Batalla de Ideas

12 febrero, 2017

“Expertos” en crianza: entre lo individual y lo social

Por Mariela Di Francesco. La crianza es el ámbito donde se cruzan los derechos de la niñez y los de las mujeres, con sus diferentes identidades y condiciones de vida. Tomarla solo a partir de una visión, la de la llamada “crianza natural”, y particularmente la de sus “expertos”, puede ser insuficiente desde una perspectiva feminista.

Por Mariela Di Francesco. “La humanidad le debe al niño lo mejor que puede darle”, dice la Declaración Universal de los Derechos del Niño de 1959. Hemos avanzado mucho en términos de derechos de la niñez, reconociendo a niños y niñas como sujetos que deben ser respetados y protegidos en todos los aspectos de su desarrollo.

Pero lo formal se contradice con las enormes desigualdades sociales y económicas que nos atraviesan. Tenemos consecuencias gravísimas (abuso, explotación infantil y diferentes tipos de maltrato cotidiano), y otras menos graves pero también dañinas (la promoción de estereotipos de “niños/as-adultos” a través de la imagen, los consumos y las exigencias cotidianas que como adultos les imponemos).

Por otro lado pero desde un lugar muy relacionado con la niñez, existe un movimiento de mujeres que a lo largo de la historia y en diferentes partes del mundo ha luchado por derechos que involucran la crianza de los hijos. Se trata, por ejemplo, del derecho a un parto humanizado, al aborto, al trabajo remunerado (dentro y fuera del ámbito doméstico), a las licencias por maternidad y paternidad, a ser madres o padres desde nuestra identidad de género y sexual, etc.

La crianza entonces, no sólo es difícil de abordar, sino que el entenderla puramente a partir de algunas visiones, puede resultar riesgoso para quienes intentamos darle una perspectiva feminista.

La llamada crianza natural, ¿retroceso o más poder para las mujeres?

Durante los últimos años se viene difundiendo una visión de la crianza que se contrapone a las teorías y métodos de la medicina tradicional, de la psicología conductista y del sistema económico y social en general. Este último, promueve no sólo  la idea de que las mujeres debemos ser “productivas” sino que además se beneficia con la venta, por ejemplo, de las leches industrializadas que “facilitan” el reemplazo de la lactancia materna.

Se trata de la “crianza natural” o “con apego”, que recupera la teoría del apego formulada por John Bowlby desde fines de la Segunda Guerra Mundial y sus aportes a la psicología del desarrollo. La base de esta teoría indica que el contacto físico y emocional del niño con su figura principal de afecto le proporciona un mejor desarrollo físico y cognitivo, y una mayor seguridad de sí mismo que perdurará por el resto de su vida.

La “crianza natural” parte de definir la maternidad y la crianza como procesos naturales e instintivos, que devienen de nuestra condición de mamíferos. De allí sus prácticas fundamentales: fomentar los partos naturales, la lactancia materna por el mayor tiempo posible (puede ser hasta los cinco o seis años), el colecho con los niños hasta que ellos mismos lo decidan, el contacto emocional y físico especialmente con la madre (quien debería “criarlo en brazos”), incluso la elección de no dar vacunas a sus hijos y educarlos de modo alternativo (en el hogar, por ejemplo) y no en la escuela formal.

La elección consciente de este modo de crianza, es realmente válida. Para muchas mujeres, puede ser además un modo de dar respuesta a un sistema socioeconómico machista que no respeta nuestros partos, que nos quiere en el mercado de trabajo precario mientras nos vende leches industriales carísimas, que sigue tratando a los niños y niñas como objetos, y que además pretende controlar nuestras elecciones.

Pero ¿qué pasa con la gran masa de mujeres sin posibilidad de elección? ¿Tienen los referentes más “prestigiosos” de la “crianza natural” una respuesta para ellas?

El problema de las verdades absolutas

Las páginas de Facebook, los blogs, libros, etc., sobre “crianza natural” son innumerables. Mayormente, se difunden sus prácticas básicas, las cuales rara (o nula) vez son enmarcadas en contextos familiares que no sean “ideales”. Y con “ideales” no nos referimos solamente a situaciones económicas y sociales relativamente favorables, sino a modelos tradicionales de familia, con padres y madres heterosexuales, que viven juntos y comparten mismas creencias. Lo “natural” entonces debe corresponderse con lo “ideal”.

En Argentina y otras partes del mundo fue muy difundida la terapeuta familiar “experta” en maternidad, Laura Gutman (nacida en nuestro país y recibida en París). La “filosofía de vida” de la terapeuta (que se asume feminista) está basada en definir a la maternidad como instinto que nace con el nacimiento del bebé. Por ello, tanto en sus libros como artículos y entrevistas insiste en que “no importa el nivel de conflictos que tenga la madre durante la crianza del hijo”, “todas las madres con un mínimo de sostén emocional son capaces de amamantar, acunar (…)” y para ello “nos hemos entrenado jugando con nuestras muñecas”. “Para cambiar el mundo”, insiste, “hay que criar bien desde la cuna” (como dice en el libro La maternidad y el encuentro con la propia sombra).

Gutman fue cuestionada en 2014 y en 2016 por sus dichos que parecen centrar la responsabilidad de la crianza exclusivamente en las madres (incluidas las enfermedades de los niños) y que implican además una idea peligrosa sobre el abuso sexual infantil.

Otro ejemplo latinoamericano es el del venezolano Elvis Canino, creador del blog y página de Facebook La crianza con apego es mi forma de cambiar el mundo donde plantea que para poder practicar la crianza con apego hay que recorrer un camino de “autoconocimiento” y “autoconciencia”.

Hay otros “expertos” en el mundo como los españoles Rosa Jové, Rosa Sorribas y Carlos González. Todos, con más o menos matices, se constituyen como “grandes consultores” que viajan dando conferencias y talleres (pagos), publicando best-sellers y creando páginas web. Pero las aplicaciones de la teoría del apego parecen estar destinadas sólo a algunos sectores. Algo bastante distinto de lo que buscó John Bowlby al estudiar las poblaciones de niños y niñas que habían quedado en situaciones de profundo abandono tras la violenta Guerra.

Cambiar el mundo apegándonos más que al mundo propio

No podemos pedir a los “expertos” de estas teorías que se inserten en los problemas de los sectores mayoritarios, populares y diversos. Sí podemos dejar en claro sus contradicciones y poner sobre la mesa posibles autocríticas y desafíos para el feminismo.

La libertad de elegir es importante. Pero para poder ejercerla debemos exigir nuestros derechos como mujeres y los de nuestros hijos, en los que se incluyen los accesos a una vida digna (en lo económico, social y cultural) y libre de violencia machista en todos los ámbitos (de pareja, laboral, institucional, etc.).

Pensar en una u otra forma de crianza, por fuera de las condiciones sociales, como “cosa exclusiva de cada familia” no es suficiente.

Hay muchos debates pendientes. Pero no hay dudas de que las respuestas y propuestas más acabadas, que han mejorado en lo concreto varios aspectos de la crianza, hay venido del movimiento feminista. Tal vez sigue siendo uno de los desafíos del feminismo ir borrando, de a poco, esa aparente “frontera” que divide los derechos de la niñez de los de las mujeres, lesbianas, trans, que pueden desear (o no) criar y amar, inventando (según sus situaciones) distintos modos de hacerlo.

@maridifran

 

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