11 diciembre, 2016
La economía argentina a un año de gobierno de Cambiemos
Por Pablo Wahren. Mauricio Macri calificó con un ocho su gestión. Pero en la economía el aplazo es evidente. Las medidas que tomó el gobierno no resolvieron en absoluto ninguno de los problemas y, para colmo, generaron nuevos. De corto y de largo plazo. Aún así, no todos perdieron este año.

Por Pablo Wahren*. Mauricio Macri calificó con un ocho su gestión. Pero en la economía el aplazo es evidente. Las medidas que tomó el gobierno no resolvieron en absoluto ninguno de los problemas y, para colmo, generaron nuevos. De corto y de largo plazo. Aún así, no todos perdieron este año.
Los pilares de 2016
El dato económico de 2016 es la transferencia de ingresos que se realizó hacia los sectores concentrados de la economía, es desde ahí que se pueden comprender las principales políticas tomadas por el gobierno de Cambiemos a lo largo del año y los resultados.
Los exportadores, especialmente agrarios y mineros, gozaron de un tipo de cambio más alto y la reducción y quita de retenciones; las empresas de servicios públicos contaron con aumentos tarifarios que superaron la reducción de los subsidios recibidos; los bancos recibieron elevadas remuneraciones en concepto de tasa de interés por prestarle al Estado vía Lebac además de que su actividad fue desregulada; supermercados y multinacionales importadoras de bienes de consumo aprovecharon la liberalización de importaciones; sectores concentrados en general pudieron acceder al blanqueo en un marco donde se dejarán de cobrarles impuestos a la riqueza, ya que el gobierno prevé la eliminación del impuesto a los bienes personales para 2019, y también se dejó de cobrar impuesto a las ganancias sobre los ingresos derivados de la actividad financiera; bancos internacionales se beneficiaron del masivo endeudamiento argentino ya sea como prestamistas o cobrando comisiones como intermediarios.
Mientras estos sectores se beneficiaron, durante los primeros nueve meses del año la actividad económica se retrajo 2,4% interanual. La caída de la producción doméstica tuvo su correlato en un incremento de la desocupación. Tan solo en el sector privado registrado, el de mayor estabilidad laboral, se registró una pérdida de 127.595 puestos de trabajo. No solo disminuyó el empleo en el sector, sino también se redujeron las remuneraciones reales en 5,2% producto de una inflación que en noviembre marcó 40,5% en relación al año pasado.
En el sector informal de la economía este deterioro tendió a ser superior dada la mayor fragilidad legal que predomina en este ámbito. La Asignación Universal por Hijo permitió adquirir durante 2016 un 6,5% menos de bienes que en 2015, misma dinámica que las jubilaciones.
La inflación superando los aumentos de los ingresos también tuvo su impacto en la pobreza, dando los cálculos de la Universidad Católica Argentina (UCA) un incremento de 1,5 millones de pobres hasta abril, y de dos millones hasta junio según el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO).
Las causas de esta dinámica son simples: los ricos tienden a consumir una parte fija de sus ingresos ya que el sobrante lo ahorran, mientras que los sectores de ingresos fijos (asalariados y jubilados) tienden a consumir en función de sus ingresos. Por lo tanto, al aumentar el ingreso de los primeros el consumo no aumenta, pero sí disminuye por la caída de los segundos. A su vez, menor consumo es menor demanda y, por ende, menores incentivos para invertir. Por si fuera poco, la apertura importadora contribuyó a agravar el panorama.
Al mismo tiempo, las altas tasas de interés dispuestas por el gobierno también tuvieron su impacto en la actividad económica. Por un lado por el encarecimiento del crédito, pero principalmente porque en un contexto de suba de costos y caída de las ventas la inversión financiera se posicionó de manera mucho más atractiva que la productiva.
¿Sirvieron las medidas para acercarse a lo planteado por el macrismo?
El diagnóstico del gobierno argentino al comenzar su gestión se centraba en tres problemas: la inflación, la falta de competitividad de la economía argentina y la ausencia de inversiones extranjeras. Cada uno de ellos tenía una causa subyacente que debía ser abordada.
La inflación la explicaban por el déficit fiscal y por eso reducirlo era una prioridad. En base a eso se justificó la quita de subsidios que derivó en el tarifazo y la reducción del gasto público en general (-4% interanual real). Sin embargo, el déficit que en 2015 se ubicó en 4,5% del PBI para 2016 se espera que termine al menos en 5%. Esto se debe a los menores ingresos derivados de las reducciones y quitas de impuestos mencionadas anteriormente y de la menor recaudación en concepto de IVA y ganancias derivada de la menor actividad económica.
En lo que respecta a la competitividad señalaron que debía resolverse el atraso cambiario. Sin embargo, tras la brutal devaluación de diciembre, dado que el salto inflacionario no tuvo ningún tipo de contención, el tipo de cambio real volvió a apreciarse en términos reales al punto que economistas del establishment como Ricardo Lopez Murphy le plantean al gobierno que «este dólar está atrasado”.
Si estos fracasos entre diagnóstico y resultados son claros, el tercero ya es grotesco. A fines de atraer inversiones extranjeras el gobierno nacional dispuso flexibilizar la compra de dólares en general, con la eliminación del “cepo cambiario” y habilitar a las empresas extranjeras para girar libremente ganancias realizadas en la Argentina al exterior. Los datos del Banco Central dan cuenta que el resultado fue que por la primera vía salieron dólares del país por 11 mil millones de dólares y por la segunda 2.300. En tanto, en concepto de inversión extranjera ingresaron apenas 1.981 millones de dólares, en torno al promedio ingresado en 2010-2015.
Peligros de corto y de largo plazo
Los desequilibrios externos provocados por el déficit comercial, la desregulación y apreciación cambiaria, el libre giro de utilidades y dividendos y los pagos de nueva deuda e intereses que implican una enorme salida de dólares del país constituyen un combo que sólo pueden ser financiado con un constante aumento de los compromisos de deuda externa. En efecto, durante 2016 Argentina tomó deuda por 35.600 millones de dólares, siendo el principal tomador de deuda del mundo. Al contabilizar los intereses implica repagos por 57.252 millones de dólares.
Además de financiar las cuentas externas, la deuda externa parece ser la única vía planeada por el gobierno para financiar los gastos locales. Para el año electoral el macrismo prevé incrementar el gasto público, especialmente en construcción, para reactivar la economía, financiándose con deuda. En este sentido el presupuesto 2017 proyecta nueva deuda por 25 mil millones de dólares.
Como resultado de 2016, tenemos un gobierno que diseñó una política económica que, sin resolver los problemas que ellos mismos diagnosticaron, generó nuevos. En ese sentido la economía argentina termina el año con más desempleo, pobreza, inflación y deuda externa. Si bien aún hay margen, especialmente por el bajo nivel de deuda de la economía nacional, esta dinámica que ya vivimos tenderá a agravarse en los próximos años si se mantienen las políticas que conducen a la destrucción del entramado productivo y la sobreacumulación de deuda con daños muy difíciles de revertir.
@p_wahren
* Economista (UBA)
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