Cultura

9 febrero, 2017

Huyendo hacia adelante cargados de silencio

La omisión de la familia Coleman comienza su treceava temporada de éxito. La opera prima de Claudio Tolcachir, que nació en el off y hace unos años aterrizó en la Av. Corrientes, nos permite asomarnos a la cotidianeidad tan patética como divertida de una familia disfuncional viviendo al límite de la disolución.

Todas las familias son una locura, es cierto. Pero hay algunas que están decididamente más chifladas que otras. Los Coleman (por simplificar, ya que es apenas uno de los tres apellidos que conviven bajo ese techo) son una de los grupos familiares más desquiciados que se pueda imaginar.

Pero increíblemente ese colectivo ha logrado un equilibrio excéntrico donde la órbita imprevisible Memé, una irresponsable madre con evidentes problemas madurativos, se compensa por la excesiva responsabilidad de su hija Gabi, quien garantiza que la casa funcione; y los mambos del mellizo alcohólico y marginal de Gabi se entrelazan con los de la hermana mayor que tuvo la suerte de criarse fuera de esa casa de locos. En el centro del sistema se encuentran una abuela sólida y cansada y el menor de los vástagos de Memé: Marito, que parece tener algún trastorno autista. Alrededor giran algunos satélites secundarios tales como un médico o un remisero que no saben bien que se están metiendo en un orden que ha comenzado a desmoronarse, que con la pérdida de uno de sus pilares entra en un inevitable y acelerado rumbo de disolución.

Pero hablar de La omisión de la familia Coleman inevitablemente obliga a salir de la estricta mirada de lo que sucede en el escenario para iniciar un retroceso de 12 años en el tiempo. Porque el contenido de la obra escrita y dirigida por Claudio Tolcachir es inescindible de esa larga historia, de sus orígenes, de un largo viaje de crecimiento para el director y los actores que comenzaron poniéndola en la pequeña sala de Timbre 4 y más de una década después siguen acompañando el milagro en su arribo a la calle Corrientes.

La historia de esta familia disfuncional comenzó en un pequeño PH de Boedo en el año 2005, en un país que todavía se encontraba signado por los coletazos de la crisis del 2001. Cuenta Tolcachir: “Creo que esta familia genera dos cosas: empatía y compasión. Cuando la escribí no lo pensaba en términos familiares sino más bien como vínculos sociales y políticos. Pero todo, con esta obra, fue una sorpresa”.

Empatía, compasión y risas. La angustia más de una vez se canaliza en carcajadas, especialmente gracias a la soberbia actuación de Miriam Odorico (Memé). La abuela y Marito no se quedan atrás y el resto del elenco sostiene solventemente el desarrollo dramático. Pero Miriam es soberbia.

Respecto de los orígenes, agrega el director que su ópera prima obra fue el producto de “nueve meses de ensayos diarios, trasnoches y madrugones en donde este grupo, este maravilloso conjunto de talentos humanos, de actores sobrenaturales, se entregó sin especulaciones a la gestación del que sería mi primer texto teatral”. Luego Tolcachir oscilaría entre las obras basadas en textos propios y la dirección de otras más decididamente mainstream, como la puesta de Agosto, con Norma Aleandro y Mercedes Morán, entre tantas otras.

En el caso de La omisión… es evidente para cualquier espectador que la obra funciona como un reloj, que allí hay un largo compromiso colectivo y que una interacción tan aceitada entre protagonistas que no puede ser producto de apenas unos meses de ensayo. Y no lo es. Menos dos, todos los personajes son interpretados por los mismos actores y actrices que 12 años atrás se comprometieron con un auténtico proyecto de creación colectiva. Sólo han cambiado Marito, primero interpretado durante nueve años por Lautaro Perotti, ahora reemplazado por Fernando Salas (que se decidió a estudiar teatro luego de ver una de las primeras funciones de la obra), y la abuela, a quien le dieron cuerpo Ellen Wolf, Araceli Dvoskin y ahora la gran Cristina Maresca.

Detalla Tolcachir sobre el recorrido: “Estrenamos un agosto de lluvia con la esperanza de haber realizado un buen trabajo y sin más expectativa que permanecer algunos meses en cartel para mostrar orgullosos nuestro trabajo. Pero cada vez era más y más gente la que se acercaba a la sala. Y fueron más y más funciones. Luego vinieron los viajes, las giras, la construcción de una nueva sala, más grande, y más temporadas en distintos lugares del mundo, con subtítulos, sin subtítulos. En aviones, micros, trenes. Y un placer y una emoción que nunca nos abandonó de que esta familia tan nuestra fuera adoptada con pasión en todo el mundo”.

Ahora la obra arranca su decimotercera temporada en Buenos Aires y la tercera en el Complejo La Plaza, donde es una de las pocas cosas mirables (es carísimo pero se consigue 2×1). Esta verdadera década ganada incluyó 1834 funciones a las que asistieron 259.830 espectadores, más otras 305 representaciones en el extranjero. Participó en 50 festivales internacionales en 22 países y el texto se ha traducido a ocho idiomas. Tolcachir ha manifestado su sorpresa por la empatía que ha generado su criatura en públicos tan disímiles, con historias y circunstancias tan alejadas del contexto porteño (al punto de que en Sarajevo le preguntaron porqué se le había ocurrido escribir sobre una familia bosnia).

Pero las familias occidentales nucleares y modernas no son tan distintas entre sí. Puede haber más o menos ensamble, mucha o poca moralina, códigos y contraseñas particulares. Pero en todos lados hay una abuela dispuesta a hacerse cargo de la crianza de los hijos de su hija o hermanos defendiéndose mutuamente como último recurso ante el desamparo. Y cosas que no se dicen, implícitos que permiten seguir operando siempre y cuando no se enuncien. En todas las familias hay silencios fundacionales.

Cuando el sistema estalla y llega el momento del sálvese quien pueda lo no dicho a lo largo de las décadas hace que en la huída hacia adelante en medio de la onda expansiva todos se olviden de algo.

Pedro Perucca-@PedroP71

Ficha técnico artística
Libro: Claudio Tolcachir
Actúan: Jorge Castaño, Diego Faturos, José Frezzini, Tamara Kiper, Inda Lavalle, Cristina Maresca, Miriam Odorico, Gonzalo Ruiz, Fernando Sala
Diseño de luces: Ricardo Sica
Fotografía: Giampaolo Samá
Diseño gráfico: Johanna Wolff
Asistencia de dirección: Gonzalo Ruiz, Macarena Trigo
Prensa: Marisol Cambre
Producción ejecutiva: Maxime Seugé, Jonathan Zak
Dirección: Claudio Tolcachir

Paseo La Plaza
Av Corrientes 1660 – Capital Federal
Teléfonos: 6320-5350
Web: http://www.paseolaplaza.com.ar
Entradas desde: $ 450,00 – Viernes – 20:00 hs – Hasta el 10/02/2017
Entradas desde: $ 450,00 – Sábado – 20:00 hs – Del 28/01/2017 al 11/02/2017
Entradas desde: $ 450,00 – Domingo – 19:00 hs – Del 29/01/2017 al 12/02/2017

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