América Latina

13 febrero, 2017

Falleció el intelectual cubano Armando Hart

Revolucionario, guerrillero, intelectual, primer ministro de Educación y Cultura de la Revolución Cubana. Armando Hart, fallecido este lunes 27, fue todo eso y más. Fue combatiente de la Sierra Maestra y en febrero recibió el máximo galardón que otorga la Unión de Periodistas de Cuba.

Revolucionario, guerrillero, intelectual, primer ministro de Educación y Cultura de la Revolución Cubana. Armando Hart, fallecido este lunes, fue todo eso y más. Fue combatiente de la Sierra Maestra y este año había recibido el máximo galardón que otorga la Unión de Periodistas de Cuba (Upec).

«Estamos en presencia de un político humanista y ético, un intelectual irreductible que ha puesto a la cultura en el cimiento de la orientación cubanísima y el equilibrio universal. Un ser que prestigia y merece de manera excepcional el premio», declaró Juana Carrasco integrante del jurado de la Upec, al entregar en febrero la distinción a Hart.

Fue la tercera vez que el Premio Nacional de Periodismo fue otorgado de manera extraordinaria -regularmente se otorga anualmente desde 1989-. Previamente lo habían recibido Fidel Castro y Hugo Chávez.

«Un hombre sincero de donde crece la palma»

Con motivo del cumpleaños número 70 de Hart el presidente la Upec, Miguel Barnet, lo había definido como «uno de los marxistas más consecuentes de Cuba, más convencidos, el más obstinado de los revolucionarios y uno de los más lúcidos. El más fidelista. El amigo leal y honesto. El gladiador de mil batallas, el incansable que convierte lo cotidiano en extraordinario». En definitiva, y citando los versos de José Martí popularizados en la canción Guantanamera, «un hombre sincero de donde crece la palma».

Es que la trayectoria de este intelectual en el proceso revolucionario que encabezó Fidel ha sido amplia. Con el máximo líder de la Revolución Cubana se conocieron militando en el Partido Ortodoxo y fue uno de los fundadores del Movimiento 26 de julio que en 1956 comenzó la guerra de guerrillas contra la dictadura de Fulgencio Batista.

Con el triunfo de los revolucionarios cubanos Hart se convirtió en el primer ministro de Educación de la Revolución, cargo que ejerció desde 1959 hasta 1965. Durante esos años se llevó a cabo la histórica campaña de alfabetización que logró acabar con el analfabetismo en la isla caribeña, siendo el primer país latinoamericano en alcanzar ese objetivo.

Padilla y el quinquenio gris

Sin embargo todavía le esperaba al intelectual y revolucionario una tarea mucho más ardua. Entre 1971 y 1976 se desarrolló el llamado «quinquenio gris» en Cuba.

En esos años, que tenían como contexto la muerte del Che Guevara en 1967 y el fracaso de la zafra de los 10 millones en 1970, el gobierno cubano atravesó su período de mayor cercanía con la Unión Soviética. Esto repercutió internamente en casi todos los aspectos, principalmente en la política económica, pero la cultura no estuvo exenta.

El famoso «caso Padilla» en 1971 dio inicio a este proceso. El poeta Heberto Padilla había publicado en 1968 el poemario Fuera de juego por el cual ganó un premio de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). Sin embargo sus críticas a la Revolución le valieron ser encarcelado tres años después. Este hecho devino en la ruptura de muchos intelectuales que en un principio habían apoyado el proceso liderado por Fidel.

Una carta firmada por Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Guillermo Cabrera Infante y hasta Julio Cortázar (que luego se arrepentiría), entre otros, cuestionaba duramente la detención del poeta. Dirigida directamente a Fidel Castro el texto señalaba: «Lo exhortamos a evitar a Cuba el oscurantismo dogmático, la xenofobia cultural y el sistema represivo que impuso el estalinismo en los países socialistas”.

Sin embargo otro grupo de intelectuales rechazó esta posición, entre ellos Gabriel García Márquez y Rodolfo Walsh. Este último cuestionó la rapidez con la que los más de 50 firmantes de la carta habían concluido -sin pruebas- que Padilla había sido torturado en un texto que tituló Ofuscaciones, equívocos y fantasías en el mal llamado «caso Padilla».

Más allá de las interpretaciones, efectivamente durante ese período la política cultural cubana giró hacia el realismo socialista, abandonando la diversidad y pluralidad que la había caracterizado en los años ’60. El propio Fidel lo reconoció años después cuando anunció el inicio del “Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas”.

En 1976 Hart asumió el recientemente creado Ministerio de Cultura con una tarea central: dejar atrás el quinquenio gris.

La revolución cultural

“Fue un año providencial para el movimiento cultural cubano», analizó Barnet. Hart fue situado «donde hacía falta, ahí donde había que desbrozar las malas hierbas, donde había que erradicar el arribismo y la mediocridad, y lo hizo con elegancia, con cautela, sin cercenar cabezas, más bien sacando del hueco a aquellas que iban a rodar, y poniendo a un lado rencores y revanchas», explicó el titular de la Upec.

Durante la gestión de Hart al frente del Ministerio se crearon nuevos medios de comunicación en la isla y se extendieron las distintas escuelas de arte a todas las provincias. Estuvo al frente de la política cultural cubana hasta 1997 cuando asumió como director de la Oficina del Programa Martiano y presidente la Sociedad Cultural José Martí.

Entrevistado por el periodista Luis Baéz en el libro Cambiar las reglas del juego el intelectual afirmó: «No hay gobernante que no se haya equivocado, no hay ser humano que no se equivoque. Pero conviene hacer una distinción entre la política, las ideas de los hombres, y los errores que los hombres comenten en su realización. Yo creo que esa es una de las cuestiones sobre la que más se tiene perfeccionar el movimiento revolucionario».

«Creo que pocos gobernantes en el mundo -y digo pocos para que no se nos acuse de inmodestos- han tenido el valor que tuvo el compañero Fidel de proclamar públicamente ante el pueblo lo errores que se han cometido», añadió Hart.

Y concluyó: «El primer deber de un intelectual honesto es reconocer que no posee la verdad absoluta, que tiene que discutir y analizar con los demás para alcanzar la verdad hasta donde sea posible. La mejor manera de evitar lo errores es acercarnos al pueblo, acercarse a los demás, oír a mucha gente».

Santiago Mayor – @SantiMayor

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