26 abril, 2017
Dilemas de 2017
Por Ulises Bosia. A medida que avanza el cronograma electoral empiezan a aparecer certezas y se clarifican los dilemas del conjunto de las fuerzas políticas. Se empieza a configurar el significado político de un año bisagra.

Por Ulises Bosia. El rumbo del gobierno para 2017 quedó claro con las recientes declaraciones del presidente Macri asegurando que “no tienen un plan B” y las afirmaciones del ministro de Finanzas Caputo ante los banqueros de Wall Street, confirmando que el plan del gobierno es ganar las elecciones para después profundizar el ajuste. Esa es su respuesta ante el desafío planteado por la ola de movilizaciones multitudinarias de marzo y el paro general de la CGT del 6 de abril.
Con esa certeza, el dilema que se le presenta al gobierno es si para obtener un triunfo electoral será suficiente volver a recurrir a polarizar entre “el cambio” y “el pasado” con el fin de consolidar su base social como primera minoría.
Hay que tener en cuenta que los indicadores económicos oficiales volvieron a poner en duda los “brotes verdes” que el ministro de Hacienda Dujovne y el jefe de Gabinete Peña se habían apresurado a festejar durante el verano.
En efecto, la actividad económica mostró un descenso interanual del 2,2% en febrero y puso en duda el sendero de salida de la recesión anunciado por el INDEC a inicios de año. Por otro lado, el FMI publicó una estimación de inflación para 2017 de casi el 26%, desairando las expectativas oficiales, mientras las autoridades del Banco Central resolvieron una nueva alza de las tasas de interés de referencia. Es decir que la decisión gubernamental ante el año electoral es sacrificar la actividad, el consumo y el empleo en el altar de la inflación, e incluso así el resultado es muy dudoso.
Por otro lado, no son datos menos menores a tener en cuenta el respaldo del gobierno norteamericano, que accedió a un encuentro entre Trump y Macri, ni la elección al frente de la Unión Industrial de un representante de la agroindustria, uno de los mayores “ganadores” del nuevo modelo económico.
En este contexto la pregunta original no hace más que replantearse: ¿le alcanzará para ganar las elecciones de medio término y poder mostrar un camino de ratificación de cara a 2019?
Dilemas en la oposición
En gran medida la respuesta a estos interrogantes tendrá que ver con el desarrollo de los debates existentes en la oposición.
El 2017 dejó atrás las expectativas de consolidar como centro de la oposición a los sectores dialoguistas encabezados por Sergio Massa. Hace poco más de un año, en enero de 2016, Macri invitaba a Massa a viajar al Foro de Davos y declaraba ante la prensa: «Me acompaña uno de los líderes más importantes de la oposición «. Y agregaba que este contaba con «serias posibilidades» de ser quien «conduzca el partido peronista en los próximos meses».
Esa política suponía aliarse con los sectores que rápidamente rechazaron el liderazgo de Cristina Fernández -los Bossio, Urtubey, Pichetto-, para “renovar” el peronismo y disputar su conducción junto a sectores de la CGT y otros dirigentes como De la Sota. Sin embargo, Massa decidió aliarse al armado progresista encabezado por Margarita Stolbizer y dejó en off side a los dirigentes que apostaron desde el interior del Frente Renovador a la renovación del peronismo -Facundo Moyano, Héctor Daer, Felipe Solá, Alberto Fernández-, por lo que algunos de ellos ya están buscando caminos de regreso al justicialismo.
De esa forma, la estrategia de “normalización” del sistema político exigida por el núcleo del poder económico -entendida como erradicación de la “anomalía populista”-, se trasladó desde el Frente Renovador al interior del Partido Justicialista, con el surgimiento de un “ala renovadora” alineada detrás de la candidatura a senador nacional por la provincia de Buenos Aires de Florencio Randazzo. El ex ministro de Transporte pasó así de declarar en 2015 ante Carta Abierta que “con Scioli el proyecto se queda manco”, a encabezar en 2017 la pelea por terminar con cualquier posibilidad de retorno de ese mismo proyecto a través de las PASO.
Sin embargo, las posibilidades de este nuevo camino para la “renovación” peronista en la provincia de Buenos Aires están reñidas con el clima de movilización popular, que forzó a que distintos sectores del justicialismo adoptaran una postura firmemente opositora y se abroquelaran con Cristina. Es el caso de Scioli y Espinoza, principalmente, pero en las últimas semanas sorprendieron también los movimientos de Insaurralde, quien tomó distancia del ala randazzista, y a nivel nacional se expresa también en el acercamiento de los Rodríguez Saá.
Sin las multitudinarias movilizaciones de marzo y abril hubiera sido imposible empantanar el crecimiento de una opción opositora dialoguista y funcional. Sin embargo, el rol de las organizaciones populares no puede quedar detenido allí, sino que están llamadas a ser artífices del surgimiento de una propuesta opositora cargada de futuro, integrando los mejores recursos con los que cuenta el pueblo argentino como saldo de la experiencia kirchnerista, al servicio de construir una nueva mayoría social.
En la medida en que el protagonismo de las organizaciones no corra del centro a la dirigencia partidaria tradicional, primarán los dirigentes que un día están de un lado y otro día del otro. Así, incluso se corre el riesgo de que una posible participación electoral de Cristina disminuya su potencia transgresora, más lejos del Frente Ciudadano y más cerca del justicialismo.
@ulibosia
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