Batalla de Ideas

17 mayo, 2017

Enigma Cristina

Por Ulises Bosia. Se acerca el deadline del 24 de junio, cuando cierra la inscripción de las candidaturas. Como es habitual, la provincia de Buenos Aires se instaló como el centro de la disputa electoral, lo que la ubica como árbitro determinante a la hora de medir ganadores y perdedores.

Por Ulises Bosia. Por el lado de la Alianza Cambiemos se mantiene la incertidumbre sobre quiénes encabezarán las listas de senadores y diputados nacionales, aunque parece claro que más allá de los nombres propios será la gobernadora Vidal quien hegemonizará la campaña. Por lo demás el ministro de Educación de la Nación Esteban Bullrich asoma como posible candidato, en cuyo caso confirmaría la regla de que el círculo de confianza del PRO es realmente muy acotado: otro ex ministro de la Ciudad de Buenos Aires cruzaría la General Paz.

Cristina y sus dos orientaciones

Mientras tanto los principales movimientos se dan al interior del frente opositor construido alrededor del peronismo: Cristina se autoexcluye de una candidatura para poco después asegurar que había sido malinterpretada, mientras Randazzo pasa de ser la garantía de que “el proyecto no se quede manco” en 2015 a estar dispuesto ahora a enfrentar a la propia Cristina en las PASO.

Más allá de las idas y vueltas, que probablemente se sigan sucediendo algunas semanas más, si analizamos los planteos de Cristina y de sus principales seguidores a lo largo de los últimos meses, hay dos grandes lineamientos que se pueden sacar en limpio.

En primer lugar la necesidad de la unidad del frente más amplio posible detrás de una propuesta de oposición nítida al macrismo, que se explica por dos elementos.

Por un lado evitar un escenario de fragmentación del peronismo y sus aliados en al menos tres fuerzas -una detrás de Cristina, otra de Randazzo y una tercera de Massa-, que prácticamente garantizaría el triunfo electoral de Cambiemos.

Por otro lado evitar la política de los sectores “renovadores” que apuestan a “deskirchnerizar” el peronismo, jubilando y/o marginando a Cristina y sus seguidores, aportando decisivamente a la construcción de una alternancia conservadora afín de los intereses del establishment.

En segundo lugar el planteo de que no puede volver a ocurrir que legisladores electos detrás de un programa opositor cambien sus votos al ocupar sus bancas, tal como ocurrió durante 2016 y 2017.

¿Son coherentes estas dos orientaciones? Hasta cierto punto sí. Pero a medida que más se amplía el frente opositor, menores son los requisitos programáticos, con lo que se configura una situación paradójica: aumentar las chances de ganar las elecciones exige integrar a sectores que no garantizan su comportamiento después de octubre, lo que puede convertir una victoria electoral en una derrota política.

Mucho dependerá de la conducción de ese frente. Allí aparece el enigma sobre la participación de Cristina.

¿Por qué la ambigüedad con su candidatura?

Más allá del secretismo que supo cultivar como estilo político durante doce años, los gestos ambiguos respecto de su candidatura son la actitud más sensata para la ex presidenta.

Por un lado para favorecer la primera de las orientaciones planteadas arriba: fue mucho más fácil todos estos meses avanzar en la unidad del FPV sin poner como requisito la adhesión a su liderazgo. Recién hace pocos días Cristina se tomó la libertad de participar de una reunión política con las principales figuras del peronismo bonaerense. Si en cambio desde el principio hubiera apostado a un alto perfil se hubieran fortalecido las tendencias centrífugas.

Sin embargo esto no conduce necesariamente a que no se presente sino a evaluarlo hasta último momento, una vez garantizadas mayores condiciones de unidad opositora y en función de las intenciones de voto en los respectivos escenarios, asumiendo que el gobierno también prefiere una Cristina candidata, para acumular a partir de una mayor polarización.

Por otro lado, en el caso de no presentarse, Cristina necesita que la baja de su candidatura sea la contrapartida para negociar el armado de las listas, tanto de los hombres y mujeres de su espacio que alcancen lugares expectables como también de los nombres que terminen encabezando las boletas. De confirmar previamente su autoexclusión debilitaría severamente las armas de negociación de sus seguidores.

El “peronismo renovador” y el “factor brasileño” como presiones

El ex ministro del Interior y Transporte Florencio Randazzo se va consolidando como la cara visible de la renovación peronista en la provincia de Buenos Aires, después de la defección de Massa, que eligió no jugar ese rol en 2017 al aliarse a Stolbizer para disputar la base social de votantes de Cambiemos.

Randazzo ya reclutó a Alberto Fernández y a Héctor Daer. Es posible que próximamente también Felipe Solá, Facundo Moyano y otras expresiones del peronismo al interior del Frente Renovador salten la tranquera para volver a las fuentes.

Quien quiso ser precandidato presidencial por el FPV en 2015 se va convirtiendo en el instrumento del poder económico para “renovar” al peronismo en 2017, que no es otra cosa que “deskirchnerizarlo”. En ese sentido, si esta perspectiva se consolida y fuerza unas PASO, aumentará la presión para que Cristina sea candidata.

Otro elemento de presión para Cristina es el “factor brasileño”, que hace parte del escenario latinoamericano. Si sumamos un Lula ya lanzado a competir por la presidencia en 2018 con buenas posibilidades con un triunfo de Cristina en nuestro país en 2017, la avanzada neoliberal en nuestro continente sería puesta en jaque, lo cual no es nada menor.

@ulibosia

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