15 diciembre, 2016
Cultura y macrismo son incompatibles
Por Pedro Perucca. Está claro que el macrismo no le hace bien a la cultura. En un sentido amplio, es evidente que si hay incremento de la pobreza esto indudablemente repercutirá en la posibilidad de acceso a ciertas ofertas de cultura o en la capacidad de consumo de bienes culturales.

Por Pedro Perucca. Está claro que el macrismo no le hace bien a la cultura. En un sentido amplio, es evidente que si hay incremento de la pobreza esto indudablemente repercutirá en la posibilidad de acceso a ciertas ofertas de cultura o en la capacidad de consumo de bienes culturales.
Si hay que elegir entre un concierto y la comida de mañana, no hay duda posible. Las librerías no paran de cerrar, salas de teatro y centros culturales bajan persiana y los que quedan muestran cada vez más butacas vacías, el cine vende menos tickets que años anteriores, etcétera.
Está claro que para el PRO la cultura, como tantas otras áreas, sólo sirve en tanto negocio o marketing, como actividad que puede servir como “decoración” pero que básicamente se considera como gasto superfluo. Sus 9 años de gestión en CABA así lo demuestran con el impulso de festivales y eventos vistosos y mediáticos mientras, por ejemplo, el teatro más importante de la ciudad, el San Martín, sigue cayéndose a pedazos.
De Random House al Ministerio
Pero un infausto día el PRO ganó las elecciones nacionales. Para gestionar el estratégico Ministerio de Cultura de la Nación designó, como no podía ser de otra manera, a un personaje extraído del mundo de los negocios: Pablo Avelluto, ex directivo de la editorial Random House, famoso por sus reaccionarias declaraciones contra los docentes que hacen paro y tan insistente cultor de la teoría de los dos demonios como furioso antiperonista.
Su gestión arrancó, como la del resto de los nuevos ministros, con una oleada de despidos. Más de 500 trabajadores fueron descartados del Ministerio de Cultura en lo que Avelluto justificó como “una decisión espantosa, pero necesaria”. Muchos fueron rápidamente reemplazados con gente afín a la nueva gestión, como la cineasta Carolina Azzi (directora del horroroso documental dosdemonista El diálogo, producido por Avelluto) y novia del ministro, que pasó a ocupar cargo de Coordinadora de Comunicación.
En un autocomplaciente balance del año para Télam (con la vaguedad que los caracteriza, diciendo cosas como “un año donde el cambio fue, en última instancia, el verdadero protagonista”), Avelluto elige destacar la política de becas y subsidios, la designación de Alberto Manguel en la Biblioteca Nacional, logros cinematográficos, orquestas juveniles, organización del bicentenario de la Independencia, la Noche de los Museos, “los chicos de la Villa 21-24 escuchando a nuestra Orquesta Sinfónica Nacional”, etc. Siempre destacando que “se acabaron las discriminaciones ideológicas y partidarias manifestadas desde el Estado” porque “hemos dejado atrás la era de la confrontación para volver a conversar”.
Biblioteca e INCAA con polémicas
Desmenuzar su autopanegírico daría para muy largo, pero sólo para tomar algunas cuestiones, digamos que la vuelta de Manguel a la BN no estuvo exenta de polémicas que incluso impactaron en la última Feria del Libro y que por el momento lo único que se supo de su gestión es que cobra más que el cuádruple que Horacio González, que propuso una muestra con los libros de Lázaro Báez y que amenaza a los trabajadores con despedirlo si lo critican en Facebook.
En cuanto al área cinematográfica, la designación de Alejandro Cacetta al frente del INCAA tampoco deja un buen balance a fin de año. Los documentalistas organizados en diversas asociaciones vienen llevando adelante diversas medidas de lucha cuestionando la designación arbitraria de jurados y una política que globalmente tiende hacia el retorno de un paradigma neoliberal en el área.
Lombardi contra la pesada herencia cultural
El nuevo organigrama nacional ha dejado varias áreas que antes pertenecían a otros ministerios bajo la égida de Hernán Lombardi, ex ministro de Cultura porteño y actual titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos. Algunos espacios identificados claramente con la famosa “batalla cultural” que intentó llevar adelante el kirchnerismmo han sido las primeras víctimas de la nueva gestión.
Tecnópolis, referente internacional de una política de divulgación científica con objetivos populares, sufrió un violento proceso de desguace y reconversión y ahora incluso se cierra para que lo disfruten en privado los hijos de los funcionarios. Otra víctima propiciatoria para el revachismo fue el Centro Cultural Kirchner. Lo que en un momento se consideraba como una muestra de un stalinista culto a la personalidad y un nuevo “monumento a la corrupción” (discurso que sirvió para justificar cientos de despidos), rápidamente pasó a ser considerado el mejor lugar posible para recibir al primer ministro francés Francois Hollande y al presidente norteamericano Barack Obama.
Los canales Pakapaka y Encuentro, originalmente dependientes del Ministerio de Educación, luego de un polémico rediseño de imagen, también pasaron a control de Lombardi. El decreto de traspaso plantea que la nueva Contenidos Públicos Sociedad del Estado será la responsable de “llevar a cabo por sí, por intermedio de terceros o asociada a terceros, la gestión, operación, desarrollo y explotación de las señales”, abriendo la puerta a todo tipo de tercerizaciones y negocios televisivos que dejen en el olvido los objetivos originales de canales “destinados a fortalecer y complementar las estrategias de nacionales de equidad y mejoramiento de la calidad de la educación”. También recordamos la polémica por la eliminación de Telesur de la grilla nacional.
De Lopérfido a Pitito
En CABA sí hubo movidas importantes en el área de Cultura. Luego de meses de denuncia y organización de diversos sectores artísticos y de múltiples referentes culturales contra Lopérfido por sus reiterados comentarios negacionistas en el sentido de que los desaparecidos no habrían sido 30 mil, se logró que Larreta la pidiera la renuncia.
De todos modos, lo resguardaron en el puesto de director artístico del Teatro Colón, desde donde no ha dejado de reivindicar sus dichos y también de generar polémicas respecto de la gestión del mayor coliseo de la música clásica ciudadana. El teatro se usa para todo (casamientos, música popular, Al Pacino, el día del camionero, lo que se te ocurra), menos para ópera, ballet y música clásica. Este mismo jueves los bailarines del Ballet Estable publicaron una serie de fuertes denuncias en ese sentido.
Todavía no tenemos demasiados elementos para juzgar la gestión de Angel Pitito (alias Mahler), pero las dudas acerca de su capacidad para gestionar la política cultural de la Ciudad continúan plenamente vigentes.
Pedro Perucca – @PedroP71
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