8 enero, 2017
Agradecerle al sol haber sido contemporáneos de Piglia
Por Kike Ferrari y Juan Mattio. Este viernes 6 de enero murió Ricardo Piglia. No se apagó la voz de un narrador, se apagó una luz bajo la que era posible leer a todos los narradores. Desde 1986 que nuestro país –literario– no sufría una pérdida así.

Por Kike Ferrari* y Juan Mattio**. Esta es la nota que hubiéramos querido no escribir. Aunque supiéramos que era inevitable. Sabíamos que se venía, que más temprano que tarde.
Pero.
Él estaba ahí. La mente más lúcida de la literatura argentina en mucho, mucho tiempo. Seguía ahí. Con tropiezos. Con dificultades. Peleando contra una enfermedad hija de puta e infame. Pero ahí. Enseñándonos a leer. Ofreciéndonos un prisma desde el que leer nuestra tradición. Abriendo el juego para que agregáramos lentes a ese prisma o para que construyéramos el propio. Atento siempre a lo que sucedía. Infatigable.
Leímos primero su literatura. Formas breves, Plata Quemada, Cuentos morales. Respiración artificial, claro. Pero no fue un libro de narrativa el que nos llevó a su puerto. Fue Crítica y ficción, que vino a dar vuelta nuestro mundo como un pañuelo. Ahí se fue todo al carajo: las musas, el mito del artista, incluso nuestras lecturas, incluso las de su literatura. Todo tuvo que ser revisado. Lo comentamos durante días, lo discutimos durante meses, lo estudiamos durante años. Tuvimos, con él, que pensar todo de nuevo. Pudimos releer nuestras obras más queridas a su luz. Puso la mayor parte de nuestras certezas en estado de pregunta. ¿Cómo no quererlo, entonces?
Después también tuvimos la suerte de tratarlo personalmente. Supimos su generosidad, la humildad enorme de un tipo que sabía su valía, su austero coraje en la mala. En nuestro imaginario su nombre va a estar siempre unido al de Paco Taibo II, con quien tanto y tan poco tiene en común.
Esto no es una nota, no puede ser una nota, nunca va a llegar a ser una nota. Detrás de estas palabras hay un dolor real. Esto es el saludo de dos que seríamos otros, otros peores, sin su trabajo.
Es curioso pensar que hay quienes crean que hoy es un día como cualquier otro. Hace poco murió Laiseca. Murió Rivera. Aunque el dolor sea similar, esto es otra cosa. Este viernes no se apagó la voz de un narrador, se apagó una luz bajo la que era posible leer a todos los narradores. Desde 1986 que nuestro país –literario– no sufría una pérdida así.
Hace mucho tiempo que, cada vez que se da la oportunidad, repetimos que todos los escritores argentinos tendríamos que levantarnos una hora antes a la mañana para agradecerle al sol la buenaventura de ser contemporáneos de Ricardo Piglia.
Deberíamos seguir haciéndolo.
Levantarnos temprano, preparar unos mates, encontrar un lugar limpio y bien iluminado. Aprovechar esa hora de sol y frescura mental para volver sobre su inabarcable laburo, del que todos tenemos tanto pero tanto que aprender.
@KikeFerrari1 y @juanmattio
* Escritor, autor de Lo que no fue, Que de lejos parecen moscas, Operación Bukowski y Nadie es inocente, entre otros libros.
** Escritor y periodista, autor de Punto Ciego -junto a Kike Ferrari- y Tres veces luz.
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