6 diciembre, 2016
Iti el hermoso: «Me prometí hacer que todos los poderosos se arrodillen ante mí»
Notas entrevistó al autor de una serie de quejas contra empresas que han defraudado su confianza con productos fallados o engañosos. Sus reclamos, tan exagerados como hilarantes, han sido compilados en un libro de lectura obligatoria. Nace el heroico defensor que los consumidores necesitamos.

Hace unos días Notas dialogó con Ignacio Ocampo, más conocido internacionalmente por su nombre de guerra: «Iti el hermoso». ¿Pero qué guerra y contra quiénes? Iti está embarcado hace años en enfrentamiento sin cuartel contra las empresas, especialmente las monstruosas multinacionales de la alimentación, que cotidianamente defraudan a sus candorosos consumidores. Y encima se burlan, revolcándose sobre montañas de billetes malhabidos, mientras sus carcajadas resuenan en sus tenebrosos castillos del mal. Pero su hora ha llegado. Toma la palabra un abnegado defensor de los consumidores que propone levantarse en armas contra los abusos y estafas empresariales.
Reconocimos a Iti, que además es actor y músico, cuando una de sus graciosísimas quejas contra un aceite Fritolim traicionero se hizo viral. Así comenzamos a investigar hasta dar con él y lo distrajimos unos minutos de su cruzada heroica para entrevistarlo.
– ¿Cómo empezó tu historia de lucha?
– Mi primer reclamo fue un ente aislado, producto de la paranoia que tenía en una época de mi vida. Básicamente fue una problemática con un queso de rallar que me pareció que estaba rallado en forma extraña. Hice una queja bastante absurda y en recompensa me mandaron un kilo del producto. Años después, revisando mi Hotmail encontré ese correo olvidado y dije: “Qué capo que era yo cuando mandé este mail. Debería volver a ser ese joven prometedor”.
Justo tenía un producto que había venido en mal estado y me senté a escribir. Suelo proyectar la idea de un viejo que está en su casa, escribiendo a máquina, en la soledad de su departamento mohoso. Siempre me pasaron casos medio absurdos con las comidas pero, a partir de encontrar esta veta de diversión gigantesca, me prometí no dejarle pasar nada a nadie y hacer que todos los poderosos se arrodillen ante mí.
Y ahí empecé a mandar y mandar cartas y a publicarlas en Facebook. Y la gente empezó a traerme productos, contarme sus casos y pedirme que bese a sus bebés… Básicamente me convertí en un justiciero de los consumidores, siempre con el corazón en el pueblo.
– En las cartas, más allá de la evidente exageración, se nota una tan violenta como genuina indignación.
– Es que el origen tiene que ser real o no tendría gracia. Si no me despierta nada, muchas veces dejo pasar la queja. También tiene que salir todo de un tirón. A lo sumo, antes de empezar a escribir hago una especie de ejercicio: ¿Qué no tiene nada que ver con un Poett? La guerra en Siria. Y entonces trato de meter eso, forzarme a estirar el absurdo de la queja hasta el punto límite. Siento que cuando estirás la realidad hasta ese punto límite se vuelve más creíble.
– Además está claro que vos sos un consumidor dolido porque te han defraudado. El reclamo suele plantearse como el de alguien que confiaba en esa empresa.
– A veces en las entrevistas me dicen que quiero destruir el consumo y les digo que no, yo amo el consumo. Amo gastar el dinero en cosas, amo las golosinas y los productos de cualquier tipo y me hago cargo. Lo que no me cabe es que me acueste un grupo de millonarios que está en no sé qué paraíso fiscal bañándose en pepitas de oro a costa de mi dinero, jactándose de lo malos que son sus productos. Yo quiero que por la plata que pago me den el producto que pretendo.
– Que al menos el capitalismo funcione de acuerdo a las reglas de mercado…
– Claro, que el sistema capitalista opresor que todos conocemos al menos funcione bien bajo sus propias reglas. Yo necesito que las cosas sean bien claras. Si me vas a cagar, cagame pero con lo que me decís, no con otra cosa.
– ¿Te quejaste con empresas de servicios?
– He tenido batallas, combates, guerras con empresas de celulares, que son las más diabólicas que caminan sobre la faz de la tierra. He llegado a instancias semijudiciales con algunas. Mirá que soy un hueso duro de roer, pero son hinchahuevos al extremo. Tanto Movistar como Claro son dos enemigos número uno, en mi mente ambas son manejadas por Mussolini y Hitler. Son el súmmum del mal. Movistar es diabólica.
Pero los servicios tienen otro tipo de burocracia que hace que todo sea menos divertido, no es como con las empresas de productos a las que les mandás una carta y te responden apenados y se da como un intercambio. Te quieren bicicletear, es un embole.
– ¿Hacés alguna diferencia si se trata de una multinacional o de una pequeña empresa familiar?
– Hace poco tuve un encuentro con una empresa de alfajores para celíacos a quienes les escribí y la respuesta fue igual de buena o mejor que mi carta original. Me empezó a contar cómo funcionaba su empresa, que eran diez personas… Y yo le dije: “Visto y considerando esto, me pongo de tu lado. Me encantaría conocerte, que nos juntemos a charlar”. Estuvimos intercambiando mails un rato largo, me mandaron alfajores y les dije que iba a hablar bien de ellos con todo el mundo.
Obviamente que siento compasión por el pequeño productor mientras que con las multinacionales voy directo a la yugular. Multinacionales dirigidas por algún tipo de Drácula que pone a unos zombies sin cerebro a atender sus teléfonos… Esas que me den lo que quiero y que no me dirijan más la palabra por un tiempo.
– ¿Recordás con particular enojo alguna de las respuestas?
– Sí, una de Felfort. Una vez estaba en un colectivo y me llamó una señora para decirme que mi mensaje era una vergüenza, que si le estaba tomando el pelo. Le corté diciéndole que tenía que ayudar a un paralítico a bajar. Me sacó de quicio a un nivel extremo y además me hizo sentir que estaba mal mi reclamo. Debía ser la dueña de Felfort. Después les volví a escribir contándoles de lo mal que me trataron y ahí sí me mandaron productos y volvieron con la cola entre las patas. A mí no me gusta que se me hagan los cocoritos. Yo soy muy de “el cliente tiene la razón”.
(Se corta la comunicación telefónica y retomamos)
– Hablando de compañías del demonio. Movistar.
– Seguro estaban escuchando la llamada y quisieron bajarme. Los poderosos están con miedo.
– Seguramente. ¿Hay alguna carta que recuerdes con especial orgullo quejístico-literario?
– Todas las cartas me representan una victoria porque me río mucho cuando las escribo. Ese es mi único objetivo, que al escribirlas y releerlas me recontracague de risa. Si no pasa eso, fracaso y me deprimo. Una que me resulta particularmente afectuosa es la que le mandé a la empresa Prime, que es la más larga, tipo 25 centímetros de mail.
(Cambia violentamente de tema al descubrir una tostada monstruosa, que concluirá en un nuevo y airado reclamo) Uy, mirá esta galletita deforme… Acabo de sacar un especie de amalgama de cuatro galletitas en una. Ya está, Twistos, te tengo en mi radar.
Bueno, a esa de Prime le tengo cariño. Y aparte su recompensa fue en preservativos, que valen su precio en oro. Son la moneda del futuro. Y me mandaron muchísimos, creo que me tenían mucha fe. Yo sé que a mucha gente no le gusta leer textos tan largos, pero a mí el público no me va a marcar la agenda.
– ¿Hay alguna presentación de tu Libro de quejas en los próximos días?
– Voy a tener una presentación en Universal el 17 de diciembre, en la que mi idea es estar escribiendo en vivo, proyectando en pantalla gigante. También hacemos una especie de cartas grupales, quejas colectivas con lo que trae la gente más alguna cosa que guarde yo para la ocasión. Y que vean el proceso de escritura que para mí es muy divertido. Y es breve, porque las escribo en 15 minutos, como en una fiebre de ira que me agarra.
Lo loco es que mucha gente me escribe mandándome sus propias cartas de reclamos, mostrándome lo que le mandaron a las diversas empresas. Y me copa eso también. De hecho el libro incluye una especie de miniguía para escribir tu propia queja. Porque está bueno que la gente le empiece a hinchar las bolas todo lo posible a las empresas, que se haya iniciado una movida que afirma que hay derecho a reclamar si el producto no es lo que prometen. Hay que levantarse en armas.
Pedro Perucca – @PedroP71
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