14 febrero, 2017
La “grieta”, o el problema de la mirada artificial del conflicto
Por Matías Artese, Jorge Castro Rubel y Hernán Tapia. Una encuesta sobre las divisiones nacionales y la conflictividad social entre trabajadores asalariados muestra un panorama más complejo en el que, por ejemplo, el supuesto rechazo a los cortes de calle como forma de lucha no es tan generalizado como nos quieren hacer creer.

Por Matías Artese, Jorge Castro Rubel y Hernán Tapia*. “Los argentinos estamos divididos por una grieta” es el leitmotiv tanto del macrismo como de buena parte de la corporación mediática hegemónica. Una declaración que se ha convertido en sentido común, pues evidentemente forma parte de una “carnadura ideológica” en buena parte de nuestra sociedad. Y no es ilógico que eso suceda, ya que efectivamente en un sistema que reproduce desigualdades sociales, económicas y culturales, los antagonismos y luchas no tardan en surgir y desarrollarse. La lucha de clases implica, obviamente, la existencia de ciertas “grietas” entre nosotros.
El problema es que, desde el discurso dominante, el concepto está vestido de ropajes falaces. El gobierno nacional aplica un plan de transferencia de riqueza a los capitales concentrados y un ajuste sostenido a los sectores populares y, con un cinismo de alta factura, no deja de plantear que los argentinos estamos desunidos a causa de 12 años de “estilo confrontativo”. La fórmula de esta falacia podría resumirse del modo siguiente: A) las divisiones y conflictos entre los argentinos han sido instalados artificialmente. B) Por lo tanto, estos conflictos y divisiones son externos y anormales. C) Son entonces de carácter episódico: hubo un pasado en el que estuvimos unidos, y podemos volver a estarlo.
La “ideología de la grieta” se erige así como una creencia pero también como una justificación de las acciones de dominación, ya que la causa de los enfrentamientos se tergiversa y disfraza.
Los trabajadores, principales afectados por las medidas económicas del actual gobierno de “Cambiemos”, ¿cómo interpretan estas nociones sobre las divisiones y la conflictividad? Esta fue la principal pregunta que nos motivó a realizar en agosto de 2016 una encuesta a una muestra de 121 asalariados provenientes de heterogéneas ramas laborales (empleados estatales, de PyMEs industriales y comerciales, etc.), por fuera de puestos gerenciales o de mando, respetando proporcionalmente cuotas de edad y sexo de la Población Económica Activa (PEA).
En primer lugar nos encontramos con que la relación con las luchas y el conflicto no es algo ausente en la vida de estos asalariados. Por el contrario, su participación en diversas acciones de protestas ronda el 58%, mientras que el 42% lo hizo en organizaciones colectivas, también de diverso tipo. Una participación en la vida política que lejos está de un lugar “neutral” y aséptico.
Desde el discurso oficial, la protesta social forma parte de una expresión de desuniones y ánimos encontrados. Con más cinismo nos explican que mitigar las diferencias y los conflictos nos llevará a una mancomunión entre los argentinos, si es que “tiramos todos para el mismo lado”.
Pero ¿qué opinan los trabajadores sobre la conflictividad social? ¿Cómo se caracteriza la efectividad de los cortes de ruta, por ejemplo, método particularmente polémico y que concentra las críticas oficialistas? En primer lugar, el 45% de los encuestados encontraron en el corte de calles y rutas un método eficiente, lejos del supuesto que establece que todos -incluidos los trabajadores, por ser “los primeros afectados”- aborrecen este recurso.
Y aún más: cuando dimos ejemplos concretos sobre distintas protestas mediante el corte de calles, la respuesta fue una clara tendencia a favor de los realizados por obreros (72% a favor), y un fuerte rechazo a la posibilidad de que éstos sean ejecutados por sectores patronales (82% en contra). Si bien esto último no es algo usual, recordemos la llamada “protesta del campo” y los miles de cortes llevados a cabo en todo el país por arrendatarios y propietarios en el primer semestre de 2008.
Ahora bien, ¿qué implicancia tienen estos aspectos con respecto a la noción de desunión? Efectivamente, el 86% de los encuestados consideraron que los argentinos estamos desunidos o muy desunidos. De esta porción, sólo un 30% consideró que estas desuniones existen desde el inicio de la conformación como república, es decir, algo inmanente al sistema. Otro porcentaje similar (31%) vinculó estas causas al período kirchnerista, mientras que un 12% vinculó estas desuniones al corto período de gobierno macrista. El resto de respuestas varían en distintas etapas de la historia reciente del país, o no supieron dar un período claro. Lo que da cuenta de la potencia que ha tenido la difusión de aquel discurso falaz que mencionábamos al principio.
Se podría suponer que ese porcentaje que ubica al período kirchnerista como la fuente de todas las divisiones y conflictividades sería mucho mayor en sectores “medios” y de pequeño-burguesía urbana. Lo cierto es que encontramos que estos trabajadores han tenido una importante experiencia en protestas y participaciones en organizaciones colectivas, además de una solidaridad de clase frente al método del corte de rutas y una valoración positiva muy considerable sobre la efectividad de dicho método. Y por otro lado, consideran mayoritariamente que las divisiones son temporalmente recientes, no viéndose parte de ellas del todo. Perspectiva que presenta un problema nada nuevo: cómo dar cuenta de las complejidad de la lucha de clases y su carácter histórico en el capitalismo.
*Sociólogos, investigadores del Instituto de Investigaciones Gino Germani /CONICET.
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