Batalla de Ideas

1 marzo, 2017

Polarización, percepciones y cinismo

Por Ulises Bosia. Las palabras del presidente Macri en el inicio de sesiones legislativas adelantaron el discurso con el que Cambiemos buscará asumir las elecciones de medio término. Apelaciones al optimismo y la confianza, polarización con el kirchnerismo y cinismo sin fisuras.

Por Ulises Bosia. En el siglo XVIII en Irlanda, un filósofo llamado George Berkeley llevó al extremo la doctrina empirista del conocimiento. Decía este buen hombre que lo que habitualmente llamamos “real” puede reducirse más bien a lo que “percibimos” como real y que entonces pensándolo bien ser no es más que percibir y esas percepciones son las formas más puras del conocimiento.

Es curioso encontrar que nuestro presidente haya basado su discurso de apertura de las sesiones legislativas en el Congreso este miércoles en una paráfrasis del antiguo filósofo, al que previsiblemente haya conocido a través de su asesor ad honorem Jaime Durán Barba. En efecto, según Macri, “los sentimientos y emociones son lo más real que tenemos”, y por esa razón el discurso político debe centrarse en ellos.

“Superamos lo más difícil de esta transición y el país está cambiando: Argentina se está poniendo de pie”, “hay que creer en el cambio”, y otras variantes similares del “sí, se puede” poblaron el discurso del presidente, que omitió referirse a logros o dificultades de su primer año de gestión más que en generalidades como “nuestro desafío más grande es sacar a millones de argentinos de la pobreza”. El ejemplo vale porque naturalmente Macri no hizo ninguna referencia al aumento de las personas en situación de pobreza producto de sus medidas de gobierno.

Pero hablar de optimismo y mostrar imágenes de fe y confianza, incluso contando con grandes medios de comunicación a su servicio y con un buen manejo de las redes sociales, no asegura que esas sensaciones se reproduzcan en la conciencia de millones de personas. Sin un repunte de la economía, del empleo o del poder adquisitivo del salario, es difícil creer que sea posible llenar de esperanza el corazón de millones. O dicho de otra manera, la magia de la comunicación política tiene un límite.

Apostando a la polarización política      

Pero la arenga macrista continuó. “Y yo les digo hoy: no aflojemos, no nos demos por vencidos, ratifiquemos nuestra convicción por el cambio y no escuchemos las voces de aquellos que nos quieren desanimar, que nunca quisieron el cambio y que ni siquiera hacen autocrítica de lo que han hecho”. Según parece la “cultura del diálogo” que había reclamado pocos minutos atrás no llega a tanto.

No es casual. Buena parte de las palabras del presidente estuvieron destinadas a contraponer su gobierno a los de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, a los que a su vez caracterizó como “una década de despilfarro y corrupción”. Probablemente este será el rumbo que tomará el gobierno para afrontar las elecciones de medio término: polarizar con el kirchnerismo en nombre del “cambio” frente a la “herencia recibida”, tratando de evitar el curso normal de las elecciones legislativas que habitualmente se tornan un plebiscito sobre la gestión del gobierno.

Es prematuro aún para medir en qué medida se polarizará la elección, sobre todo con el factor Cristina siendo todavía una incógnita. Pero en todo caso, ante la ausencia de logros que mostrar, la apuesta de Cambiemos será seguir usufructuando las rentas de su mejor creación: la idea de la “herencia recibida” con la que justifica la ofensiva neoliberal en curso. Habrá que ver en qué medida nuestra sociedad está dispuesta a seguir pagando a partir de las lecturas del pasado, haciendo la vista gorda a las responsabilidades presentes de un gobierno que en octubre, cuando se abran las urnas, casi habrá llegado a dos años de mandato.

En verdad el discurso del presidente fue más parecido a un discurso de campaña al estilo Cambiemos que a un momento dedicado a rendir cuentas de su gestión.

De las generalidades al cinismo

Pero no se trató únicamente de generalidades el discurso de Macri. También contuvo mucho de cinismo.

Como cuando afirmó que “queremos que los científicos puedan hacer más y mejor investigación”, mientras científicos, becarios y estudiantes protestaban fuera del Congreso contra los recortes.

O cuando convocó a “llevar adelante una revolución educativa en el país, que a nuestro futuro le sobre crecimiento sin pobreza, desarrollo sin exclusión, maestros sin frustraciones” mientras afronta la mayor unidad gremial docente que se recuerde en los últimos años frente a su intento de no realizar la paritaria nacional.

En este punto, aunque sea al pasar, es necesario resaltar que frente a los silbidos y las interrupciones al hablar del tema educativo, el presidente atinó a decir: “No creo que [Roberto] Baradel necesite que nadie lo cuide”. Como es obvio, poco después de sus palabras, el dirigente del principal gremio docente bonaerense nuevamente fue amenazado con la muerte de sus hijos por su postura de rechazo a la oferta de la gobernadora María Eugenia Vidal en las paritarias.

Finalmente, quizás lo más cínico fue su referencia a la corrupción empresarial, al plantear que “la corrupción se combate con transparencia e integridad”. No solamente por su propia historia personal vinculada a distintas estafas al Estado, sino sobre todo por el impacto social que causó, incluso en su base social, el reciente escándalo del Correo Argentino.

No vaya a ser que la corrupción, caballito de batalla de la persecución mediática y judicial contra el kirchnerismo, termine convirtiéndose en un búmeran que impacte de lleno en la jeta de Cambiemos.

@ulibosia

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