26 abril, 2017
Memoria de la barbarie: la masacre de Guernica
Este 26 de abril se cumple un nuevo aniversario del bombardeo alemán e italiano sobre la localidad vasca de Guernica, un acto de barbarie fascista contra una población civil que anticipó los de la Segunda Guerra Mundial y quedó inmortalizado en la poderosa denuncia pictórica de Pablo Picasso.

El 26 de abril de 1937 era día de mercado en Guernica, como todos los lunes, pero el alcalde, preclaramente, lo había suspendido desde el mediodía por el temor a que pudiera producirse un avance enemigo desde el frente cercano que se cebara sobre los feriantes y compradores. Pero, más allá de la medida previsora, seguía llegando gente al pueblo. Al momento en que empezaron a caer las bombas, se calcula que había no menos de 10 mil personas en Guernica, lo que casi duplicaba su población estable.
Hace poco más de un año el golpe de Estado del General Francisco Franco contra las legítimas autoridades republicanas había desendenado lo que algunos llaman guerra civil y otros revolución española. En cualquier caso, un alzamiento popular masivo, multiforme y autoorganizado que pretendió frenar el avance del fascismo en la península ibérica. El país se dividió en dos mientras el franquismo avanzaba apoyándose en sus «leales» y en tropas mercenarias traídas de Marruecos, con el apoyo y asistencia militar de la Italia fascista y de la Alemania nazi.
Las bombas empezaron a caer sobre la ciudad a las 4 de la tarde y no dejaron de hacerlo hasta pasadas las 7.30. Parte de la población logró esconderse en algunos de los cinco refugios municipales antibombas (además había algunos otros en fábricas o en casas particulares), pero muchos no llegaron, no lo lograron, no lo consideraron necesario. Es que no había antecedentes de un bombardeo de estas características.
Suele decirse que el bombardeo de Guernica, fue el primer ensayo de «guerra total», el laboratorio de lo que en durante la Segunda Guerra Mundial sería una práctica habitual tanto para el Eje como para los Aliados (más allá de Hiroshima y Nagasaki, conviene recordar el bombardeo norteamericano a Dresde, que borró del mapa a una de las ciudades de Europa, que no contaba con objetivos militares): la descarga de explosivos y bombas incendiarias sobre una ciudad hasta el punto de reducirla a escombros calcinados.
El gobierno de facto del Generalísimo primero intentó responsabilizar de las bombas a la aviación republicana, pero inmediatamente fue quedando clara la verdad: el ataque fue llevado a cabo por escuadrillas de aviones italianos de la Aviación legionaria y de la Legión Cóndor alemana.
Guernica era y es el símbolo de la independencia del pueblo vasco. Pero, más allá de que en algún momento se argumentó que el objetivo del ataque tenía que ver con destruir el puente sobre el río Mundaka para cortar las vías de retirada de las tropas republicanas, lo cierto es que no tenía relevancia militar.
Según el historiador vasco Xabier Irujo, la localidad fue elegida simplemente porque era una ciudad abierta, sin defensa antiaérea y sin riesgos para los atacantes, por lo que reunía las mejores condiciones para que Hermann Goering, comandante supremo de la fuerza aérea nazi, montara un ensayo general de los bombardeos sobre poblaciones civiles que luego implementaría durante la Segunda Guerra.
En un relato a la BBC, Luis Iriondo, uno de los testigos vivos del bombardeo (tenía 14 años entonces y trabajaba de cadete para un banco), recuerda: «Escuchamos caer una bomba, y otra, y otra, y otra… Aquello parecía no tener fin. Y cuando salí del refugio antiaéreo, encontré ante mí un paisaje aterrador. Todo mi pueblo estaba ardiendo, convertido en una gigantesca bola de fuego».
El ataque comenzó con el raid de un bombardero Dornier Do 17 alemán y tres Savoia S-79 italianos, seguidos por tres He-111 de la Legión Cóndor, todos escoltados por cazas de ambos paises. Las escuadrillas alemanas eran comandadas por Wolfram Von Richthofen, un primo del famoso Barón Rojo. La descarga más intensa se produjo dos horas despues, a cargo de 19 Ju-52 alemanes, que lanzaron una lluvia de bombas tanto explosivas como incendiarias, dejando en evidencia que el objetivo no era volar un puente sino destruir Guernica. La deleznable acción de guerra concluyó cuando cinco cazas Fiat y cinco Messerschmitt Bf-109 ametrallaron las calles de la ciudad y sus alrededores, apuntando a los civiles que huían.
La cifra de víctimas es aún motivo de controversias porque los registros documentales desaparecieron durante la guerra. El gobierno vasco consigna casi 1.500 muertes pero estudios posteriores ubican la cifra en unas 200 o 300.
Guernica no fue el primero ni el último bombardeo nazi/fascista durante la Guerra Civil. Ni siquiera fue el más sangriento. Ya Franco había ordenado atacar a la población de Madrid en noviembre de 1936, Durango de marzo de 1937 que dejó 300 muertos y en 1938 las poblaciones de Barcelona y Alicante (la aviación republicana sólo cuenta con el ataque a Cabra). Pero la acción sobre Guernica se convirtió en un símbolo antibélico universal.
Una parte de esta trascendencia seguramente se deba al famosísimo cuadro de Pablo Picasso, pintado semanas después. Su Guernica probablemente sea el más famoso de las decenas de miles que produjo el pintor español.
El cuadro majestuoso, de más de tres por siete metros que hoy se encuentra en el museo Reina Sofía de Madrid, probablemente constituya una de las más poderosas denuncias artísticas de la barbarie totalitaria. Allí no hay aviones, ni bombas, ni símbolos nazis, pero su poderosos blanco y negro sigue logrando transmitir a través de las décadas la denuncia de hasta dónde está dispuesto a llegar el fascismo para imponer sus principios inhumanos.
Los retoños del roble de Guernica siguen creciento por el mundo.
Pedro Perucca – @PedroP71
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