Nacionales

28 diciembre, 2016

Así en la villa como en el cielo: la vida del Padre Montaldo

Este 25 de diciembre falleció el cura salesiano Edgardo Montaldo, el padre de los humildes de barrio Ludueña. Un hombre que dedicó su vida a abrir escuelas y jardines y a llenar las panzas con hambre de la barriada rosarina desde los años ‘60. Esta crónica nace a partir de una entrevista realizada a Montaldo en febrero de 2015.

Este 25 de diciembre falleció el cura salesiano Edgardo Montaldo, el padre de los humildes de barrio Ludueña. Un hombre que dedicó su vida a abrir escuelas y jardines y a llenar las panzas con hambre de la barriada rosarina desde los años ‘60. Esta crónica nace a partir de una entrevista realizada a Montaldo en febrero de 2015.

El 28 de junio de 1966 se producía en Argentina un nuevo golpe de Estado que derrocó al presidente Arturo Illia e instauró en su lugar un gobierno de facto autodenominado “Revolución Argentina”, encabezado por Juan Carlos Onganía. Por aquel entonces, en América Latina se empezaban a instalar dictaduras para combatir los fantasmas del comunismo y la subversión.

En aquel contexto social y político, comenzó a gestarse un movimiento religioso sin precedentes que se expresaría años después en el “Manifiesto de 18 obispos del Tercer Mundo”. El periodista rosarino Carlos Del Frade explica en La Iglesia y los azos del 69 que el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo “reunió a 524 personas, de las cuales una tercera parte decidió alejarse del estado clerical. Al menos diez de ellos se sumaron a la lucha armada y alrededor de dieciséis fueron perseguidos o desaparecidos por el gobierno militar”. En 1968 en Medellín, los curas tercermundistas redactaron uno de los documentos fundacionales del movimiento el Mensaje a los pueblos de América Latina. En algunas líneas expresaron: “Como pastores, con una responsabilidad común, queremos comprometernos con la vida de todos nuestros pueblos en la búsqueda angustiosa de soluciones adecuadas para sus múltiples problemas. Nuestra misión es contribuir a la promoción integral del hombre y de las comunidades del continente.

Ese mismo año, en la ciudad de Rosario llegaba a barrio Ludueña Edgardo Montaldo, un cura que venía de la congregación salesiana, cuya obra estaba inspirada en la vida de Don Bosco. Montaldo nació en la ciudad bonaerense de San Nicolás en Marzo de 1930. A los 38 años de edad decidió trasladarse desde el Colegio San José de la ciudad de Rosario al barrio Ludueña. Desde entonces, dedicó todos sus días a forjar desde abajo junto a los vecinos algunos espacios donde cobijar los sueños y el hambre de familias enteras.

Sin embargo, su espíritu altruista y generoso no contó con el apoyo del obispo de Rosario Guillermo Bolatti. En una oportunidad le reprochó a Montaldo: “Usted no usa sotana y su liturgia es muy personal. Además se muestra como sacerdote que hace política de izquierda azuzando a los pobres contra los ricos”.

Hoy, existen en el barrio distintas instituciones educativas que nacieron en unos terrenos fiscales del Ferrocarril donde Montaldo y los vecinos trabajaron conjuntamente para crear, en principio, un espacio comunitario. La primera estructura que levantaron fue la Capilla Vecinal que sirvió para albergar celebraciones religiosas, cumpleaños, funciones de cine, guardería infantil y hasta un comedor.

Con el tiempo, nacieron el Jardín de Infantes “Belén”, la escuela primaria nº1027 “Luisa Mora de Olguín”, la escuela de Oficios “Nazaret”, el comedor “Betania” y un centro de alfabetización para adultos. Todos esos nombres, venían de la Biblia porque “Belén porque fue el lugar donde nació Jesús, Nazaret por el pueblo donde trabajaba y Betania porque era la aldea donde acudía Jesús a descansar”.

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Son las cuatro de la tarde del día Lunes. Clima agradable y un cielo despejado. Montaldo espera en el Comedor Betania, lugar donde vive actualmente, para ser entrevistado. El encuentro se demora unos minutos. En la mesa, su libro Mateando entre sueños.

Edgardo esperaba ansioso la entrevista y mientras se dispone, invita con algo para tomar. Distendida, la tarde transcurre entre historias y preguntas. Montaldo rememora momentos, nombres. De a ratos parecen venirse “lagunas” y pide disculpas amablemente por sus olvidos repentinos.  Con una sonrisa inocente, explica que son algunas de las secuelas del ACV que sufrió en 2007.  La tarde es larga, como esas tardes que comparten con abuelos donde la palabra y la experiencia ocupan la escena principal.

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Al preguntarle a Edgardo sobre cómo vivió en los tiempos del gobierno militar que ocupó el poder desde 1976 hasta 1983, afirmó: “Yo sabía que me perseguían pero nunca dejé de hacer nada”. Por aquel entonces, los distintos sacerdotes y espacios de trabajo barrial se articulaban en el Grupo Obispo Angelelli (GOA) prohibido por el Obispado de Rosario. Para un encuentro que iban a realizar en Santiago del Estero, las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) tenían un volante que sentenciaba: “Ricos cada vez más ricos, a costa de pobres cada vez más pobres”. La expresión no cayó nada bien en el Arzobispado que tildó de ilógica y marxista a la frase, olvidando que había sido creada por el Papa.

Montaldo publicó un libro que tituló Mateando entre sueños. En uno de los pasajes pudo dar cuenta de cómo se vivía en la Iglesia las persecuciones a curas de los barrios. “A varios capellanes militares que fueron cómplices de los torturadores, se les premió con títulos honoríficos y un compañero mío del seminario, que como integrante de la SIDE, entregó durante la dictadura militar a sus propios compañeros, sigue hoy en el Ministerio, sin ningún cuestionamiento”, decía.

Para él, ese “entregador” fue Miguel Alá, un hombre que trabajaba al servicio de inteligencia y enseñaba a los demás curas un mapa de la República Argentina titulado “Las llamas del Infierno invaden la Argentina”. Montaldo asegura haber conseguido ese mapa para guardarlo como prueba. “El infierno” al que hacía referencia Alá en su mapa era al marxismo y al comunismo. El cura-servicio, hábil para el dibujo, había trazado con puntos rojos y llamas de fuego la ubicación de los CEBs, aquellos que profesaban la Teología de la Liberación y todos los curas tercermundistas del país. Todos perfectamente ubicados. Según Montaldo, entre otros papeles que guardaba en el Colegio San José, este mapa fue lo único que desapareció de su pieza repentinamente.

Años después, con la vuelta de la Democracia, el cura de barrio Ludueña se encontró casualmente con un comisario que le confesó “haberlo salvado”.

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Edgardo pide que no se lo trate de “usted”, ofrece un trato amigable y fraterno. Después de unos cuantos minutos de charla, invita a conocer el Comedor Betania, que actualmente es el patio de su casa. A sus 85 años, el cura sigue andando en bicicleta. Sigue creyendo en los vecinos de su barrio que cada tanto se acercan a visitarlo. Puede ver cómo crecieron los árboles que plantó en cada lugar construido. La escuela, el jardín, el taller de oficios funcionando. Su cara sonríe pícara cuando saluda, cuando sabe que tiene anécdotas para contar.

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Montaldo se fue este 25 de diciembre. La noticia corrió y tuvo eco en toda la ciudad, en quienes lo conocieron de cerca y hasta los que lo escucharon alguna vez. Se fue el cura que llegó a Ludueña para no irse, para sembrar la esperanza de que sobre las vías también se podía soñar. El abuelo de pibes y jóvenes, el que vio pasear al Pocho en bicicleta. El Montaldo testigo de dictaduras, del hambre en los ‘90 y los saqueos del 2000. El que denunció cómo los búnkers se llevaban “soldaditos”, el Montaldo que ahora se estampa en camisetas de Club donde se juega al futbol. El cura sin sotana que luchó sin miedo. El que se fue en medio de la Navidad, enseñando que el futuro sólo depende si las ganas se le arriman, si se esfuerza y se pelea, en el barro y entre mates, por más sueños que hambre.

Jorgelina Tomasin – @jorgelinaa_t, desde Rosario.

Foto: La Capital

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