice in Chains, Pearl Jam y Nirvana. El grunge que podría traducirse como “sucio”, era una música para almas castigadas, con furia en su corazón, que -como decía Faulkner- querían experimentar el dolor y estaban muy lejos de evitarlo.
Chris Cornell encajaba perfecto. Deprimido por la separación de sus padres se encerró en su casa durante un año, abandonó el piano, instrumento que tocaba desde los siete, y empezó a tocar la batería y la guitarra. Corría 1982 y era la prehistoria del mito. En aquel año conoció a Matt Dentino, al guitarrista Kim Thayil y al bajista Hiro Yamamoto que habían formado The Shemps. Cornell se unió a la banda y dos años después, con Yamamoto y Thayil, formarían Soundgarden. Cornell era la sensibilidad del grunge.
Dejaba que ese dolor por la vida lo atravesara de manera completa. Componía casi todo el tiempo para Soundgarden y el resto del día se la pasaba tomando. Sus problemas de alcohol se incrementaron al punto de que en un momento le parecía imposible volver a escribir. Cuando llegaron los 90, el reconocimiento internacional hizo explotar la movida grunge. Muchos fanáticos que cuestionaban al sistema dejaron de seguir a las bandas que ahora eran auspiciadas por grandes marcas y tocaban en unplugged’s de televisión.
Cornell siguió trabajando duro. Trató sus problemas de alcoholismo y siguió adelante. Soundgarden invadía las disquerías y MTV pasaba sus videoclips cada media hora. ‘Black Hole Sun’, ‘Spoonman’ y ‘Rusty Cage’ fueron éxitos mundiales. La banda fue tomada como contraparte de Nirvana. Cuando Kurt Cobain decidió pegarse un tiro en la boca con una escopeta en su mansión de Seattle, las cosas cambiaron para siempre. Ese dolor había formado un agujero negro tan grande que hubo que optar por la nada.
«Cuando nos enteramos de la muerte de Kurt, fue devastador. De alguna manera nosotros, Soundgarden, nuestra música, lo que nosotros tocábamos había salido de esa idea oscura, malhumorada, de ese sentimiento de encontrarse mal. Fuimos una banda que creó ese estilo, esa música, ese sello de música horrible, oscura. Y de repente Kurt estaba muerto», declaró -aún impactado- Cornell años más tarde a la revista Rolling Stone.
Pasaron los años dorados y el grunge fue quedando en el olvido. En abril de 1997 Soundgarden anunció su separación. ¿Cómo seguiría canalizando aquel dolor al que llamaba vida? La respuesta fue Audioslave. Luego de algunos trabajos en solitario, Cornell se propuso volver al metal alternativo o post-grunge que surgía en 2001 con una banda potente. Secundado por miembros de Rage Against the Machine (Tom Morello en guitarra, Tim Commerford en bajo y coros y Brad Wilk en batería) Cornell avanzó en un proyecto que se acercaba más al hard rock y al heavy sin olvidar el rock alternativo. Audioslave vendió más de 7 millones de discos en todo el mundo y fue la primera banda norteamericana en tocar al aire libre en Cuba. En 2007 anuncian su separación y el chico de Seattle sensible y fachero estaba a punto de volver a su primer amor: Soundgarden.
En 2010 a través de Twitter, Cornell anunciaba la reunión tan esperada. Volvían a sonar los acordes sucios, con guitarras que abusaban de la distorsión, repeticiones en riffs, voces graves con gritos enérgicos y tempos salidos de los cuentos de Edgar Allan Poe. Las giras de la banda continuaban hasta ayer cuando Chris decidió el mismo camino que Cobain.
El final
Seattle amaneció nublado. A medida que se enteraban, los fanáticos iban llegando. La casa en la que vivió Chris Cornell se convirtió en una tumba. Un banco de una plaza cercana quedó tapado de flores. En uno se podía leer una inscripción que decía: “Say hello to heaven”, una de las canciones que Cornell escribió cuando formaba parte de su tercer banda The Temple Dog. La había escrito para Andrew Wood, el amigo y cantante de Mothe Love Bone, una de las bandas íconos del grunge temprano, muerto por sobredosis de heroína.
Es difícil ignorar la tristeza. En El Ruido y la Furia, William Faulkner escribe: “Se puede ignorar el sonido durante mucho tiempo, pero luego un tictac instantáneo puede recrear en la mente intacta el largo desfilar del tiempo que no se ha oído.” Así de inevitable resulta el recuerdo de Chris Cornell, que se cansó de atravesar el dolor y se volvió nada. Al menos sus canciones siempre nos devolverán a ese tictac instantáneo que es la vida.
Mariano Cervini – @marianocervini
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