10 abril, 2017
Acorazado Potemkin: un remolino que es huracán (I)
Primera parte de la entrevista a los integrantes del trío de rock más consistente del momento. Con un estilo catalogado por ellos mismos como “Rock-Punk-Mugre”, la banda construyó en pocos años de vida un proyecto sólido y poderoso. Presente, pasado y futuro de unos auténticos defensores del under en tiempos de Spotify.

El trío de rock más consistente del momento continúa trabajando en el sucesor de Remolino, su segundo disco de estudio editado en 2014, que publicaron gratuitamente por la web. Con un estilo catalogado por ellos mismos como “Rock-Punk-Mugre”, la banda formada por Juan Pablo Fernández en guitarra y voz, Luciano Essaín en batería y Federico Ghazarossian en bajo, construyó en pocos años de vida un proyecto sólido y poderoso. Presente, pasado y futuro de una banda que reivindica el under en tiempos de Spotify.
En la entrada de la sala de ensayo de Parque Chas hay un cartel escrito con fibrón: “El timbre no funciona”. Luego de uno o dos golpes al portón de chapa se escucha un “ahí va”, que prolonga la última vocal en un eco grave. Cualquier fanático de Acorazado Potemkin sabe que esa es la voz de Juan Pablo Fernández, guitarrista y cantante de la banda con alto rodaje en el mundo del rock nacional. Parece que la experiencia le sobra a este trío formado en 2009; Fernández fue cantante en Pequeña Orquesta Reincidentes, Luciano Esaín era el batero de Valle de Muñecas y Federico Ghazarossian, supo fundar Don Cornelio y La Zona y Los Visitantes.
“Pasen, que hace un frío de cagarse”, dice Juan Pablo apenas asoma la cabeza cuando abre la puertita de la persiana ciega que está pegada al portón. El interior podría definirse como un reflejo de lo under: un pasillo angosto prolonga el frío hasta desagotar en una sala de vidrios esmerilados en la que hay un ventilador de techo a medio colgar, un sillón de cuerina marrón con algunos tajos y un anafe enchufado con una pava en una de las hornallas. “¿Qué hacés, vieja? Llegaste justo para el mate, dice Esaín, pantalón Adidas y polera gris. El baterista, que también pasó por Flopa, Playmóbil y Motorama, se encarga de cebar, mientras Fernández se prende un pucho y llega Ghazarossian. El grupo se termina de acomodar y las preguntas salen solas.
– ¿Ensayan siempre acá?
Juan Pablo Fernández (JPF): -Si, esta es nuestra sala, ya tiene nuestro sello personal.
Luciano Essaín (LE): -Es una zona tranquila. Al lado hay un taller textil. Es de Juliana Awada, (risas)
– ¿Cómo está la banda?
JPF: -La banda está bien. Después de un año con cosas personales retomamos un ritmo de ensayo parejo para trabajar en el disco nuevo. Teníamos ganas de no tomarnos tres años otra vez para sacar un disco, como pasó entre Mugre (2011) y Remolino (2014), pero nos dimos cuenta de que no vamos a llegar a sacarlo este año. Al menos disfrutamos de los ensayos, en los que siempre hay temas nuevos. Estamos tocando bastante seguido, a razón de uno o dos shows por mes y eso nos da mucha pila para avanzar en lo nuevo.
– ¿Cómo fue el origen de la banda?
JPF: -Empezamos a tocar con Fede en mi casa y la suya; somos amigos hace muchos años. Él tocaba con Me Darás Mil Hijos, una banda en la que también estaban mis hermanos y yo lo iba a ver cuando tocaba en Los Visitantes y Don Cornelio. Una vez en un asado de El Cardenal, que es un cantante de tangos que a veces colabora con nosotros, surgió la idea de hacer algo. La hija de Fede iba al jardín con mi hijo mayor y se armó una banda para el Día de la Música y ahí tocamos por primera vez. Yo decía: Tengo que tocar con este tipo. Después de tocar varias veces juntos dijimos: Bueno, basta, vamos a llamar a un baterista. Y, por suerte, vino Luciano. Cuando ya fuimos tres, nos entendimos muy bien y como ya teníamos un recorrido con otros grupos, no estábamos ansiosos por salir a tocar. Después nos dimos cuenta que para nosotros el vivo es casi el estado natural de la banda.
– Les gusta tocar en vivo…
Federico Ghazarossian (FG): -Sí, para mí esa es la verdad.
JPF: -En el ensayo tratás de automatizar cierto trabajo para que en el vivo aparezca algo “mágico”, que te entregue al ida y vuelta con la gente. En el show estás para contar por primera vez una historia, que la gente escuche al tema como si fuera la primera vez. Trabajamos para que la banda no suene monótona y que las canciones convoquen cosas diferentes.
– ¿Cómo es el proceso creativo de la banda?
JPF: -Las letras las hacemos Fede y yo. Siempre los temas aparecen como la idea musical que trae alguno, como un riff o un estribillo y se va armando todo luego en el estudio entre los tres. Ahora estamos grabando los ensayos en el celular, porque así nos damos cuenta si alguna melodía suena mejor que otra y vamos afinando las canciones.
LE: -Hay que tener bien trabajadas las canciones, ser conscientes de que cuando las tocás en vivo, hay gente que va a escucharlas por primera vez, por más que uno las haya tocado y escuchado mil veces en el ensayo. En esa primera vez el público tiene que entender lo que vos querés decirle con la canción. La banda no se acaba en la sala de ensayo ni en nosotros tres: se completa con la gente que nos va a escuchar.
JPF: -Tiene que ver con la cultura rock también: el encuentro con la gente, el sonido, los problemas con el sonido, el error mismo al momento de tocar… me parece que hay una dimensión de eso y los temas se cargan distinto.
– ¿Son muy perfeccionistas con el sonido?
FG: -No, pero nos gusta que el sonido de los lugares en los que tocamos sea prolijo para que se entiendan las letras. El 50 por ciento de la banda es la cuestión poética que está en las letras y es parte del sello de Acorazado; eso se tiene que entender.
– ¿Piensan a los discos como un todo?
JPF: -Lo que pasa es que llega un momento en que decís: acá hay un disco. También los productores -Gustavo San Martín para Mugre y Mariano Esaín para Remolino– nos ayudan a entretejer sonidos de lo que queremos contar.
LE: -Hay como una línea, tiene que ver con el momento emocional de la banda, que atraviesa una cantidad de canciones y termina conformando un disco. En esa línea se arma el concepto del disco, como una continuidad entre todos los temas, que después te das cuenta que están hechos todos juntos, que los hiciste laburando en la sala, en un tiempo relativamente cercano.
– ¿Por qué un trío?
JPF: -Me parece que el formato de trío nos viene bien. Nos obliga a hacer un trabajo de síntesis de los arreglos y de las partes de las canciones que está buenísimo. En general las bandas las hacen las personas, más allá de las ideas estéticas que cada uno pueda tener. Lo más importante es cuando funcionan, y nosotros funcionamos de a tres.
– ¿Se pelean mucho?
FG: -No. Somos de discutir, pero de música. En qué parte va cada cosa o algún arreglo… Es la dinámica que lleva el trío en que hay un momento en que uno tiene que apoyar al otro y van cambiando los roles o el protagonismo en una canción. Capaz en la parte que uno le toca hacer el solo, otro acompaña y se va equilibrando la cosa.
– ¿Qué sienten que aportan a la cultura del rock?
FG: -Capaz que uno primero hace y después se poné a pensar si aportó algo o no. Es algo que te sale naturalmente como músico. Creo que el filtro nuestro es si primero nos gusta lo que hacemos a nosotros tres. Después viene el intercambio con la gente, que como público puede tener otra lectura de lo que quisimos decir en realidad.
– ¿Qué bandas escuchaban?
FG: -Yo de chiquitito escuchaba Pappo y Zeppelin.
JPF: De repente cuando sos chico hay bandas que te parten la cabeza como un rayo. Yo empecé escuchando Beatles, Rolling Stones, Los Pistols, The Clash, REM, y después empezar a escuchar otras cosas también que tienen que ver con la música popular o clásica que te pueden ayudar a repensar cosas, guitarras o ritmos de hip hop… ponele, a mi me gusta mucho Beastie Boys, pero no trato de copiarlos, igual que con Nick Cave o Tom Waits; influencias no tan directas pero que te cuestionan lo que hacés.
Mariano Cervini – @marianocervini
Foto: Victoria Schwindt
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