Cultura

12 enero, 2017

Las chicas del verano

Recomendación de cinco libros de autoras, obras profundas y singulares. Porque desde Notas consideramos que no hay que desperdiciar el verano en “libros para no pensar”, elegimos cinco textos de mujeres capaces de abrirse paso en el calor inhumano y llevarnos lejos.

Nuestra literatura renguea y cae patéticamente, balbuceando falsedades obsoletas sin las voces de las chicas de la ficción, que pueden transformar el tedio del verano en territorio fértil para naufragar en imaginarios densos y maravillosos. Es pueril circunscribir lo femenino a una función del entretenimiento veraniego, cuando basta mirar apenas un poco detrás del experimento lobotómico de los best sellers para hallar excelsas mujeres. La realidad es un lugar espantoso para pasar el verano y estos son cinco libros ideales para irse lejos.

Black outBlack Out, de María Moreno. Random House (2016).

Me cuesta no concebir este libro como el libro del año. María Moreno construyó una obra perdurable, destinada a que hablemos de ella, a generar diálogo, controversia y un sinnúmero de placeres. Texto desmesurado, bestial, que nunca parece largo al mismo tiempo que cada página resulta un tesoro que necesitamos recorrer con calma, para apreciar esa voz, única, grácil, densa y precisa que es un deleite en sí misma. A través de la historia personal del alcohol (una historia sin grandilocuencia, sin autoindulgencia, sin heroísmos) Moreno urde un poco una autobiografía, un poco unas páginas de crítica literaria de una lucidez balsámica y un poco una serie de crónicas de barrios, escritores, amigos, épocas que viven de un modo encantador cuando ella narra: no vemos las cosas que nombra sino su experiencia de esas cosas, con lo que cada página implica un paso dentro de una mujer inmensa que, como creo que no es ningún secreto, todos amamos. ¿Cómo no amarla?

 

Como si no existieseComo si existiese el perdón, de Mariana Travacio. Metalúcida (2016).

No es un secreto que adoro este texto. Es un western kafkiano, un thriller a lo hermanos Coen y una nouvelle hipnótica, que cautiva y desasosiega. Es un tour de force por el horror de estar vivo y por la ternura de los pequeños momentos en que la vida resiste e intenta, contra la adversidad invencible, forjar un sentido, por más pequeño que sea, y un refugio, por más efímero que sea. Bella en su terror apaciguado, profunda en su elocuente llaneza, es de lo mejor del 2016, pero me atrevo a sospechar que el 2016 le queda chico.

 

 

Diario de una golondrinaDiario de golondrina, de Amelie Nothomb. Anagrama.

Las primeras páginas de esta novela poseen un mecanismo de captura infalible. Un muchacho trabaja de delivery en moto y no siente nada. Está entumecido interiormente por todo: su emotividad está cancelada. Pero descubre que algo le pasa si escucha Radiohead, algo se mueve en él, algo vive aún. Entonces lo escucha todo el día, todo el tiempo, sin parar. Distraído del tránsito y sumergido en la voz de Thom Yorke, atropella a un peatón y lo echan del trabajo. Se va a emborrachar a un bar, conoce a unos rusos heavy, por algún motivo empatiza con el gángster más pulenta y consigue un trabajo nuevo: asesino a sueldo para la mafia rusa. Le encargan  matar a alguien y él va y lo mata, y lo hace -aquí su preciosa marca de estilo- al ritmo de Radiohead: crímenes exquisitos. Hasta que tiene que matar a una chica, muy joven, muy bella. ¿Se enamora de ella y la salva? No del todo. La mata. Pero encuentra en la casa de la chica su diario. Y se lo lleva. Y lo lee. Y se enamora. Así empieza. Nothomb es mi excéntrica favorita, y esta novela -lejos de la vocación autobiográfica- es un hechizo asegurado.

el mal de la muerteEl mal de la muerte, de Marguerite Duras. Tusquets, La sonrisa vertical.

Brevísima y sublime joya. Texto marginal de una de las chicas más fuertes en la literatura del siglo pasado. Todo aquí es incierto, pero digamos que es más una historia de intimidad que de amor. En una habitación frente al mar un hombre le paga a una mujer para que esté con él. No, no para garchar: solo para estar. Para que duerma en la cama con él, para hablar un rato, para escuchar las palabras que ella dice cuando duerme, para interrogar en ella lo femenino, que lo elude y a la vez lo extravía. A través del cuerpo dormido de la mujer el protagonista experimenta su pasado y su soledad. El oído de Duras es inolvidable: los diálogos son de una verdad, de una densidad, de un horror filosófico tan íntimo que es difícil no sentirse nombrado. Es solo esto: un hombre y una mujer hablando en una habitación. Yo no sé si el amor existe, pero lo que pasa en esta novela es lo que pasa cuando hablamos sabiendo que no sabemos de qué hablamos cuando hablamos de amor.

 

una hermosa doncellaUna hermosa doncella, de Joyce Carol Oates. Punto de lectura.

Raspando me quedé con esta novela, dejando afuera por poquísimo a Claus y Lucas de Agota Kristoff (porque no se consigue) y El amante del volcán, de Susan Sontag (bellísima, pero quizás demasiado ardua para los azotes del verano).  Oates, eterna candidata al Nobel, construye en esta novela su Lolita: Katya Spivak, una niña de familia obrera de 16 años se ve implicada en un ¿romance? con Marcus, un cultísimo, refinado y burgués vejete de 68. No llegamos a distinguir en qué momento el juego que sostienen ambos se vuelve algo más oscuro y tampoco quién es el primero de los dos que se percata de la perversidad del vínculo. Ella posa, él dibuja. No es Balthus, no es Humbert Humbert, no es Lewis Carrol. La sensibilidad de Oates cuenta otra historia, lejos del imaginario masculino sobre la nínfula. Katya es más verdadera y más siniestra, más próxima y posible que Dolores Haze. Olviden, por el amor de dios olviden, las representaciones de la adolescente de las novelas juveniles o eróticas semi porno que terminan en casamiento. Esas adolescentes no existen y dañan, limitan y banalizan la interioridad femenina. Oates, en cambio, hace aflorar el pulso de la niña.

***

El verano tiene sus horrores específicos, pero también suele ofrecer tiempo. No desperdicien el tiempo de verano en la lectura de esos “libros para no pensar”, de los entretenimientos vacíos, de las novelas que no dejan nada. Durante el año postergamos las literaturas que nos hubiesen salvado la vida por pavadas más urgentes. Pero ahora, en este tiempo que se abre en medio del calor inhumano, prueben una mujer que escribe de verdad.  

PD: Con dolor me quedan afuera Selva Almada, Alejandra Zina, Mariana Enríquez, Yamila Begné, algunas de esas mujeres que con sus ficciones me salvaron un rato de la poca gracia que tiene a veces ser real.

Debret Viana

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