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23 diciembre, 2016

Federico Schuster: “Las ciencias sociales sirven para saber quiénes somos”

El diario Clarín y un conjunto de tuiteros lanzó un ataque contra las ciencias sociales como forma de justificación del ajuste en Ciencia y Tecnología, en el marco de la toma del Ministerio. En esta entrevista con Notas, Federico Schuster, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA entre 2002 y 2010, no sólo defiende su utilidad para el conjunto de la sociedad, sino que afirma que la crítica es completamente intencional.

Mientras el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación sigue ocupado por becarios e investigadores del CONICET en rechazo al ajuste en el sector, amenazando incluso con pasar la Navidad allí, en algunos medios como Clarín y en las redes sociales se desató una campaña de cuestionamiento a las y los científicos. En este caso, el foco estuvo particularmente en aquellos provenientes de las ciencias sociales y estudios culturales. Notas entrevistó a Federico Schuster, ex decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, quien no sólo rechazó los ataques sino que resaltó la importancia que este tipo de estudios tiene para la sociedad.

¿Por qué es fácil “pegarle” a las Ciencias Sociales? ¿Tienen razón los periodistas, trolls y tuiteros que cuestionan que el Estado financie investigaciones sobre el peronismo, las representaciones sociales en la cumbia o la historia de la clase obrera argentina? Federico Schuster, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA entre 2002 y 2010 no sólo defiende su utilidad para el conjunto de la sociedad, sino que afirma que la crítica es completamente intencional.

– ¿Cuál es la primera opinión que te merece esta crítica que salió en el diario Clarín y también en redes sociales sobre algunos temas de investigación y el quehacer de las ciencias sociales en la Argentina de hoy?

– Es vergonzoso. Estamos viviendo en la Argentina situaciones que eran impensables y que van hacia la construcción de un sentido común muy reaccionario y deplorable. Los ataques a la producción científica son de un nivel muy pobre y a partir de datos totalmente fragmentarios.

Lo que se ha hecho es una búsqueda por la web sin saber exactamente de qué se está hablando. Se confunden artículos en revistas con investigaciones. La investigación es un proceso más largo que tiene resultados de distinto nivel, parcial o total, que se publican en revistas. Una publicación en una revista es apenas un puntito en un proceso de investigación. Se habla desde la ignorancia sobre una cantidad de gente que tiene una historia de formación mucho más larga, profunda, sistemática y seria que aquellos que se ponen a criticar.

En general se han tomado producciones de lo que es el área de estudios culturales y se dice “para qué sirve eso”. El propio Clarín más de una vez ha usado estudios semejantes para alguna de sus notas. Es absolutamente malintencionado. Está orientado a atacar la llamada “pesada herencia” y a favorecer la quita de fondos para la investigación científica.

Incluso varios de los trabajos que son criticados están publicados en revistas internacionales de primerísimo nivel. Para llegar a esas revistas hay que remar mucho, no es chiste.

– Además, resumir en un título trabajos de investigación que a veces llevan décadas es como reducir el trabajo de Carlo Ginzburg (sobre el campesinado en Italia en el siglo XVI) o de Dorfman (Cómo leer al pato Donald) a una anécdota cuando han cambiado la forma de pensar las sociedades por completo.

– Exacto. Hace unas semanas de hecho a Ginzburg lo ponían en la tapa de la Revista Ñ como un intelectual sumamente importante del pensamiento contemporáneo. Esto es malintencionado y se han buscado datos fragmentarios. Se toma aquello que pueda parecer más impactante y se lo tira a una cantidad de gente, más allá de los trolls en las redes, para ponerse a criticar desde un lugar de absoluta ignorancia en lo que se hace.

Insisto, efectivamente cuando vos ves estudios de cultura popular puede parecer menor. Pero es una cuestión fundamental el estudio crítico del sentido común y estudiar la cultura popular es de enorme importancia para entendernos a nosotros mismos, para entender fenómenos sociales de importancia.

El viernes pasado en el propio Ministerio de Ciencia y Técnica se presentaron los primeros resultados del Programa de Investigación sobre la Sociedad Argentina Contemporánea (PISAC) financiado por el propio Ministerio. Es el esfuerzo más grande que han hecho las ciencias sociales en términos de magnitud en las últimas décadas y es el fruto de toda la acumulación de conocimiento y capacidades que se ha hecho desde el retorno de la democracia. El esfuerzo es de los científicos, pero es del conjunto de la sociedad. Deberían sentirse orgullosos de que se haya podido llegar a ese nivel.

El PISAC en 2012, después de muchos años de pelear por financiamiento consiguió el respaldo del Ministerio y se hizo el estudio más grande a nivel nacional con todas las Facultades de Ciencias Sociales dividiéndose en regiones, etc. Se hizo una sistematización de toda la producción en ciencias sociales en seis libros de distintos temas. Ya está en etapa editorial para ser de acceso público y libre.

Ahí se puede consultar todo lo que se ha hecho en la Argentina para entender temas como la estructura social, los consumos culturales, el conflicto social. Y al mismo tiempo se hizo una encuesta enorme, que llega hasta poblaciones con dos mil habitantes, estudiando en qué condiciones vive la gente, a qué servicios tiene acceso (educativo, de salud, etc.). Todos esos estudios son fundamentales para el diseño de políticas públicas. Te sirven para saber quiénes somos, nada más, ni nada menos. Eso hacen las ciencias sociales.

– Por lo general cuando se piensa en los ajustes al sistema científico en los países emergentes primero van por las ciencias sociales al acusarlas de superfluas y luego continúan por las ciencias duras, básicas, por considerar que son inaplicables en este tipo de países. ¿Creés que va por ahí o que se trata de un hecho aislado?

– Coincido con tu análisis. Hay una idea de que los países periféricos tenemos que comprar la ciencia básica ya hecha en los países centrales y hacer aplicaciones específicas de impacto inmediato. Para colmo ahora, en alguna de las reuniones que hubo entre los representantes de los investigadores que están intentando negociar una salida con las autoridades del Ministerio, se les dijo “no puede ser que estemos produciendo investigadores que sólo producen papers” -que dicho sea de paso es lo que el CONICET fue alentando, la gente hace lo que le piden para evaluarla-. “Hay que hacer una ciencia que brinde las soluciones que necesita la sociedad”, decían. A alguien se le ocurrió preguntar en esa reunión: “¿Cómo saben lo que necesita la sociedad?”. Y le respondieron: “Lo que necesitan las empresas para mejorar su productividad”.

Esa es una idea completamente atada a este momento que estamos viviendo de sacralización de la empresa privada, porque trasciende la cuestión económica, tiene un tinte moral que concibe que la empresa privada es buena de por sí y lo público es, en principio, malo y sospechable.

Hace un tiempo José María Aznar, el que fuera presidente del gobierno de España, se jactaba de que ese país había sido muy inteligente porque no había invertido en ciencia tanto como los países del resto de Europa y se había beneficiado de los resultados de investigación de los otros y los había comprado muy barato. Esa idea, que durante el menemismo también se expresó aquí, en realidad es de una ignorancia supina.

España es uno de los países que más sufrió la crisis en Europa. Y cuando vas a ver por qué ocurrió eso, es porque no tiene una estructura productiva autónoma sino que se basa en finanzas, turismo y una producción muy pequeña, bastante primaria, que apenas da sustento a un número reducido de habitantes.

Otros países que invierten mucho más en ciencia, a mediano plazo tienen una estructura de la industria que impacta, desde las ciencias sociales, en las condiciones de la democracia, de las instituciones, de la ciudadanía, de la formación, etc. La inversión en ciencia no fue de corto plazo. Es bien de largo plazo. Obviamente orientando también las políticas públicas. Apoyando a la ciencia, todos los casos que se pueden ver en el mundo y en la historia, son inexorablemente positivos. Y la apuesta por la reducción de la ciencia siempre ha sido negativa y contraproducente para el país. Pero bueno, es el modelo que se ha vuelto a instalar.

Producción: Federico Araya – @fedearayac

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