El Mundo

8 febrero, 2017

Problemas en el paraíso: crece la tensión entre Irán y Estados Unidos

En línea con su discurso de campaña, la administración de Donald Trump se muestra decidida a elevar las tensiones con Irán. La prueba de un nuevo misil balístico iraní el 29 de enero fue vista por Washington como un desafío que demandó una sesión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU y trajo una nueva escalada de tensiones diplomáticas.

El 29 de enero fue convocada una sesión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU ante la noticia de que Irán había probado con éxito un nuevo misil balístico. A ello le siguió una conferencia de prensa en la Casa Blanca, donde el Asesor en Seguridad Nacional, Michael Flynn dijo que este hecho suponía un desafío al Plan de Acción Conjunto acordado por Irán, Rusia, EEUU, China, Francia, Gran Bretaña y Alemania, y a la Resolución 2231 del Consejo de Seguridad de la ONU que lo promueve.

El Plan comprometió a la nación persa a reducir gradualmente sus capacidades nucleares a cambio de un levantamiento de las sanciones comerciales y financieras impuestas.

Guerra verbal

El ministro de defensa iraní, el general Hossein Dehghan, dijo el 1 de febrero que la prueba de misiles no transgredía los límites del Plan o de la Resolución 2231, al tratarse de un sistema con propósitos defensivos sin cargas nucleares.

Fiel a su estilo, el presidente estadounidense, Donald Trump, dijo por medio de su cuenta de Twitter que Irán había sido “advertido formalmente” y que debería “agradecer” el acuerdo alcanzado con los EE.UU. Durante la campaña electoral no ocultó sus intenciones de dar marcha atrás el Plan Conjunto, el cual prometía establecer un piso sin precedentes en las relaciones entre Irán y EE.UU., rotas formalmente tras la Revolución iraní de 1979.

Alí Khameneí, Líder Supremo de Irán, agradeció irónicamente a Trump por “mostrar la verdadera cara de EE.UU.”. Khameneí afirmó además que la nación iraní respondería con manifestaciones el próximo 10 de febrero, durante el aniversario de la Revolución. Habló con indignación a la detención de un niño de cinco años, ciudadano estadounidense con una madre iraní, que permaneció esposado por cuatro horas en el aeropuerto de Dulles, Washington DC. El Secretario de Prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, defendió la acción alegando que el menor podía representar una “riesgo de seguridad”.

Ante todo esto, el presidente iraní, Hassan Rouhani, se refirió indirectamente a Trump como “un novato en el mundo de la política”. Además, reiteró sus críticas a la decisión del Ejecutivo norteamericano de prohibir la entrada a EE.UU. de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana por 90 días, entre los cuales se encuentra Irán.

Esto trajo consigo una gran polémica dentro y fuera de los EE.UU., con fuertes implicancias en materia diplomática y judicial por el evidente carácter arbitrario y xenófobo de la medida. No solo se castiga a comunidades enteras de personas por su origen nacional sino que deja en un status precario a miles de residentes actuales en los EE.UU., sean refugiados, estudiantes de intercambio, investigadores, deportistas, corresponsales o un largo etc.

La espada de doble filo

Cabe mencionar que la incertidumbre en torno al acuerdo nuclear y el futuro de las relaciones con Irán no se iniciaron con Trump. Políticos y voceros diplomáticos iraníes reiteraron durante los últimos meses de la presidencia de Barack Obama su desilusión frente a la negativa estadounidense de iniciar el levantamiento de sanciones sobre su país. Pese al compromiso iraní con el cumplimiento del acuerdo en materia nuclear, la respuesta norteamericana no ha sido la esperada.

No solo las sanciones no han disminuido sino que han sido extendidas luego de que se votara en el Congreso estadounidense el 10 de diciembre de 2016 prolongar por 10 años más el Acta de Sanciones sobre Irán.

Esto no hizo más que sumar mayor frustración en la opinión pública iraní. Presenta un desafío abierto a la reputación del gobierno de Rouhani, quien hizo del restablecimiento de relaciones diplomáticas con Occidente y la búsqueda de una solución concertada a nivel internacional una de sus banderas de campaña en 2013.

También era visto como una oportunidad sin precedentes para importantes actores del gran capital, especialmente de Europa y Asia, para acceder a un mercado hasta entonces fuertemente restringido. El gigante aeronáutico Boeing, por ejemplo, firmó en diciembre de 2016 un contrato por 16,6 miles de millones de dólares por la entrega de 80 aeronaves. También la surcoreana Hyunday Heavy Industries firmó una orden de 650 millones para la construcción de barcos.

Sin embargo, la continuidad de las restricciones en materia financiera y la escalada de tensiones continúan amenazando el desenvolvimiento de la economía. Además, Irán reclama que cerca de 2 mil millones de dólares en bienes siguen congelados por el Tesoro estadounidense.

El acuerdo nuclear partió aguas dentro del país, trayendo desde sus inicios una fuerte polémica entre los partidarios de la política aperturista del actual gobierno y sectores conservadores y nacionalistas. Para los primeros, era la oportunidad de revitalizar la economía tras años de retroceso que han impactado en los índices de empleo, consumo y han traído consigo ajustes en materia de políticas sociales y servicios. Los últimos se han visto fortalecidos al denunciar que las concesiones asumidas por el país han ido en detrimento de la soberanía nacional sin siquiera traer consigo resultados concretos.

De desbandarse la vía diplomática, las próximas elecciones presidenciales podrían ver el triunfo de un adherente de la línea dura en política exterior que sepa capitalizar la beligerancia norteamericana.

Aún quedará por verse que rumbo concreto adopte el gobierno estadounidense más allá de la retórica impetuosa; cómo equilibrará Washington su idea de encontrar un nuevo consenso geopolítico con Rusia por un lado, mientras profundiza su retórica desafiante con socios y aliados de Moscú como lo son Irán y China, por el otro.

Julián Aguirre – @julianlomje

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