Batalla de Ideas

22 enero, 2017

Manteros, carreros, extranjeros: postales de la disputa por el sentido común

Por Nicolás Fava. Son sectores de los más vulnerables. Prácticas políticas y periodísticas estigmatizantes los constituyen en chivos expiatorios de la frustración social. Protagonistas involuntarios de estas «postales» nos ayudan a pensar qué es eso del sentido común.

Por Nicolás Fava. Son sectores de los más vulnerables. Prácticas políticas y periodísticas estigmatizantes los constituyen en chivos expiatorios de la frustración social. Protagonistas involuntarios de estas «postales» nos ayudan a pensar qué es eso del sentido común.

Esquemáticamente se puede decir que hay dos formas de hacer política: desde la lucha basada en derechos o desde la reacción basada en prejuicios. La primera es la predilecta, con variantes, de los sectores populares; la segunda, la táctica por excelencia de las clases dominantes.

La madre de todas las batallas en que esos antagonismos ven provisoriamente resueltas sus contradicciones es la batalla de ideas. Lo que conocemos como sentido común no es más que la cristalización de una momentánea correlación de fuerzas, sustentada material e ideológicamente.

Cierto es que el poder descansa finalmente en boca de los fusiles, pero primero se recuesta en valores y preconceptos que estructuran el marco de lo admisible.

Para Antonio Gramsci, uno de los rasgos que caracteriza la «concepción del mundo absorbida acríticamente por diversos sectores sociales», en los que «desarrolla su individualidad moral el hombre medio», es la incoherencia. No hay algo así como la ideología de los oprimidos y la de los opresores, sino un lodoso campo de disputa sobre el que se construyen imaginarios.

En democracia el ajedrez del poder se juega en el discurso público. En la pelea por la centralidad del tablero, emergen ideas que permanecían latentes, provocando un desplazamiento de los límites de lo esperable, lo decible, lo posible. Muchas veces, alimentando los peores prejuicios para negar fundamentales derechos.

decks-palermoComercio de libertad

En el barrio porteño de Once, luego de violentos operativos policiales, con el pretexto de que se apropiaban de un espacio que es público, el gobierno porteño logró expulsar a vendedores ambulantes que ocupaban la zona. «¿Cómo se puede negociar con quienes están infringiendo la ley?», se preguntó un panelista televisivo refiriéndose a los trabajadores reprimidos. Bien podría haberse referido a la autoridad que ordenó la represión de los manteros que se manifestaban en defensa de su derecho a trabajar.

La hipocresía se desnuda al contrastar lo que ocurre en Palermo Hollywood. Allí, los emprendimientos comerciales no solo acaparan las veredas y toman parte de la calle, sino que son alentados a hacerlo por el mismo Gobierno de la Ciudad, que provee materiales para la instalación de «decks» en los bares.

Animal maltrato

Es creciente el compromiso ciudadano por el ambiente y la naturaleza. Proliferan manifestaciones, por ejemplo, contra el maltrato animal. En el variado universo ecologista, existen reclamos de los más integrales, que incluyen la problematización del sistema económico, hasta demandas puntuales por la protección de una determinada especie.

maltrato-animalLa reciente prohibición de carreras de galgos dejó una foto para reflexionar: afuera del Congreso Nacional, mientras un grupo de activistas se expresaba a favor de la ley, bajo un cartel con la consigna «No al maltrato animal; No al abandono de animales» se podía ver a un hombre en situación de calle. Pero aunque conceptualmente puede ser muy gráfica, la situación no demuestra nada. Pasemos a otra.

El Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) de Salta nuclea, entre otros, a carreros que utilizan caballos en su actividad laboral y son perseguidos cotidianamente por «proteccionistas» que los insultan y agreden impidiendo que puedan llevar a cabo el trabajo con la que se ganan el pan.

Hace poco publicaron en su cuenta de Facebook una imagen que visibiliza la doble moral de la prohibición de la tracción a sangre. En ella, se plasman las múltiples actividades en las que los sectores pudientes utilizan equinos: doma, salto, polo, carruaje, eco-turismo aparecen contrastadas con la imagen de un trabajador que utiliza el caballo como vehículo para obtener el sustento familiar.

carreros-salta«Ésta es nuestra única fuente de trabajo, estamos cansados de ser perseguidos por intentar llevar el pan a nuestros hijos, ¡digan la verdad señores! Lo que les molesta no es que usemos a los caballos, ¡los que molestamos somos los pobres a los que ustedes no quieren escuchar!».

Inversiones de búsqueda

Los extranjeros pobres han sido históricamente un doble blanco privilegiado de los mensajes tendientes a conservar el statu quo: reúnen al mismo tiempo la discriminación clasista y xénofoba. Asociar la inmigración a la delincuencia o la desocupación es uno de los ejercicios preferidos de los publicistas de la desigualdad.

El nuevo gobierno ya intentó crear una cárcel exclusiva para migrantes, recortó programas que facilitaban su integración y aumentó las expulsiones, poniendo en tensión la progresiva normativa en la materia dictada por el gobierno anterior, tendiente a garantizar la migración como derecho humano.

La búsqueda de inversiones extranjeras es un pilar declarado del modelo económico actual. Pero las exigencias a empresarios y capitales no parecen guardar proporción con las que se establecen para los trabajadores de países limítrofes. Ello se observa en la laxitud de la nueva ley de blanqueo, o el tratamiento que ha dado Macri al conflicto por el acceso al Lago Escondido, acaparado por su amigo Joe Lewis.

Sobre este tipo de doble estándar, el dirigente sindical Víctor De Gennaro ha sido de los más claros. En un debate televisivo expresó: «Macri dijo que a los que vienen del extranjero procesados no deberían dejarlos entrar. A Chevron le acaban de dar un gran negocio en todo lo que significa el petróleo no convencional y está procesado y condenado en el Ecuador, no debería estar funcionando. Entonces, ¿cómo es esto? Se le puede aplicar al tipo que viene y que no tiene poder».

Lo común sentido

Las personas encuentran un diagnóstico para sus frustraciones en los mensajes que escuchan a diario. La mayoría no se considera de izquierda ni de derecha, simplemente habita el permanentemente contradictorio sentido común. El mismo que dice «quien se porta mal debe ser reprendido» o «los más necesitados merecen ayuda».

Entonces se puede clasificar la política basada en derechos o prejuicios. Pero hay otra manera: basada en esperanza o en miedo. Parafraseando a Bertolt Brecht: no hay mayor fascista que un burgués asustado; ni nada más extraordinario que el poder de la gente común.

La sociedad en la que vivimos se caracteriza por arrojarnos a una lógica competitiva, haciendo empresas de nosotros mismos y quebrando vínculos de solidaridad. En el gerenciamiento de nuestra propia existencia, la relación con otros es un cálculo más. Somos solo un engranaje en la fábrica de nuestra propia subjetividad. Pero somos uno.

@favanico

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