10 mayo, 2017
2×1: que todo lo sólido no se desvanezca en el aire
Por Juan Manuel Erazo. La memoria marca la historia argentina reciente como guía. Orienta políticas, mide triunfos y derrotas, nos insiste a ir siempre un paso más allá. Mientras el gobierno y los jueces quiere negar el pasado para imponer un futuro cada día menos prometedor, el pueblo sale a la calle para que los genocidas no salgan de la cárcel.

Por Juan Manuel Erazo. El tiempo es una fuerza compleja, difícil de comprender y, como tal, ha despertado en la humanidad distintas interpretaciones. El pueblo aimara tiene una forma muy particular de descifrarlo. Esencialmente, considera que el pasado se nos presenta adelante y el futuro se esconde tras nosotros. Todo aquello que hemos vivido, padecido, disfrutado y aprendido está frente a nosotros, es visible, nos marca el camino. Lo que vendrá permanece escondido tras nuestras espaldas. En el pasado que observamos se encuentran las claves para descifrar lo aún desconocido.
Pero la cosmovisión que bajó de los barcos, la misma que lleva más de quinientos años cegando el continente, impuso a fuerza de fuego y espadas que el pasado queda atrás y lo que importa es el futuro que creemos entender. Y ese futuro, supuestamente visible, era el progreso, era la civilización, era el capital en expansión. La modernidad ¿Y el pasado de los americanos? Pisoteado, sepultado bajo siglos de explotación, sobre centenares de cuerpos ultrajados que no vieron ni un centavo de las riquezas robadas, saqueadas.
Dura bienvenida la de los americanos a la modernidad capitalista, donde según Karl Marx, “todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo que era sagrado ahora es profanado, y los hombres se ven forzados a considerar desesperadamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas”. Lo que hoy es conocimiento, mañana será solo mito. Lo que hoy es novedad, mañana será tecnología obsoleta que los países dependientes consumirán ostentando la marca del patrón. Los derechos que se supieron conquistar ¿Mañana serán…?
Y ahí marcha la humanidad, considerando desesperadamente la existencia cada día más parecida a la mera supervivencia; contemplando nuestras relaciones recíprocas cada día más deterioradas, los tejidos sociales descompuestos, las masas de excluidos y explotados. La angustia agobiante de sentir que el mundo naufraga, porque el futuro se ve nebuloso y el pasado permanece enterrado.
La correlación de fuerzas
La asimilación que podemos hacer entre progreso y catástrofe tiene un sentido histórico: el pasado, desde el punto de vista de los oprimidos, no es más que una serie interminable de derrotas catastróficas. La clase trabajadora, la más hermosa y apasionante de la historia, no ha logrado su definitiva emancipación.
Si no ha habido derrota de la lucha de clases, es porque a los trabajadores aún les queda memoria. Como decía Walter Benjamín, “el pasado lleva un índice oculto que no deja de remitirlo a la redención ¿Acaso no nos roza, a nosotros también, una ráfaga del aire que envolvía a los de antes?”. Sólo queda el pasado, ese que da un hilo de esperanza para las nuevas generaciones que parecieran ya dar las últimas batallas. Se han puesto algunos palos en la rueda del progreso catastrófico. A principio del siglo XXI, durante el ciclo progresista en América Latina, ya con una mínima bocanada de aire, fue menester reconstruir la experiencia aunque doliera.
En Argentina, con la inconstitucionalidad de las leyes de “Obediencia Debida” y “Punto Final”, se realizaron hasta diciembre de 2015, 153 juicios orales a represores de la última dictadura militar y se obtuvieron la condena de 660 imputados. También se ha producido, en el camino, una importante jurisprudencia por parte de los tribunales superiores sobre distintos temas discutidos en estas causas. Además, se han conformado diferentes mecanismos institucionales para sustentar estos procesos, recopilar pruebas, introducir la idea de “Terrorismo de Estado” por sobre los conceptos de “Guerra Sucia” o “Teorías de los dos demonios”. El pasado, por más doloroso que fuera, debía ser recuperado y con él su máxima conciencia: la memoria.
Pero con Cambiemos en el Gobierno, todo lo sólido pareciera desvanecerse en el aire. En palabras de la ex presidenta, Cristina Fernández: “El triunfo electoral de la derecha implicó un cambio en la relación de fuerzas en general, no solamente el reemplazo de un gobierno determinado por otro de distinto signo”. Justamente, si de correlación de fuerzas se trata y para que todo lo sólido no se desvanezca en el aire, es necesario pensar no solo la necesaria defensa del pasado, sino también el avance de las ideas transformadoras, la derrota categórica del adversario y la rearticulación de ideas con el enemigo derrotado.
Ese proceso no se ha logrado en Argentina, implica por lo pronto la construcción de un proyecto marcadamente anti neoliberal, lejos de los espejos de colores de los capitalismos serios, sin jóvenes de los barrios que sigan viviendo la dictadura bajo asesinatos sumarios, detenciones arbitrarias, desapariciones y estigmatizaciones de “algo habrá hecho” (ser negro, ser pobre, ser villero). No se logrará mientras haya exclusión, si no se “combate al capital” para defender el trabajo (lo dice la Marcha Peronista y no solo los libros de marxismo). Básicamente, si no se vuelve a invocar al pasado para aprender de él.
El pueblo a la calle, los genocidas a la cárcel
Enumerando. La decisión del Poder Judicial de aplicarle el 2×1 a Luis Muiña, condenado en 2011 a 13 años de prisión por delitos de lesa humanidad; los dichos del ministro del Interior, Rogelio Frigerio, asegurando que «nos acostumbramos a que el kirchnerismo le dé órdenes a la Justicia»; las falsas excusas del secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj, quien igual insiste que “a los fallos, sobre todo los de la Corte, hay que respetarlos”; el negacionismo del presidente Mauricio Macri; el llamado de sectores de la Iglesia Católica a la “reconciliación”; el desmantelamiento sistemático de las políticas que permitían avanzar en los juicios; la reedición de la “Teoría de los dos demonios”. Negar el pasado para imponer (a los palazos) un futuro cada día menos prometedor. Los bajados del barco versión 2.0.
Todo fallo es político, no hay duda. La frecuencia con que el poder punitivo se le presenta cada vez más amenazador a los hijos marginados del neoliberalismo, es inversamente proporcional a las interpretaciones no restrictivas que reciben los que tanto mal nos han hecho. Correlación de fuerzas y desigualdad de clase en carne viva.
Revertir esta situación implica una incesante disputa del sentido común que involucra necesariamente la toma del espacio público para ejercer la democracia participativa, activa y protagónica. Este miércoles 10 de mayo eso sucederá, por suerte, en unidad.
Gracias a distintos organismos de Derechos Humanos, y al empujón inclaudicable de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, se ha logrado que el plan sistemático de represión y exterminio implementado por la dictadura hacia la clase trabajadora argentina sea ampliamente condenado por el juicio colectivo.
Es la lucha por la memoria, es la lucha contra un sistema cada día más destructivo. Parafraseando a Shakespeare, estamos en guerra abierta contra el tiempo por amor, y cada vez que él nos arrebate algo, nosotros tornamos a renovarlo.
@JuanchiVasco
Foto: Micaela Ryan
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