Batalla de Ideas

5 abril, 2017

Un nuevo momento político

Por Ulises Bosia. La cercanía del calendario electoral archivó una de las tres consignas con las que el presidente Macri ganó el ballotage de 2015. En efecto, después del marzo caliente, “unir a los argentinos” dejó su lugar a una dinámica de confrontación explícita: “o los mafiosos van presos o nos voltean”.

Por Ulises Bosia. La movilización convocada por las redes sociales ofreció a la Alianza Cambiemos la oportunidad de plasmar de manera contundente un cambio que, en rigor, ya estaba planificado. Es decir, se trata de una estrategia buscada explícitamente.

Son muchas las señales precedentes que culminan en las declaraciones tras las marchas del 1 de abril. La decisión de la gobernadora Vidal de confrontar con los docentes; el accionar policial en Lanús contra un comedor lleno de pibes en un barrio cartonero, comandado por el secretario de seguridad municipal y avalado el miércoles por la presencia de los propios Macri y Vidal en el municipio; la foto que se sacaron los diputados nacionales de Cambiemos el 24 de marzo con una agresión gratuita hacia las organismos de derechos humanos.

Las movilizaciones del sábado 1 de abril, convenientemente agrandadas por los medios de comunicación, le permitieron al presidente salir a polarizar por la positiva, en lugar de mostrarse únicamente como víctima de supuestos intentos golpistas. “El mandato de la gente es que hagamos las cosas que son incómodas”, afirmó a sus ministros, según Clarín.

De esta forma, después de un mes caracterizado por la presencia multitudinaria del campo popular en las calles, Macri redobla la apuesta en nombre de una base social que lo corre por derecha. Por eso tampoco fue un descuido el desprecio a la cultura organizativa popular -“sin colectivos ni choripán»-.

El posterior procesamiento de Cristina por parte del juez Bonadío, insostenible en lo jurídico, es un condimento más de este cambio gubernamental, orientado a impulsar la polarización política. Marzo fue entonces el inicio de un nuevo momento político.

Un retroceso del macrismo 

Se trata de un cambio de política, que todo indica llegó para quedarse. En lugar de proponerse como el gobierno de una “nueva Argentina”, que va dejando atrás “la grieta” y apuesta a construir una mayoría social, el macrismo renuncia a sus pretensiones hegemónicas y reduce sus objetivos a consolidar una “minoría intensa”, de características antiperonistas y más en general antipopulares. ¿Por qué lo hace? ¿Se trata de un retroceso político?

Es posible verlo así. En efecto, es difícil separar la reducción de las ambiciones hegemónicas del gobierno del deterioro de su imagen y del creciente rechazo a su política de ajuste, en un mes caracterizado por concentraciones multitudinarias. La apelación al “miedo de que vuelva el populismo” desnuda sus dificultades para asentar una base de apoyo a partir de su propio programa.

Lo cierto es que, como un eco del pasado, se frustraron las expectativas de quienes soñaban con que Cristina y el kirchnerismo se desintegrarían tras su salida del gobierno. Y más en general, quedó desacreditada la idea de que “la grieta” podría superarse fácilmente. En este sentido la decisión del gobierno asume la imposibilidad actual de dar por concluida la etapa política anterior.

La política de la alternancia conservadora, con dos opciones más o menos funcionales al establishment, no es posible por ahora. A un año y medio de la asunción de Macri, lo predominante sigue siendo el antagonismo y, por lo tanto, la inestabilidad política.

En efecto, las expectativas de que se imponga en la oposición una opción dialoguista, sea por vía de Sergio Massa o de la “renovación” al interior del peronismo, encontraron un límite y en ambos casos corren el riesgo de ser las principales víctimas de la polarización.

Finalmente, esto se corresponde con el clima latinoamericano, que no auspicia tiempos de plácido avance derechista: el triunfo de Lenin Moreno en Ecuador frenó la ola neoliberal y reabrió la polarización continental. Evidentemente, estamos en medio de la batalla y “la grieta” es la expresión de un conflicto político y social de grandes dimensiones.

Si todas estas son razones para constatar un retroceso de la ofensiva neoliberal en curso, hecho posible por la amplia resistencia popular al ajuste, al mismo tiempo hay que tener en cuenta que no es irracional el cálculo de la Alianza Cambiemos.

Con la calculadora en la mano

De hecho, frente a las elecciones legislativas, el gobierno no necesita una mayoría para evitar una derrota sino que le alcanza con una primera minoría en los principales distritos. Ese es el fundamento de su política.

Por eso, no sorprendieron las declaraciones de ayer del propio presidente a la agencia Bloomberg: “Si perdemos las elecciones, es un fracaso” y “pretendemos convertirnos en la primera minoría”. Se orienta a galvanizar la base propia y a tratar de ampliarla reduciendo el lugar de terceras posiciones.

De todas formas, no es tarea sencilla. Ya la primera vuelta de las elecciones de 2015 demostró una gran capacidad de resistencia del massismo, que supo afrontar con bastante éxito la tendencia a la polarización.

Este año es presumible que ese fenómeno pueda repetirse. Teniendo en cuenta que se trata de elecciones legislativas, en las que por un lado el voto tiende a dispersarse y, por otro, pesan más las disparidades en los armados provinciales, opciones como Martín Lousteau en la Ciudad de Buenos Aires, el Frente Progresista en Santa Fe o la propia alianza entre Massa y Stolbizer en la Provincia de Buenos Aires, tendrán mejores condiciones políticas.

Por el lado del campo popular, será determinante la participación o no de Cristina en territorio bonaerense. También desde el Frente para la Victoria hacia su izquierda tendrá efecto la tendencia a la polarización, y la presencia de Cristina en la boleta es un elemento determinante en ese sentido, muy difícil de reemplazar.

@ulibosia

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