Cultura

29 diciembre, 2016

Un buen libro es un viaje lejos: cinco recomendaciones veraniegas

El verano y las vacaciones, sea que exista la posibilidad de un viaje o sea en el sillón o patio de casa, son una invitación a conectar con buena literatura. Hay para todos los gustos. Clásicos y novedades. De amor y de terror. Aquí un recorte posible de cinco libros que pueden ser buena compañía y ayudarnos a romper la calurosa rutina.

Es un verano pobre. El calor, el reposo y enero no deben connotar necesariamente con una lectura banal y poco demandante. El ajetreo del año justificaría esa vulgarización mucho más que el verano, donde hay tiempo, descanso mental, y por tanto posibilidades de leer algo que, aturdidos por las obligaciones cotidianas, postergamos hacia un tiempo inexistente. No me refiero necesariamente al Ulises, pero hay textos gratos que se favorecen de que nuestra existencia no se vea aturdida del caos mundano. Es un verano pobre: un buen libro es un viaje lejos.

1- No hay risas en el cielo – Ariel Urquiza, Corregidor, 2016

Este es el último premio Casa de las Américas. Es un libro de cuentos, pero funciona a la vez como novela. Un puñado de relatos de gángsters como si fuesen narrados por Carver: la violencia late, se siente, se respira, pero está afuera del campo del cuento. Lo que tenemos, en cambio, son conversaciones, pequeñas historias en las que los personajes principales pueden ser secundarios cuatro cuentos más tarde, o viceversa, componiendo un universo propio (y a lo Pulp Fiction) con maestría singular. Se lee de un tirón.

2- La cena de Electra – Nelson Gustavo Specchia, Edhasa, 2016

Otro libro de cuentos, ganador del último Max Aub, opuesto o quizás complementario al anterior. Specchia compone, en diez relatos, un libro sutil y refinado, dotado de un lenguaje tan lirico como económico. Disfrutable a cada línea, cada cuento explora distintos géneros, desde un policial barcelonés hasta el relato de las aventuras de un dedo. Un libro bello y reparador, que recupera el amor por el cuento clásico.

3- Los subterráneos – Jack Kerouac, Anagrama

¿No es ideal el verano para leerse una novela de amor? Pero no del amor banal, fofo, marketinero de Pol-ka o de las ilegibles novelas para divorciados que esconden el porno con un argumento inverosímilmente histórico. Esta es una historia de amor de verdad, la historia de Kerouac y de una chica, muy joven, allá por el principio de los beat. Es, desde luego, el relato de una pérdida. Me acuerdo, quizás no las palabras exactas, pero sí que la última línea era algo así como “y volví a casa habiendo perdido su amor, y escribí este libro”. No, no es un spoiler. Es el testimonio carnal, vivo y conmovedor de una historia de amor como son las historias de amor. Dos datos vuelven al libro más encantador aun:

– Están todos los beat dando vueltas por la novela (Burroughs, Gingsberg, todos)

– Mardou, la chica protagonista, fue inspiración de la Maga, en Rayuela.

4- Fragmentos de un discurso amoroso – Roland Barthes, siglo XXI

¿Por qué sos un asno en tu vida sentimental? ¿Por qué no te quieren, o te dejan, o salís siempre con el mismo tipo de tarado? ¿Por qué te clavan los vistos en el wasá? ¿Qué amo cuando amo? ¿Qué parte mía se abisma, qué parte mía se resguarda, con qué hace juego mi psiquis cuando me debilito por alguien? ¿De donde vienen los celos, por qué infiero la soledad como horror, por qué escribo cartas o mails o mensajitos de feisbutt de amor? ¿Por qué me ama quien no amo y amo a quien me bloqueó en el Tinder? ¿Existe el amor? ¿Es necesario que exista? Roland Barthes lo responde todo sobre nuestra sentimentalidad en este mega best seller de teoría literaria (quizás el único hasta la fecha). ¿Qué mejor que emplear el tiempo playero en comprender nuestro deseo?

5- Letras – Bob Dylan, Malpaso, 2016

Le dieron un Nobel y hay bardo. Pero los muchachos de Malpaso juntaron todas las letras en un volumen de casi mil páginas, bilingüe, para que puedas despejar en tu verano todas las dudas y tomar partido seriamente sobre lo acontecido en el campo literario. ¿Es una letra de canción literatura? Críticos y catedráticos se han entregado al pugilato limpio para dirimir esta cuestión. Pero la única verdad está en las páginas se volaran con el viento playero de este libro, que a mi entender revelan a Dylan no solo como poeta, sino como el primer Nobel global.

Queda una pregunta: ¿Shakespeare, ese muchacho que parió a la lengua inglesa y que es el máximo tótem sajón, escribía literatura? ¿Sus 38 obras de teatro -que en su época equivalían a escribir la novela de Estevanez de las tres de la tarde- califican como obra literaria? Dylan tiene la respuesta. Pero probablemente se la calle.

Bonus: El resplandor, de Stephen King.

Existe una excepción a todas estas recomendaciones. Si vas de vacaciones a un hotel grande, cerca de un bosque, esos hoteles antiguos, no de tantos pisos, pero vastos como mansiones interminables, alejados de la ciudad, rodeados quizás por una laguna o por la nieve, entonces tenés que llevar El resplandor, de Stephen King. Olvidá la película: o tiene nada que ver con el libro. Es un novelón de 600 páginas, pero las últimas 200 son el horror más perfecto, más terrible, más atroz que puedas experimentar. Todo ese hotel está vivo y lo atroz se encarna de mil formas: raras veces sentí miedo leyendo un libro, pero El Resplandor es la experiencia sublime de la presencia de lo terrible.

Debret Viana

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