Batalla de Ideas

26 diciembre, 2016

Cinco días de diciembre

Por Martín Ogando. La ocupación del Ministerio de Ciencia y Tecnología se convirtió en bandera de resistencia. Cuando Macri se preparaba para brindar, un nuevo sector de la clase trabajadora le demostró que no le será fácil llevar a fondo el ajuste.

Por Martín Ogando. A priori la agenda parecía marcada por otros temas. Pero cuando las cámaras miraban hacía otro lado, irrumpieron los trabajadores y trabajadoras del CONICET. La toma del MINCyT durante cinco días, no sólo tuvo características históricas para el sector, sino que fue una de las luchas más importantes del año y terminó en un triunfo parcial que empantanó el recorte propiciado por Macri y Barañao.

Los motivos

508 investigadores recomendados para el ingreso a carrera por las comisiones y juntas respectivas, luego de un arduo proceso de selección, fueron expulsados del CONICET por motivos estrictamente presupuestarios. El propio directorio reconoció esta realidad, pero se declaró impotente al respecto. En 2015 hubo 910 ingresos a la carrera de investigador científico y este año apenas 385. El recorte contra la ciencia se hizo evidente y con un resultado palpable: gente sin trabajo.

Los investigadores contaban, en su inmensa mayoría, con una relación laboral de siete años con el organismo en cuestión. Se trata de trabajadores y trabajadoras que llevan a cabo tareas de investigación y desarrollo científico, bajo un régimen de precariedad laboral que les niega derechos elementales como el aguinaldo y los aportes jubilatorios.

El estrangulamiento en el ingreso y la expulsión de personal, forma parte de una política general de achicamiento del CONICET, descentralización y debilitamiento de la investigación científica pública y nacional, que busca reorientar el sector hacia la actividad privada. Con el recorte no perdían sólo los implicados directos, sino toda la sociedad, que financió líneas de investigación y formación científica durante siete años, para ahora perder ese acumulado, entregándolo al sector privado o directamente expulsándolo del país, como sugirió el propio Lino Barañao.

La ocupación

A la sordera pedante de Barañao se respondió con la ocupación pacífica del Ministerio. La medida, que por su radicalidad aparece como un recurso de última instancia, despertó al inicio reticencia en algunos sectores. Sin embargo, la fuerza con que se sostuvo y la solidaridad creciente del campo de la ciencia y la técnica forjaron la unidad de todos los sectores.

En la semana el conflicto escaló y asumió proporciones inéditas. Varios Centro Científico Tecnológico (CCT) fueron tomados en otras provincias. La ocupación del MINCyT comenzó a ser reivindicada por prestigiosos investigadores radicados en el exterior y directores de institutos de investigación. Los galardonados con los premios Houssay y Sábato rechazaron el recorte. El apoyo social al reclamo se creció desde lo más pequeño -los incansables bocinazos de apoyo sobre calle Godoy Cruz- hasta lo más evidente, -como el pronunciamiento de todos los bloques opositores del Congreso o la cobertura benevolente de algunos medios de comunicación siempre prestos a estigmatizar la protesta.

Para el jueves el conflicto se había transformado en un enorme problema para el gobierno, que perdía día a día la batalla por la opinión pública, incluso en un sector importante de sus propios votantes. La desesperada campaña de desprestigio que, trolls mediante, intentó el PRO terminó en un pelotazo en contra. El apoyo social creció más que nunca. El único aliado de Macri parecía ser el calendario, pero los científicos se encargaron de avisar que estaban dispuestos a pasar navidad en el Polo Científico si no había respuestas. El viernes el conflicto se había instalado en la mesa chica de Cambiemos: Marcos Peña fue el encargado de acordar una salida con Lino Barañao, que aparecía renunciado en reiterados rumores durante la jornada.

Las conquistas

El viernes se cerró un episodio de este conflicto, y se cerró con un importante triunfo parcial de los trabajadores y trabajadoras. El MINCyT se vió obligado a extender las becas posdoctorales en curso hasta diciembre de 2017 y, más importante aún, a incorporar con una modalidad similar a 107 personas que habían sido recomendada pero no tenían al día de hoy relación laboral directa con el CONICET. El acta firmada también responsabiliza al MINCyT de la inserción laboral definitiva de los investigadores en cargos con estabilidad en el sistema científico. Allí residen las fuentes del conflicto que continuará: el gobierno insiste en su voluntad de reubicarlos en otras instituciones; la asamblea de trabajadores impuso que se incluya al CONICET como uno de los destinos posibles, pero está claro que esta es la lucha que continúa abierta.

La determinación del gobierno de achicar el CONICET está fuera de toda duda. La convicción con la que sus trabajadoras y trabajadores lo van a defender, también. Por eso el conflicto no ha terminado, sino que apenas alcanzó una tregua. Pero de esta tregua los científicos se van con algunas conquistas importantes.

En primer lugar, en un año en el que se despidieron a más de 40 mil estatales, se consiguió que no haya ni un solo despido en CONICET. Esto es digno de festejo, porque cuando comenzó el conflicto 508 científicos quedaban en la calle. La lucha porque se los incorpore a la carrera de investigador científico, que es para lo que fueron elegidos, se dará en mejores condiciones que antes.

En segundo lugar, la lucha deja un saldo invaluable de conciencia y organización colectiva. A pesar de la actividad que desarrollan hace tiempo organizaciones como Jóvenes Científicos Precarizados (JCP) o sindicatos como ATE, la gremialidad del sector es incipiente y se abre paso entre dificultades. Las diferencias de opiniones y desacoples entre los distintos distritos a la hora de definir los pasos a seguir responden, en parte, a esta debilidad. La organización sale extraordinariamente fortalecida del conflicto, y eso es un valor en sí mismo. El propio sistema científico genera su lógica de castas. No son pocos los que sostienen esa barrera infranqueable entre becarios e investigadores, ni los que rehúyen la identidad de trabajadores. La toma, cuya vanguardia fueron los más jóvenes (y precarizados) del sistema, concitó, no sin algunas vacilaciones iniciales, el apoyo de los más encumbrados investigadores. Eso constituye un enorme salto adelante de la conciencia y organización del sector.

El gobierno perdió una batalla pero persistirá en sus objetivos. Se impone una última conclusión para pensar en lo que vendrá. Lo que se ganó, poco o mucho, se ganó en la lucha, y más aún, con la acción directa. El método de decisión fue la asamblea y, dentro de un movimiento con gran diversidad política e ideológica, se conquistó una unidad de acción extraordinaria que está en la base de su potencia. Con estas y otras conclusiones, los trabajadores del sistema científico encararán el 2017 . No es poco, es un paso importante,  pero la lucha recién comienza.

@MartinOgando

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Batalla de Ideas